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“La crisis ha pegado duro”, dijo María Arteaga, una maestra retirada que ahora maneja un refugio en Los Teques, a dos horas de Caracas, donde alimenta y atiende a cientos de perros famélicos abandonados a su suerte. “Tenemos dos vertientes: 'los abandono porque no puedo comprar comida’ o ‘porque me voy del país y no tengo cómo llevarlo’”, explicó Arteaga, quien empezó a acoger cachorros en su casa, hasta que se hicieron demasiados.
“Es impresionante, nos llegan perros de raza, que se ve que son de familia”. Arteaga confesó que el número de animales que recibe en su refugio, un desvencijado solar al lado de una carretera, se ha incrementado al punto que, cada pocas horas, le llega un nuevo perro abandonado.
Venezuela se encamina a cerrar su tercer año de recesión mientras la inflación -la más alta del mundo- y la escasez de bienes básicos, tiene a miles haciendo largas colas para comprar bienes de primera necesidad y hasta alimento para sus mascotas.
El precio de la comida para animales se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. Una bolsa de 20 kilos de alimento para perros puede costar 55.000 bolívares -unos 55 dólares en el mercado paralelo-, difícilmente costeable para alguien que recibe el sueldo mínimo mensual de 22.577 bolívares.
Incluso, ante la imposibilidad de alimentar a sus animales, los principales zoológicos del país reportaron que, en los primeros seis meses del año, al menos 50 de sus ejemplares murieron de inanición.
Los refugios como el de Arteaga están proliferando a medida que la crisis se agudiza y al Gobierno socialista se le hace cada vez más difícil cumplir con su plan de vacunas y albergues para mascotas, conocido como “Misión Nevado”. María Rodríguez, una ingeniera en sistemas de 33 años, es una de las tantas venezolanas que decidió mudarse a España porque su sueldo es insuficiente para mantener a su familia.
Una tarde, hace poco, encontró un perro vagando por la calle que su hijo de 12 años quería quedarse para que le haga compañía al Border collie que tiene desde hace tres años. Sin embargo, decidieron dejarlo en el refugio de Arteaga.
“Lamentablemente no alcanza para comer. Entonces, ¿cómo uno puede darle comida a dos o tres animales?”, se lamentó Rodríguez, comentando que dejará a su perro con su madre, a quien planea enviarle 50 dólares cada mes, más del doble del salario mínimo.