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Por alguna razón tenía que haber monstruos de fantasía, brujas y guerreros demoníacos en la adaptación hollywoodense de la historia de los 47 ronin, uno de los ejemplos más representativos de la lealtad inquebrantable del código de honor del “bushido” por el que se regían los guerreros samurái del Japón antiguo.
La inclusión de elementos fantásticos en la historia no es por sí sola algo malo. Claro, una adaptación fiel de la historia real -bien hecha- hubiera podido ser un excelente thriller de suspenso arropado en la fascinante filosofía y las costumbres de la tierra del Sol Naciente, pero no existe razón para pensar que una adaptación con tintes de fantasía también bien hecha sería incapaz de también dar al público eso, además del espectáculo visual de gran impacto que es marca registrada de la industria norteamericana.
47 Ronin no está bien hecha.
La idea central de la historia es fiel a la realidad: en el Japón del Siglo XVIII, un señor feudal, Asano, pierde la vida por culpa de otro noble, por lo que varios de sus leales guerreros -convertidos en ronin, samurái sin señor- deciden ir en busca de venganza, de acuerdo a los preceptos del bushido aunque en contra de una orden directa del emperador. ¿Cuáles son las contribuciones del guión? Entre otras cosas una bruja al servicio del villano, monstruos y el personaje de Kai (Keanu Reeves), un mestizo de ascendencia británica y japonesa adoptado por Asano que acompaña a los ronin.
Hay dos problemas particularmente graves con la película, el más crítico de los cuales es el hecho de que se apoya en un guión increíblemente débil y falto de inspiración. Las motivaciones del villano Kira (Tadanobu Asano) no se comunican con claridad, por lo que la mayor parte del tiempo parece estar haciendo cosas simplemente por pura maldad. ¿Era su plan conquistar el feudo de Asano? ¿Todo el país? ¿Necesita casarse con la hija de Asano para ese objetivo o eso es solo un “plus”? Ni los guionistas parecen saber.
La villana secundaria, Mizuki, tampoco se salva de las pereza del guión, ya que por momentos parece saber simplemente porque sí ciertas cosas que le permiten socavar los esfuerzos de los ronin, y en un momento dado hace algo que parece ir directamente en contra de lo que beneficiaría a su amo. De nuevo, parece hacerlo simplemente por maldad. Al menos su personaje es más memorable por el hecho de que la actriz Rinko Kikuchi la interpreta con entusiasmo, evidentemente saboreando la oportunidad de dar una interpretación tan diabólicamente maligna. En el elenco, ella es fácilmente lo más destacado.
Kai es otro problema, aunque en menor medida. Es fácil entender por qué el márketing de la película lo necesitaba -una película con un elenco totalmente japonés, sin una estrella inmediatamente reconocible para el “gran público” no hubiera vendido-, pero dentro de la historia es total y absolutamente prescindible. El filme bien podría haber sido llevado por Oishi, el líder de los ronin (sólidamente interpretado por Hiroyuki Sanada), y el tiempo dedicado al insípido romance entre Kai y la hija de Asano (Ko Shibasaki) podría haber sido aprovechado para explorar un poco mejor la psicología de hombres para quienes el honor era más importante que la vida misma, lo que es un concepto infinitamente más fascinante que una historia de amor que no vemos florecer más allá de una escena de unos 20 segundos.
Argumentalmente, esta película es una enorme oportunidad perdida, que hubiera funcionado mucho mejor como una historia más íntima y pequeña en escala sobre un grupo de hombres buscando venganza y nada más que eso, sin amenazas de conquista ni damiselas en apuros.
Pero hubo casos de películas con argumentos superficiales salvadas por simple y puro espectáculo visual y estilo. Después de todo, millones de personas -entre las que me incluyo- cayeron rendidas ante 300, un filme con personajes totalmente unidimensionales pero con escenas de acción secillamente inolvidables.
El debutante director Carl Rinsch, sin embargo, no es ningún Zack Snyder. La mayor parte de las escenas de combate son incoherentes secuencias de tomas de medio segundo, editadas deforma caótica. Buena suerte viendo la película en 3D, con la oscuridad que añaden los anteojos contribuyendo a hacer aún más poco tolerables las escenas vertiginosas.
Ahora bien, hubo reportes de que diferencias creativas entre Rinsch y el estudio Universal acabaron dejando al director fuera de las labores de edición, que fueron asumidas por los ejecutivos, por lo que es difícil saber cuánto de la culpa es del realizador. Quiero creer que las dos únicas secuencias de acción rescatables de la película, un sorprendentemente fluido aunque breve duelo de espadas y la muy bien lograda y emocionante infiltración de los ronin en un castillo, son influencia de Rinsch, mientras que el resto fue forzado por gente que no tiene nada qué hacer en una sala de edición, pero quién sabe.
El trabajo de vestuario y producción en general está bien logrado, y la estética es colorida y variada. Locaciones como el feudo de Asano, Ako, resplandecen con vivos colores, y un muelle que parece una favela hecha de barcos, visualmente impresionante, podría haber sido mucho mejor aprovechado, ya que solo es utilizado para un par de tomas panorámicas y una breve y olvidable persecución a pie.
Algunas imágenes atractivas y un par de buenas secuencias de acción no son en absoluto suficientes para recomendar 47 Ronin. En lo que a fantasía con monstruos y espadas se refiere, francamente hay opciones mejores en cartelera.
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47 RONIN
Dirigida por Carl Rinsch
Escrita por Hossein Amini y Chris Morgan
Producida por Pamela Abdy y Eric McLeod
Edición por Stuart Baird
Dirección de fotografía por John Mathieson
Banda sonora compuesta por Ilan Eshkeri
Elenco: Keanu Reeves, Hiroyuki Sanada, Tadanobu Asano, Ko Shibasaki, Rinko Kikuchi, Min Tanaka, Jin Akanishi, Masayoshi Haneda y Cary-Hiroyuki Tagawa