Acuerdo sobre el programa nuclear iraní se “desintegra progresivamente"

TEHERÁN. El anuncio por parte de Irán de que excederá a partir del jueves el volumen autorizado de sus reservas de uranio enriquecido es un nuevo duro golpe al acuerdo nuclear de 2015, fruto de un largo maratón diplomático.

Esta iniciativa no significa necesariamente la sentencia de muerte de este texto, pero revela, según los expertos, una nueva etapa en su “desintegración progresiva” tras la retirada unilateral de Estados Unidos el año pasado.

Concluido el 14 de julio de 2015 en Viena, el acuerdo nuclear es el fruto de varios años de negociaciones entre las grandes potencias (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China y Alemania) e Irán, tras más de una década de tensión en este dosier.

Destinado a garantizar el carácter estrictamente pacífico del programa nuclear iraní, prevé como contrapartida el levantamiento progresivo de las sanciones que asfixian a la economía del país.

Considerado como un éxito mayor del multilateralismo en general y de la administración Obama en particular, este texto fue vivamente criticado por Israel y el (entonces) futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que estimaban que no ofrece garantías suficientes.

El acuerdo frena al programa nuclear iraní y lo somete a inspecciones reforzadas del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), de tal manera que Teherán no pueda desarrollar la bomba atómica.

En la práctica, prohíbe a Irán enriquecer uranio en más del 3,67% y almacenar más de 300 kg de este elemento. También limita a 130 toneladas las reservas de agua pesada del país.

Además, impone la neutralización del reactor de agua pesada de Arak (capaz de producir plutonio) y limita el número de centrifugadoras de uranio utilizadas por Teherán.

La puesta en marcha de estas disposiciones es supervisada de manera continua por expertos del OIEA, que multiplican las visitas sorpresivas sobre el terreno y cuentan con miles de imágenes de cámaras de video-vigilancia en tiempo real.

Esta agencia de la ONU, que subraya que este régimen de verificación es el más duro del mundo, hasta ahora siempre ha certificado que Irán lo respetaba.

En contrapartida, las grandes potencias se comprometieron a levantar progresivamente las sanciones económicas contra la República Islámica, en particular en lo que respecta al comercio de petróleo y gas, sectores vitales para su economía.

Pero Washington restableció sus sanciones contra Irán tras la retirada unilateral estadounidense del acuerdo, en mayo de 2018.

Estados Unidos, por otra parte, ha impuesto a sus socios abandonar la mayor parte de sus intercambios económicos con Irán bajo amenaza de no comerciar más con ellos.

Los europeos anunciaron la implementación de un sistema de trueque (Instex) destinado a ayudar a Irán a esquivar las sanciones norteamericanas, pero, este dispositivo aún se encuentra en un limbo.

Asfixiada económicamente, Teherán ha argumentado que los compromisos (por parte de los europeos) no han sido respetados y que, en tal circunstancia, podría abandonar ciertas obligaciones impuestas por el acuerdo.

 

Irán anunció en mayo que ya no se considera en la obligación de aplicar los límites de almacenamiento. Señaló que el umbral de uranio enriquecido se superará el 27 de junio.

Teherán también advirtió que si no hay avances, comenzará a partir del 7 de julio a enriquecer uranio a más del 3,67%, así como aumentará el número de centrifugadoras.

Estos excesos podrían ser utilizados por las otras partes interesadas como motivo para denunciar el acuerdo.

Pero, este escenario no es el más probable, puesto que estos países hasta ahora han manifestado su adhesión al texto que continúa manteniendo a Irán lejos de lograr una capacidad nuclear militar.

La jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, ha subrayado que quiere atemperar y sólo juzgar sobre la base de pruebas y elementos.

“Nuestra evaluación sobre el respeto por parte de Irán de sus compromisos no se fundará en declaraciones, sino sobre hechos, o sea, la evaluación del OIEA”, subrayó el 20 de junio.

El propio organismo, conforme a su tradición, debe limitarse a realizar sus evaluaciones técnicas, sin entrar en el terreno político.

En este contexto, según el investigador Thierry Coville, del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) con sede en París, el acuerdo es susceptible de seguir experimentando una “desintegración progresiva” sin necesidad de ser declarado oficialmente caduco, sobre todo si se consideran los excesos como marginales.

Un rechazo de Irán a continuar aceptando las inspecciones reforzadas del OIEA, una producción desenfrenada de uranio enriquecido o la reactivación del sector del plutonio, no obstante, constituirían líneas rojas indiscutibles, según los expertos.

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