Berlusconi fue condenado por fraude fiscal en 2013 por la Justicia italiana y desde entonces está inhabilitado para ejercer cualquier cargo público hasta 2019, una sentencia que apeló ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y cuyo fallo espera.
Mientras, el incombustible animal político ha vuelto al ruedo, participando activamente en la campaña electoral y liderando su partido, el conservador Forza Italia, que acude a los comicios con un sugestivo símbolo que reza “Berlusconi presidente”.
No puede ser primer ministro, pero tampoco ha anunciado claramente a ningún candidato para ocupar el cargo, aunque ha dado a entender que sería el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani.
Sí lo han hecho, por el contrario, sus socios coaligados en los comicios, la nacionalista Liga Norte, cuyo candidato es Matteo Salvini, y Hermanos de Italia, con Giorgia Meloni. Berlusconi asegura que el partido que obtenga más votos de estos tres será el que decida el nombre del primer ministro y confía en que será su formación la que tenga la llave.
El ex-Cavaliere sigue tejiendo hilos en la política del país 24 años después de su primera victoria, en 1994, también entonces con la Liga Norte de Umberto Bossi. En aquellas elecciones se presentó como el dique de contención contra el comunismo y convenció al electorado, aunque su Ejecutivo fue efímero y duró poco menos de un año, hasta que Bossi le retiró su apoyo.
Volvió a ser primer ministro en 2001-2006, y de nuevo en 2008-2011. Atrás quedan sus chistes fuera de tono y sus meteduras de pata, pero no sus escandalosas fiestas por las que sigue enredado en pleitos judiciales, pues actualmente un proceso investiga si compró el silencio de los imputados en los casos sobre sus fiestas para que no declararan en su contra.
A pesar de la gran cantidad de investigaciones en las que se ha visto involucrado, Berlusconi ha sabido esquivar a la Justicia durante estos años. Condenado por fraude fiscal de su empresa Mediaset en 2013, tuvo que cumplir un año de trabajos sociales en un centro para ancianos y discapacitados, pero quedó absuelto de los delitos de abuso de poder e incitación a la prostitución de menores en el llamado “caso Ruby”.
Este debía su nombre a la joven marroquí Karima el Mahroug, alias Ruby, con la que se le acusó de haber mantenido relaciones sexuales cuando ella era menor, aunque fue absuelto.
En el pasado también fue señalado por mantener supuestos vínculos con el crimen organizado, si bien Berlusconi siempre lo ha negado y la Justicia nunca ha encontrado pruebas concluyentes en su contra. No obstante, estos fantasmas han vuelto a la actual campaña electoral después de que un miembro del antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5S) le acusara de “fortalecer a la mafia” siciliana en los años '90.
“No sé si podré entrar en el Gobierno: seré entrenador”, dijo Berlusconi recientemente a los medios, hablando de su inhabilitación. No le falta razón. A sus 81 años, con un marcapasos en el corazón desde 2006 y operado en junio de 2016 por una insuficiencia aórtica severa, sigue estando en el centro del campo y tal vez sea quien dicte los tiempos de juego después del 5 de marzo.
Los sondeos auguran a la coalición conservadora en la que está su partido la eventual victoria con cerca del 35% de los apoyos, lejos del 40 % necesario para gobernar. Si estas estimaciones se cumplen, varios analistas han apuntado a que Berlusconi podría ser el núcleo fundamental para un plan “B” que podría pasar por garantizar un Ejecutivo de continuidad, liderado por el actual primer ministro en funciones, Paolo Gentiloni, si Forza Italia da su apoyo a una hipotética coalición de izquierdas. Algo que Berlusconi ha negado durante la campaña. Sea como fuere, lo que está claro es que quienes le dieron por muerto políticamente se equivocaron.
El eterno Berlusconi es astuto, enérgico, sabe escabullirse de las turbulencias y ha vuelto a la plaza para tratar de ejercer un papel en el futuro del país. En las últimas semanas, ha acudido a los platós de televisión alertando del peligro que supone el M5S, que encabeza las preferencias de voto en solitario, e incluso les ha comparado con el comunismo de los años noventa. También ha aprovechado sus apariciones públicas para prometer bajadas tributarias e incluso perseguir severamente la evasión de impuestos, paradójico para una persona que está condenada por fraude fiscal. Y es que el “espectáculo Berlusconi” ha vuelto.