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“Fernando Lugo es la última víctima de la 'guerra de la soja' en Paraguay”, escribe Jeremy Hobbs en una columna titulada “El destructivo boom sojero de Paraguay”.
Hobbs, director ejecutivo de la ONG Oxfam International, una organización que se enfoca en combatir la hambruna a nivel internacional, asegura que los acontecimientos de julio, desde la matanza entre policías y campesinos en una propiedad privada en el departamento de Canindeyú, hasta el juicio político y posterior destitución de Lugo, son solo las más recientes consecuencias de un conflicto formado alrededor de la planta de la soja, de la cual Paraguay es el cuarto exportador mundial.
“El ascenso de la humilde planta de la soja –y los océanos de tierra en los que crece en Paraguay– lo que liga la destitución de Lugo a una lucha histórica entre la poderosa élite terrateniente del país y los granjeros empobrecidos”, escribe Hobbs.
El colaborador del New York Times recuerda que “el 77 por ciento de la tierra arable de Paraguay es propiedad del 2 por ciento de la población”, lo que ha generado no solo conflictos como las constantes ocupaciones de tierras, sino también la masiva emigración de campesinos a las ciudades y otros efectos negativos.
Hobbs destacó también que el crecimiento económico de Paraguay, en gran medida producto de las lucrativas exportaciones de soja, no están teniendo un efecto positivo práctico en la vida del paraguayo promedio.
Según destacó Hobbs, gran parte de la soja exportada por Paraguay es luego convertida en diesel en Argentina o Europa, ese y su uso como alimento para ganado son los principales usos del producto exportado.
“En un mundo donde mil millones de personas se van a la cama con hambre cada noche, políticas que convierten tierras arables en plantaciones de combustible están equivocadas, y simplemente van a aumentar la competencia y el conflicto por un recurso natural escaso”, concluye el texto.