Bolsonaro, el ultraderechista que toma las riendas de Brasil

BRASILIA. Jair Bolsonaro se hizo conocer más por sus exabrutos misóginos, racistas y homófobos que por sus proyectos como diputado, pero la ambición de este exmilitar, buscador de oro en sus horas libres, lo llevó a alcanzar el tesoro más valioso.

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Es decir: la presidencia de Brasil. El ultraderechista, de 63 años, conquistó el voto de 57 millones de brasileños en la contienda de octubre pasado (55%) contra el izquierdista Fernando Haddad; y su fuerza política, el hasta entonces minúsculo Partido Social Liberal (PSL), se convirtió en la segunda mayor representación en la Cámara de Diputados.

Defensor de la dictadura (1964-1985) y de sus métodos de tortura, Bolsonaro se presenta como el gobernante de mano dura capaz de regenerar un país agotado por los escándalos de corrupción, la violencia y la crisis económica.

Al presidente electo se le conoce como “el Donald Trump brasileño” por su retórica incendiaria y su amplio uso de las redes sociales en detrimento de la prensa tradicional, a la que suele acusar de fabricar “noticias falsas” en su contra.

A comienzos de septiembre estuvo a punto de morir cuando recibió una puñalada en el abdomen durante un mitin. El ataque lo llevó tres semanas al hospital, pero no lo apartó de las redes, en las que cuenta con millones de seguidores.

Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro

 

Jair Messías Bolsonaro nació en 1955 en Campinas, cerca de Sao Paulo, en una familia de origen italiano. Desde muy joven simpatizó con la vida militar e ingresó al Ejército antes de cumplir 20 años. Se presenta como el “outsider” de la política, por no haber hecho alianzas con los partidos tradicionales.

Pero conquistó a la poderosa bancada del agronegocio en el Congreso y a líderes de iglesias neopentecostales, que buscaban evitar el retorno de la izquierda. En las redes prometió “reducir el tamaño del Estado, el desarrollo sin los obstáculos de las ONG, acuerdos comerciales bilaterales (...) y cambiar la actual línea errada en la educación y la seguridad” .

Puso en manos de militares siete de sus 22 ministerios. Nombró ministro de Justicia a Sérgio Moro, el magistrado que al frente de la Operación anicorrupción Lava Jato llevó a la cárcel a decenas de empresarios y políticos, incluido el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).

Pero las sospechas de corruptelas ya salpicaron a su entorno. El chofer de su hijo, el senador Flávio Bolsonaro, tendrá que explicar transferencias bancarias muy superiores a sus ingresos; y un tribunal suspendió por tres años los derechos políticos de su futuro ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, por un delito de improbidad administrativa.

“Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”, reza su lema. Antiabortista y defensor de la familia tradicional, Bolsonaro tiene cinco hijos de tres matrimonios: cuatro varones -tres dedicados a la política- y una mujer, que según dijo una vez significó “una debilidad” de sus capacidades. En 2003, le dijo a una diputada izquierdista que lo acusaba de incentivar las violaciones que “no merecería ser violada” . Luego explicó: “No merecería ser violada porque es muy mala, muy fea”.

Cientos de miles de mujeres se manifestaron en la campaña para gritar “Él no”, sin lograr frenar su ascenso. En una entrevista con la revista Playboy, en 2011, dijo que preferiría que sus hijos “muriesen en un accidente” a que fueran homosexuales. Recientemente prometió, en un tono más moderado, gobernar en “beneficio de todos, sin distinción de origen social, raza, sexo, color, edad o religión” .

A partir del 1 de enero, empezará a saberse si realmente hay un Bolsonaro opositor y otro estadista, y qué posibilidades uno u otro tienen para imprimir los rumbos que quieren en Brasil.

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