El acuerdo fue anunciado después una reunión entre representantes del Gobierno y los sindicatos, que se han comprometido a levantar la huelga mañana mismo, tras consultar con sus bases, aunque también a que revisarán el cumplimiento de lo pactado dentro de 15 días.
El ministro de la Presidencia, Eliseu Padilha, dijo en rueda de prensa junto a algunos sindicalistas que, para contener el precio del diésel, cuyas continuas alzas causaron la huelga, el Gobierno se comprometió a eliminar por lo que resta de 2018 los impuestos a ese combustible, que suponen casi 50 % de lo que pagan los consumidores.
Asimismo, explicó que durante los próximos 30 días el precio de ese combustible estará congelado, incluyendo una reducción del 10 % ofrecida por Petrobras durante los primeros 15 días, y que a partir de ese momento pasará a ser subsidiado por el Estado, al menos hasta fines de este año.
Una de las consecuencias de la huelga se vio en la Bolsa de Sao Paulo y fue la caída en picada de las acciones de Petrobras, cuyos papeles preferenciales cedieron un 13,71 %, mientras los ordinarios perdían un 14,55 %. Según analistas financieros, la decisión de reducir el precio del diésel puso en duda la “ independencia ” de la empresa, que pudo haber sido “ presionada ” por el Gobierno en sus esfuerzos por poner fin a la crisis.
El acuerdo anunciado ayer, según el ministro de Hacienda, Eduardo Guardia, no alterará la política de precios de Petrobras, que “ no ha sido ni será ” objeto de ninguna interferencia del Gobierno. En el plano estrictamente económico, uno de los impactos fue un anuncio hecho hoy por el sector automotor, que paralizará todas sus fábricas a partir de este viernes, debido que no podían operar con plena normalidad.
La decisión fue tomada por la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores (Anfavea) , que en una nota advirtió de que la huelga “ afectará significativamente ” los resultados del sector, “ tanto para las ventas, como para la fabricación y la exportación ” . En la cuarta jornada de huelga, la situación se fue agravando progresivamente en todo el país, incluso en las regiones mejor abastecidas.
En Río de Janeiro, al caer la tarde, la asociación de gasolineras local informó de que solamente quedaba combustible en un 10 % de los puestos y que en el resto estaba casi al punto de agotarse. Lo mismo sucedió en Sao Paulo, la metrópolis más populosa del país, donde al igual que en el resto de Brasil la población se volcó hacia las gasolineras en filas que llegaron a superar un kilómetro y también, como en Río de Janeiro, el combustible se fue acabando.
Esa situación afectó al transporte público, que tanto en Brasilia como en Sao Paulo, Río de Janeiro y otras ciudades fue limitado en previsión de la falta de gasolina y diesel. Eso provocó enormes aglomeraciones en las terminales de autobuses al caer la noche, cuando se hizo más aguda la falta de combustible y con ello el número de ómnibus en operaciones cayó a más del 50 % de lo normal, al menos en Sao Paulo y Río de Janeiro.
En mercados populares escasearon también los alimentos, sobre todo vegetales y carnes frescas, que se han quedado varados en los centros de producción desde el pasado lunes. Las pérdidas para los productores y los mercados aún no han sido calculadas, pero se presumen cuantiosas, igual que en otros sectores de la economía.
En muchos casos, tanto en gasolineras como en los mercados, hubo numerosos abusos con los precios, que fueron combatidos por las autoridades y que, según se admite en el propio Gobierno, pueden pesar en la inflación de este mes.
Más allá del efecto económico, la huelga también impactó en la seguridad, pues en muchas ciudades hasta los organismos policiales limitaron sus operaciones, por falta de gasolina para las patrullas