“Juro, a nombre del pueblo de Venezuela (...) Lo juro por mi vida” , dijo Maduro, quien recibió la banda presidencial del jefe del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ, de línea oficialista), en un acto al que no asistió ningún representante de la Unión Europea (UE) ni de la mayor parte de América. La UE, Estados Unidos y el Grupo de Lima -de 14 países-, desconocieron la reelección de Maduro en los comicios del pasado 20 de mayo, adelantados por la oficialista Asamblea Constituyente y boicoteados por la oposición, que los consideró un fraude.
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Poco antes de su juramentación, Washington anunció que aumentará la presión “sobre el régimen corrupto, apoyando a la democrática Asamblea Nacional (Parlamento) y pidiendo democracia y libertad en Venezuela” , escribió el consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton en Twitter.
Hacia el mediodía, la Organización de los Estados Americanos (OEA) celebrará en Washington una sesión extraordinaria sobre la situación de Venezuela. Maduro asumió en medio de la peor crisis económica que haya sufrido en su historia moderna el país con las mayores reservas petroleras del mundo, y en momentos en que se afianzan gobiernos conservadores en Latinoamérica.
Seguidores de Maduro, con banderas de Venezuela, ovacionaban al mandatario en las afueras del TSJ, en el centro de Caracas, fuertemente resguardado por policías y militares.
Otros sectores de la capital, como el este (feudo de los opositores) lucían desolados. Muchos negocios y escuelas suspendieron actividades. Heredero político del fallecido líder socialista Hugo Chávez (1999-2013), Maduro gobierna con mano fuerte tras haber sacado del juego a sus adversarios, con el control institucional y el sostén de los militares, a quienes dio enorme poder.
Según la Constitución, Maduro debía juramentarse ante el Congreso, controlado por la oposición, pero el TSJ lo declaró en desacato y fue sustituido en la práctica por la Constituyente, de poderes absolutos.