Cargando...
Cuentas regresivas en el calendario, extensas filas en la compra de boletos, infinitas guardias en el aeropuerto o el hotel –aun sin fecha ni horario de llegada del pop star en cuestión confirmados– incrementaban la ilusión en las miles de fanáticas que, por fin, cumplirían su sueño.
Con solo 19 años de edad, el intérprete musical canadiense Justin Bieber vivió un ascenso meteórico a la fama mundial y al estatus de ídolo de millones de jóvenes que le acarreó al mismo tiempo gran fortuna y detractores tan radicales como sus fanáticos son apasionados.
Sin embargo, es de tercos argumentar que Bieber carece de talento; es porque lo tenía que logró convertirse en una estrella a nivel mundial, y es porque aún lo tiene que sigue siendo el ídolo de legiones de jóvenes. Anoche, en Asunción, Bieber demostró que no es ese anticristo musical que muchos lo acusan de ser, dando un show que, aunque careció de sorpresas, hizo un correcto repaso de los más grandes éxitos del artista con un acompañamiento visual que potenciaba el espectáculo, y dejó a unos cuantos miles de sus fanáticos sin duda satisfechos.
En cierto modo, los fans de Bieber no son demasiado distintos a los aficionados a otros estilos musicales que frecuentemente los atacan por su gusto en música: como en otras ocasiones hicieran fans del rock, por ejemplo, los y las “beliebers” hicieron vigilia en el aeropuerto y en el hotel, y esperaron por horas para entrar al lugar del show y allí cantar, saltar, gritar y tratar de hacer que el espectáculo sea tan suyo como del artista. Géneros distintos, misma pasión.
Cuando ya eran más de las 20:00 y el Jockey Club ya se comenzaba a llenar de una audiencia predominantemente femenina, se anunció que el show tendría un retraso debido a inconvenientes con el vuelo de Bieber proveniente de Brasil. El show de Bieber debía empezar a las 20:30, pero cuando eran las 21:00 recién subía al escenario el dúo local Noi para la previa.
Con baladas pop como “Tú y yo”, “Por ti” o “Regálame”, el novel dúo integrado por los hermanos Luigi y Giuliano Manzoni logró una gran aceptación por parte del público que esperaba ansioso el espectáculo principal, y que acompañó con aplausos y vítores a los locales en su presentación, si bien al final ya pedían a gritos por la estrella de la noche, algo que los miembros de Noi se tomaron con buen humor. Un sonido fresco y una atractiva puesta musical, incluso influenciada por sonidos rockeros.
Finalmente, la espera fue bastante más larga de lo previsto, pero el público no paraba de gritar con entusiasmo. Repentinamente, a las 22:20 apareció en las pantallas gigantes una cuenta regresiva de diez minutos, que hizo aumentar aún más la expectativa. Cada minuto llegaba con un nuevo estallido de gritos.
Tiempo después, el conteo llegó a cero, y una voz gruesa en los altavoces dijo en inglés: “Damas y caballeros, bienvenidos”, mientras un impresionante juego de luces de todo tipo y color teñían el recinto. Finalmente, con fanfarria, vestido con un traje blanco y lentes de sol, Justin Bieber apareció en el escenario para que se desate la locura contenida por horas, por días… o, tal vez, meses y hasta años.
Con un grito de “Let's go”, el canadiense dio inicio a su primer show en Paraguay, interpretando la canción “All around the world”, demostrando sus dotes como bailarín con una canción que parece hecha para las discotecas y que fue seguida por “Take you”, de ritmo más suave y que a quienes fueran de la edad necesaria sin duda recordó al sonido de ídolos del pop de los '90 como los Backstreet Boys. Junto a él, un animado cuerpo de baile seguía el ritmo de un show que no iba a dejar de moverse.
Aunque limitándose a hacerlo en inglés, Bieber se mostró en todo momento bastante comunicativo con su público, saludando y alentando. “Esta noche va a ser divertida”, afirmó el cantante antes de pedir permiso para “ponerse más cómodo” y sacarse los anteojos y la chaqueta, lo que volvió a causar delirio en las miles de personas reunidas en el hipódromo. Volvía la mirada de un lado a otro, como si tuviera que reconocer su campo de juego.
Siguió el show con la balada romántica “Catching feelings” –interactuando con su público–, que luego dio paso a breves versiones en medley de los movidos “One time”, “Eenie meenie” y “Somebody to love”, que demostraron la gran sincronía existente entre el cantante y su público, que cantaba en coro bajo la dirección del mismo Bieber.
Tras un breve video que hacía crónica del éxito de Bieber –casi un himno al narcisismo pop– y las voces de sus detractores, el canadiense prosiguió con “Love me like you do”, y tras una intro decididamente rockera pasó a interpretar la más movida “She don't like the lights”, sin dejar de bailar y terminando incluso con una pequeña acrobacia que de nuevo arrancó gritos de admiración ensordecedores. Acaso algunos momentos de playback evidenció el cantante en ocasiones; sin embargo, el público solo necesitaba tenerlo allí para darse por satisfecho.
Exhibiendo cierta influencia de Michael Jackson en su canto y su baile, Bieber continuó el show con “Die in your arms”, previa presentación de su banda y solos de su baterista y su bajista. Luego seguiría “Out of town girl”, una canción de rythm & blues movediza y siempre acompañada de un suntuoso espectáculo de luces.
Luego, dejando de lado toda la parafernalia y acompañado solo por un guitarrista acústico, Bieber lució su voz cantando las baladas “Be alright” y “All that matters”, volviendo a instaurar un ambiente de fiesta luego con uno de sus grandes éxitos, “Never say never”, mientras el público se bañaba en luces azules, doradas, verdes y “flashes” blancos.
La fiesta subió a otro nivel de intensidad con la combinación de espectacularidad estética y energizante sonido electrónico de “Beauty and a beat”, esa canción de discoteca que Bieber firmó con Nicki Minaj y que puso a bailar y saltar a la audiencia en casi su totalidad. El cantante inclusive se pegó el lujo de dar un más que correcto solo de batería que culminó en fuegos artificiales.
A continuación, las cosas volvieron a ponerse sentimentales con “One less lonely girl”, en la que Bieber cumplió con otro de los momentos estelares de las presentaciones de su actual gira, haciendo subir al escenario a una chica del público -que se identificó como Andrea- para cantarle y darle un efusivo abrazo.
Las pantallas gigantes mostraron luego vídeos caseros de Bieber cuando era pequeño, intercalados con un mensaje de agradecimiento del cantante para su público por el apoyo que le brindan. Acto seguido el canadiense reapareció en el escenario ya con el torso desnudo, despertando el tipo de reacciones que uno esperaría de sus fans femeninas en un momento como ese.
Luego de una “As long as you love me” acompañada por las palmas del público, Bieber volvió a dirigirse a su público anunciando que tenía una noticia mala y una buena. “La mala es que sólo me queda una canción. La buena es que esta la escribí para todos y cada uno de ustedes”. Se trataba de “Believe”, con el cantante ejecutando el piano.
“¡Me voy!”, exclamó Bieber al término de la canción, desapareciendo. Sin embargo, pronto una voz comenzó a pedir al público que haga ruido y llamara al artista, quien al cabo de un minuto reapareció con otro de sus grandes éxitos, “Boyfriend”, que el público de nuevo coreó a viva voz; parecían saber que ya faltaba realmente poco para que la velada llegara a su fin y que era la última oportunidad para dejarlo todo.
Como no podía ser de otra forma, el show terminó con “Baby”, aquella canción que lanzó a la fama a Bieber hace unos años, y que casi fue cantada más por el público que por el propio Bieber. Con una extensa batería de pirotecnia, el show acabó.
En las calles alrededor del Jockey Club los fans cantaban las canciones que acababan de oír en vivo, sonreían y saltaban. Algunas fanáticas aún dejaban escapar más de una lágrima. Esa es, después de todo, la mejor calificación que puede obtener un encuentro musical de este tipo: la aprobación de los fans a los que hizo feliz. Difícilmente olviden ese gran momento pop; sin dudas, el gran momento pop de este año.