Presidente de Ecuador confirma el asesinato de periodistas secuestrados

QUITO. El presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, confirmó el asesinato de los tres trabajadores del diario El Comercio de Quito, secuestrados en marzo pasado por disidentes de las FARC.

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“Con profundo pesar lamento informar que se han cumplido las 12 horas de plazo que hemos establecido. No hemos recibido pruebas de vida y lamentablemente tenemos información que confirma el asesinato de nuestros compatriotas”, dijo Moreno en conferencia de prensa en Quito.

Los fallecidos son el periodista Javier Ortega (32 años), el fotógrafo Paúl Rivas (45) y el conductor Efraín Segarra (60), retenidos el 26 de marzo por desertores del antiguo grupo rebelde, al mando del ecuatoriano Walter Patricio Artízala Vernaza “Guacho”.

“Estamos de luto pero no nos vamos a dejar amedrentar”, afirmó el mandatario ecuatoriano.

Javier, Paúl y Efraín, los dos periodistas y el conductor del diario ecuatoriano El Comercio asesinados en cautiverio, estaban tras una historia sobre violencia en la frontera cuando fueron secuestrados el 26 de marzo por rebeldes disidentes de las FARC.

Su asesinato fue confirmado por el Gobierno, marca con fuego la historia de Ecuador, un país que sufre de lleno los coletazos del conflicto que todavía persiste en Colombia, pese al acuerdo de paz con el que fuera el grupo rebelde más poderoso de América. ¿Quiénes eran ellos?

Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra (Foto: Elcomercio.com). 
Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra (Foto: Elcomercio.com). 

- Ortega, el amor por el oficio -

Javier Ortega, de 32 años, vivió su adolescencia en Valencia, España, donde trabajó en una heladería. De allí regresó a Ecuador para estudiar periodismo. Ortega era el último de tres hermanos, soltero y sin hijos. Su familia lo describe como un hombre sereno, y sus amigos recuerdan sobre todo su sonrisa contagiosa.

Desde hace seis años trabajaba en El Comercio cubriendo temas judiciales y de seguridad. Entre sus coberturas destacadas figuran el terremoto que asoló la costa ecuatoriana en 2016, y el accidente aéreo que dejó 22 militares muertos en la Amazonía ese mismo año.

También se ocupó de la deportación de decenas de cubanos desde Quito y el problema de los desaparecidos en Ecuador. De España trajo su afición por el Barcelona y en especial por el astro argentino Leonel Messi.

Cada miércoles, después de lidiar con la presión de su trabajo, se reencontraba con su otra pasión: el fútbol. “Amaba el periodismo, le encantaba leer y el cine” , recordó a la AFP María José Vela, amiga y excompañera de Universidad de Ortega.

- Rivas, fotógrafo premiado -

El fotógrafo Paúl Rivas, que el 25 de abril iba a cumplir 46 años, tenía novia y una hija de 15 años. Coleccionista de cámaras antiguas, dejó de lado una carrera en la publicidad por el oficio de “dibujar con la luz”.

Rivas, definido por su familia como un hombre sensible y bromista, heredó de su padre la pasión por captar imágenes y la traspasó a su hija de 15 años.

En honor a él, hizo un libro con fotos tomadas por ambos. Un fotorreportaje sobre los familiares de personas desaparecidas le dio el premio Eugenio Espejo, que entrega la Unión Nacional de Periodistas (UNP) de Quito.

Además, ganó en dos ocasiones el premio Jorge Mantilla Ortega, que concede el diario en el que trabajaba desde hace 20 años. Cuando tomaba sus fotos se “ponía su gorrita hacia atrás. Un fotógrafo listo para la acción. Nunca hubo un No en su boca”, afirma María Elena Vaca, colega por seis años de Rivas en El Comercio.

- Segarra, conductor aventurero -

Efraín Segarra, a quien los periodistas de El Comercio conocían como ’Segarrita’, tenía 60 años y era padre de dos hijos, uno de ellos reportero del matutino de Quito. Su amor por los animales lo llevó en una ocasión a cuidar en su casa hasta 12 perros abandonados. Los últimos años adoptó dos gatos y un can.

En 16 años de servicio en el periódico se aficionó a la fotografía. En su celular coleccionaba las ’selfies’ en cada ciudad que visitó, según su familia.

Tener un hijo periodista era “su orgullo. Un conductor minucioso y con una gran sonrisa”, recuerda Vaca.

De espíritu aventurero, Segarra trabajó como conductor en un ministerio y en un banco, en el que llegó a manejar camiones blindados. Compartía con sus otros dos compañeros asesinados un corazón que se enciende en los estadios.

Era aficionado al popular Deportivo Quito, ahora en la segunda división, del que ostentaba una colección de camisetas.

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