Las autoridades recorren estos días los humildes barrios de Manaus, capital del estado de Amazonas, para aplicar, puerta por puerta y con apoyo del Ejército brasileño, las vacunas contra el sarampión, en medio, incluso, de algunas amenazas de narcos.
La imagen se repite en otras ciudades del país, también en el estado de Roraima, donde además existe una crisis migratoria debido al éxodo de venezolanos que huye de la crisis de su país y que ha importado muchos de los casos.
En Amazonas y Roraima se han contabilizado ya 660 casos de sarampión confirmados y están bajo investigación unos 2.700 más, según datos oficiales. A esos hay que sumar los confirmados en Rio Grande do Sul (8), Río de Janeiro (7), Sao Paulo (1) y Rondônia (1).
El virus del sarampión ha encontrado así una tierra fértil donde propagarse con una población local que se ha relajado a la hora de vacunar a sus hijos, al igual que algunos médicos que les atienden, según especialistas consultados por Efe.
La inmunización contra sarampión, parotiditis y rubeola, comprendidas en la triple vírica, viene bajando desde hace tres años en Brasil y presentó en 2017 una cobertura del 85%, cuando en 2014 rozaba prácticamente el 100%, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud. En algunos estados, como en el empobrecido Pará, también en el norte, solo se alcanzó el año pasado el 68,45%.
La pregunta es que por qué en Brasil se vacuna menos, cuando el resto del mundo registró en 2017 un récord de niños vacunados (123 millones), según un estudio divulgado por Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS). La respuesta, según el Ministerio de Salud, es “la falsa sensación, en parte de la población, de que no hay más necesidad de vacunar en parte de la población -e incluso de algunos profesionales de la salud-”.
Carla Domingues, coordinadora del Programa Nacional de Inmunizaciones, resalta a Efe que “la población parece no reconocer más esas enfermedades como un importante problema de salud pública” y como consecuencia “hay un relajamiento en la no procura de la vacuna”.
También pone el acento sobre los profesionales de la salud, muchos de los cuales, por una cuestión generacional, nunca han tratado estas enfermedades en sus consultas y por tanto, no han recomendado la inmunización “de una forma tan fuerte” como en anteriores décadas.
En el inicio del siglo XX, las enfermedades inmunoprevenibles, como poliomielitis o viruela, eran endémicas en Brasil causando un elevado número de casos y muertes en todos el país. Las constantes campañas de vacunación desde el Gobierno permitieron erradicar la fiebre amarilla urbana y la viruela y eliminar el sarampión, la polio y la rubeola, entre otras.
“Hoy no hay esa vibración en relación a las campañas, que acontecen todos los años. Brasil no paró, pero la comunicación parece que no está consiguiendo hacer entender a las personas que aún es importante vacunarse”, afirma a Efe Isabella Ballalai, pediatra y presidenta de la Sociedad Brasileña de Inmunizaciones (SBIm).
En esa “sopa de factores” que explican la caída en los índices de vacunación infantil también son un nocivo ingrediente las llamadas “fake news” (noticias falsas), que preocupan a las autoridades sanitarias.
“Circulan muy rápidamente y ocupan un espacio desproporcionado al tamaño de esos grupos que las propagan”, comenta Ballalai. Para combatir la desinformación, la asociación ha impulsado el portal familia.sbim.org.br, el primero en lengua portuguesa certificado por la “Vaccine Safety Net” de la OMS.
El brote de sarampión ya es un “riesgo real” en Brasil. La polio, por el momento, “es un riesgo teórico, pero existe”, alerta Domingues y más teniendo en cuenta que en 312 municipios menos del 50% de los niños no fueron vacunados contra esta dolencia. En este sentido, Brasil realizará desde el 6 hasta el 31 de agosto una campaña nacional de vacunación contra la polio y el sarampión. “Basta con tener una comunidad con una cobertura baja y esas enfermedades pueden volver por allí”, afirma Ballalai. “La vacuna no es opción, es una obligación ”, completa Domingues.