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Apenas cinco minutos pasaron de las 21:00 para que el artista saliera al escenario del Club Olimpia –que estaba lleno–, en un recital de casi dos horas y media... sin respiro alguno para su fans.
Desde entonces, hubo todo. Baladas, rancheras, mariachis… bailes cómplices, besos, coqueteos para su público. El conocido como “divo de Juárez” finalmente regresó al Paraguay, luego de casi una década de ausencia. La visita significada un ritual casi solemne, después de tener que reprogramar el concierto –previsto inicialmente para mayo de este año– por sus problemas de neumonía que lo obligaron a internarse en Las Vegas, en abril pasado.
Pero ese recuerdo fue olvido, cuando el artista mexicano brindaba sus éxitos a lo largo de la noche en el Olimpia. “Paraguay divino, ¡buenas noches!”, saludaba el cantante, para inmediatamente dar lugar a Tus ojos mexicanos lindos. Entretanto, postales de lugares turísticos del Paraguay se proyectaban en pantalla, detrás del cantante.
El artista demostraba su talento vocal con agudos inalcanzables que develaba en Siempre en mi mente, para luego entregar sus primeros pasos de baile, con la cómplice María José.
El público enloquecía, mientras el artista de 64 años practicaba sus movimientos de cintura y caderas; antes de empezar a emocionarse con Cariño mío.
Ya sentado, y luego de una breve pausa, el mexicano interpretó la confesional He venido a pedirte perdón, para dar lugar a su orquesta de mariachis, con El principio, que logró la ovación mutlitudinaria.
Fue entonces cuando, uno de sus coristas, logró hacer una calurosa versión de Recuerdos de Ypacaraí, que en esta ocasión se deslizaba entre la guarania, el bolero y la ranchera.
Una lluvia de aplausos comenzó a resonar con los primeros acordes de Se me olvidó otra vez, canción por demás popular en el continente.
Los instrumentistas se lucían con Ya no vuelvo a molestarte y Por qué me haces llorar, antes de mostrar su emoción –que llegó a los llantos– en La diferencia.
La emoción del cantante seguía con Insensible, para dar lugar después a Amor aventurero, momento en el que brillaba con él, el acordeón.
La noche seguía más tarde con Costumbres, canción en la que interactuó con sus coristas, antes de cantar Te lo pido por favor.
El llanto volvía a tener su lugar, mientras hacía Inocente pobre amigo, y los fans estallaban en los coros de Amor eterno.
El escenario se convertía en una pista de baile, cuando el cantante se dispuso a interpretar Noa noa, aquel pegajoso hit que puso a bailar a todos, en décadas pasadas.
El artista reclamó sus desventuras de amor, al ritmo de Yo no nací para amar, antes de generar gritos, aplausos, y más gritos, con su éxito internacional Así fue.
Los fans, directamente, alcanzaban el éxtasis cuando el mexicano se disponía a hacer su emblemática Querida. Una calurosa antesala de despedida, que diera lugar a Por qué me haces llorar, y a otra participación de su grupo de mariachis.
Los llantos seguían; iban y volvían. Tanto en el artista, como en su propio público, mayoritariamente integrado por mujeres mayores de 40.
En un concierto impecable, en el que sobraron carisma y visibles emociones, Juan Gabriel logró conectar con su público fiel. A juzgar por tantas sonrisas a la salida, sus seguidoras de años, agradecidas.