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El rock está hecho de sorpresas, y la noche de los Red Hot Chili Peppers es una de ellas. “¿Quién se hubiera imaginado...?” es una frase que muchos aún no podemos evitar dejar de usar cuando pensamos en los grandes nombres de la música mundial que siguen llegando a Paraguay luego de que hace unos dos años el país se ubicara firmemente en el mapa de las giras más grandes del mundo.
No resulta difícil pensar que esa misma frase estuviera rondando en la mente de los miles de fans que en la noche del martes se dieron cita en el Jockey Club de Asunción. ¿Quién se hubiera imaginado que estaríamos viendo en vivo a Red Hot Chili Peppers, una de las bandas de rock más exitosas de las últimas décadas? Desde anoche dejó de ser cuestión de imaginación.
Sin arriesgarnos a dar cifras concretas, se puede decir que la asistencia fue masiva, con densas multitudes dejando muy poco espacio para maniobrar en las calles aledañas al hipódromo, en los accesos e inclusive en el recinto mismo. Sobra decir que cuando las luces se apagaron para señalar el inminente inicio del show, puntualmente a las 21:30, aún había muchos en proceso de dirigirse a sus lugares.
Hombres, mujeres y hasta niños de todas las edades: un ecléctico público estaba allí presente, y todos explotaron cuando, luego de una breve introducción instrumental, la banda salió marchando al escenario con energía caótica y al ritmo de “Can't stop” y “Dani California”; como no podía ser de otra forma, unos Anthony Kiedis y Flea sin camisa lideraban la música acompañados de Chad Smith en la batería y Josh Klinghoffer en la guitarra, junto con otro baterista de apoyo y un percusionista.
Ensayando saludos en español e inglés, los californianos siguieron el espectáculo con uno de sus recordados éxitos de finales de los '90, “Scar tissue”, que el público acompañaba coreando mientras en el escenario se desplegaba un impresionante –si bien no muy complejo– espectáculo visual con un efectivo juego de luces y numerosas pantallas gigantes que reproducían en blanco y negro lo que ocurría en el escenario. Inspirados solos de guitarra y una batería inagotable complementaban la melódica voz de Kiedis.
Siguieron “Look around”, desde su más reciente álbum “I’m with you”, y la muy celebrada y coreada “Snow” (Hey Oh), que desde sus primeros acordes generó un estallido de gritos en el público. Una ligera pero energética introducción con guitarra luego abrió “Soul to squeeze”. Flea, definitivamente, no dejaba de lucirse entre solos y arreglos estridentes con su bajo.
Con una dedicatoria para “las niñas”, la banda pasó a presentar su faceta más acelerada con “Right on time”, con un ritmo frenético y un Kiedis rapeando a mil revoluciones por minuto. Luego sería el reverberante bajo de Flea el que introduciría al público a uno de los éxitos más recientes del grupo, “The adventures of Raindance Maggie”, que de nuevo tuvo un impresionante acompañamiento vocal del público; el hipódromo y el escenario que se erigía sobre él pasaron a ser pistas de baile. Kiedis, por supuesto, tampoco dejaba de moverse y bailar.
Más ritmos veloces siguieron con “Throw away your television”, canción marcada principalmente por el bajo y la percusión; Flea creaba un sonido que por momentos se antojaba electrónico, haciendo vibrar literal y figurativamente a la audiencia. Dedicada a los “mejores amigos”, luego vino la también ultrarrápida “Me & my friends”, canción grabada en el álbum “The Uplift Mofo Party Plan”, allá por 1987.
Volviendo a bajar las revoluciones, el grupo siguió su espectáculo con “Under the bridge”, que logró estallar gritos en más de una fanática. Al tema siguió una larga entonación de “olé olé olé” del público que los artistas musicalizaron desde el escenario para algarabía de los miles de fans reunidos en el Jockey. El show continuaba con “Ethiopia”, mientras Flea daba un show aparte, sin quedarse quieto un momento entre saltos y corridas de un lado al otro del escenario.
“Nos encontramos muy felices por estar en Paraguay, este país es muy bonito”, dijo Flea en una pausa, en un trabajoso pero perfectamente comprensible español, disculpándose se pasó por su mal manejo del idioma, antes de cambiar a un lenguaje en el que es mucho más fluente, el de la música, y poner una introducción a la explosiva y vertiginosa “Suck my kiss”, que llenó de energía al Jockey.
El público volvería a estallar al reconocer las primeras notas de uno de los grandes éxitos por excelencia del grupo, “Californication”. Haciendo malabares entre temas rápidos y lentos –y una primera seguidilla de hits– el grupo presentó un “setlist” muy bien balanceado y variado musicalmente.
Luego del melódico hit, los estadounidenses volvieron a pisar a fondo el acelerador con la también impetuosamente coreada “By the way”, con las pantallas y las luces tiñendo de color el hipódromo. Kiedis volvió a escapar frases en español: “Muchas gracias, mucho gusto, mucho amor”. Acto seguido, el grupo agradeció a sus fans y se retiró del escenario.
Pasaron algunos minutos antes de que Chad Smith volviera a la batería y, junto a su percusionista, interpretara una melodía que fue ganando de a poco en complejidad con la aparición de Klinghoffer y Flea, que se robó el show entrando parado sobre sus manos. Esa melodía acabó transmutándose en funk del clásico con la canción “Sir Psycho Sexy” enganchada con un “cover” de “They're red hot”, del legendario músico de blues Robert Johnson.
El ritmo de nuevo cambió con la balada melódica “Meet me at the corner”, para que el show se cierre por todo lo alto con el tema que todo el mundo sabía que no podía pasar, la rítmica “Give it away”, que puso a saltar a artistas y fans por igual hasta el final, alrededor de las 23:18.
El rock está lleno de sorpresas. Y el capítulo Red Hot Chili Peppers así lo demuestra. Si la masiva asistencia a este show es un indicador, la cantidad de momentos de “¿Quién se hubiera imaginado...?” seguirá siendo alta en el futuro.