Los actos conmemorativos se inician con un “cohetazo nacional” (lanzamiento de petardos) en la madrugada del mismo jueves, según informó el oficialista Partido Socialista Unido (PSUV).
A esto se unirá la instalación de una “Tribuna Antiimperialista” en la Plaza Bolívar de Caracas durante el mediodía, que previsiblemente girará en torno a la retórica antiestadounidense y a las recientes acusaciones de que Washington orquesta un golpe de Estado contra el gobierno de Maduro, con apoyo de políticos venezolanos de derecha.
En la tarde, a las 16:25 (20:55 GMT), se realizará un homenaje en el Cuartel de la Montaña en Caracas, lugar donde reposan los restos de Chávez.
El recuerdo del líder bolivariano, impulsor desde 1999 de un modelo socialista basado en la redistribución de los ingentes ingresos petroleros que le valió la devoción de las clases pobres y le permitió amasar un inmenso poder, permanece en la iconografía del chavismo, con innumerables murales, pancartas y franelas con su cara estampada.
La irrupción de Chávez en la política venezolana se dio con el fallido golpe de Estado que encabezó en febrero de 1992 contra el fallecido expresidente Carlos Andrés Pérez, alegando que Venezuela necesitaba un cambio de rumbo por hallarse sumida en corrupción, pobreza, injusticia y exclusión social.
Desde su llegada al poder en 1999, con un estilo informal y directo se relacionó siempre con las masas usando una retórica populista en un lenguaje llano, que unido a su carisma le valió muchos puntos en popularidad.
Chávez, valiéndose del boom de precios del petróleo y de un estilo autoritario y de lenguaje militar, anunció en 2007 que su gobierno daba un giro al socialismo, emprendiendo una cadena de nacionalizaciones, reducción de espacios para la actividad privada y de controles en la economía, que al día de hoy se han exacerbado.
La repartición de la altísima renta petrolera en programas asistencialistas, llamados insostenibles desde las filas opositoras, le granjeó muchos afectos entre los más pobres.
Su figura está siempre presente en los discursos de Maduro, al que muchos responsabilizan del deterioro socioeconómico de estos dos años, caracterizado por una inflación de 68,5%, la escasez de rubros básicos, la recesión, además de alta criminalidad y corrupción.
Según encuestas privadas, Maduro apenas cuenta con poco más de 20% de aprobación, una cifra muy inferior a las que solía registrar Chávez.
“En octubre de 2012 el 44% se autodefinía como chavista. En diciembre pasado, era 22%, es decir ha habido una reducción a la mitad del capital político del chavismo”, comentó a la AFP el politólogo John Magdaleno.
La popularidad en picada de Maduro, que coincide con la debacle de los precios del petróleo, llega a pocos meses de las elecciones legislativas, que por primera vez en muchos años tiene una amplia probabilidad de perder ante una desarticulada oposición.
Este escenario ha llevado a los voceros del gobierno y del partido socialista a exigir lealtad a la figura de Chávez y “su legado” pese a los problemas del país.
La añoranza por el fallecido líder invade todavía a muchos adeptos al oficialismo, sobre todo a los receptores de las misiones, millonarios programas de alimentación, salud y educación gratuitos o a precios subsidiados que costeó con la renta petrolera e implementó con la ayuda de Cuba.
Otros chavistas, sin embargo, muestran su desencanto por el rumbo que ha tomado el gobierno de Maduro, continuador del modelo socialista de controles y de planificación centralizada.
Las voces críticas, que cuestionan como en el “madurismo” se ha privilegiado la corrupción, surgen incluso desde las filas del chavismo, tal y como Nicmer Evans, politólogo miembro del PSUV que prácticamente ha sido expulsado de su militancia sin un proceso disciplinario.
En un reciente artículo publicado en el portal web de izquierda Aporrea, Evans subraya los privilegios de los cercanos al poder y sus actos de corrupción al poder “designar a dedo contrataciones con el Estado con posibilidad de privilegiar a familiares, amigos o compadres”.