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“Tenía que venir sí o sí”, dijo Ramona López, al encender las velas azules que estaban en sus manos. Llegó a Caacupé a cumplir su promesa porque la Virgen le hizo un milagro, aseguró. Fue en 2019 que la Virgen la ayudó. Le había rogado que lleve los problemas graves por los que atravesaba toda su familia. “Antes del 5, ya todo estaba arreglado”, relató ayer muy emocionada y con ojos llenos de lágrimas, mientras recogía sus velas ya apagadas y sostenía con fuerza el rosario.
En 2019, su madre estaba postrada en cama debido a un accidente y por ello no pudo asistir a la misa de Caacupé ese año para agradecer el milagro, pero le juró a la Virgen que asistiría en 2020. Este año, muchos decidieron cuidar su salud y la de los demás, por lo que no fueron a Caacupé y así evitaron aglomeraciones.
López decidió ir un día antes, se sentó solo unos minutos en un banco alejado de la basílica y realizó una oración. Con eso se sintió satisfecha, porque pudo cumplir su promesa y volvió tranquila a casa.
Explicó que sintió gran tristeza al llegar a la ciudad, puesto que la misma está vacía “Es como si llegaras a la casa de tu mamá y no esté”, describió.
Las medidas fueron tomadas para mitigar los contagios de covid-19 que registraron un incremento en las últimas semanas.
Por otra parte, la familia Valiente, de Capitán Bado, también pasó rápidamente por la basílica ayer. Comentaron que estaban de visita por la ciudad y aprovecharon para pasar a agradecer a la virgen. “Está muy bien porque se está respetando el protocolo. Casi nula la presencia”, dijo Alfonso, el padre de familia.
Comentó que él ya había asistido días antes con un grupo de amigos ciclistas que se llama “San José”. Llegaron el 19 de noviembre para evitar la aglomeración y poder al mismo tiempo cumplir la promesa. “Vinimos en un grupo de cinco”, relató.
Camino sin peregrinos
En el km 48 de la ruta 2 se sitúan doña Eleuteria Roa y su hermana con una canasta con escasa cantidad de chipas. Desde el domingo esperan clientes y no han vendido una sola de ellas, dijeron.
Recordó que para cada festividad de Caacupé compran 500 kilos de almidón, lo que no ocurrió este año. Invitó a quienes pasen por el sitio a probar sus chipas de almidón al tatakua.
En las cercanías de Curuzú Peregrino, hacia Caacupé, el tradicional trapiche de doña Anacleta, de 78 años, estaba sin ser utilizado. Su fiel animal acompañante que hace funcionar a tracción a sangre la trituradora no estaba. Al preguntar por la trabajadora, comentaron que debido a que no hay movimiento fue a la casa de sus familiares.
Así también, los comerciantes situados en Caacupé eran escasos. Muchos mantenían pocas mercaderías en sus locales, como resignados a recibir a muy poca gente esta vez.
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