Guns N’ Roses: lluvia de abril

Con casi tres horas de un maratónico concierto, Guns N' Roses desafió a la lluvia y se reunió con su público paraguayo dos años y medio después de su primer show en el país.

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Cuando el rock une generaciones y a miles de ilusiones sueltas en un mismo predio a veces ocurren cosas milagrosas. Es lo que ocurrió en la noche del miércoles, momento en que el cielo parecía venirse abajo… hasta que, sorpresivamente, la calma llegó.

Desde el recordado concierto de Guns N' Roses en el Jockey Club de Asunción del 15 de octubre de 2011, el primero de la legendaria banda de Axl Rose en Paraguay, mucho ha cambiado. El público paraguayo de conciertos –no solo del rock, sino de varios géneros- se ha acostumbrado a ver a algunos de los principales nombres de la música a nivel mundial hacer paradas en su país, algo que antes era poco frecuente.

Dos años y medio pasaron desde aquel concierto que muchos consideran marcó un antes y un después, y en la noche del miércoles los protagonistas de esa noche se hicieron presentes de nuevo en el hipódromo capitalino.

A pesar de las ominosas nubes de tormentas y, más tarde, los constantes estallidos de luz de los relámpagos y el estruendo de los truenos, había un aire de optimismo entre las personas reunidas en el Jockey Club. “No va a llover”, se podía oír decir a alguien. “Va a llover después del concierto”, señalaba alguien más.

Y la verdad es que más allá de un viento de intensidad más bien grande y algunas gotas de agua desde el cielo, ningún factor climático ensombreció las presentaciones de los teloneros locales Pornostars y Flou, unas de las bandas de rock más populares de la escena nacional en el momento y ambos con experiencia abriendo para artistas internacionales -Pornostars para KISS en 2012, Flou para los mismos Guns en 2011-, que se encargaron de hacer entrar en calor al público con repertorios breves pero enérgicos.

Pero entonces sucedió. Según el programa, Guns N' Roses debía iniciar su presentación a las 21:00, pero las descargas eléctricas en el cielo se hacían más persistentes, el viento más fuerte, la lluvia más copiosa, por lo que los organizadores juzgaron oportuno retrasar un poco el inicio del show. La lluvia seguía intensificándose, y no pocos habrán recordado con preocupación la ocasión en que un fenómeno similar llevó a una amarga suspensión.

La jornada parecía ir camino al desastre, ya que el público se replegaba en masa, dejando el campo del Jockey Club para buscar refugio bajo cualquier techo que pudiera procurarse. Eventualmente, sin embargo, la lluvia paró, y lentamente los sectores y las preferencias volvieron a ganar público.

Recién hacia las 23:10 una calavera con un par de rosas creciéndole de la cabeza a modo de cuernos, con la canción Far from any road de The Handsome Family de fondo, se apoderaba de las pantallas gigantes al momento que los integrantes de la banda se ubicaban en el escenario. Una vez que Rose salió, todo estaba listo.

Como fuera el caso en 2011, el grupo estadounidense abrió su show con el tema que da título a su más reciente disco, Chinese democracy, con el público reaccionando con algarabía. Desde entonces el efecto del viento en los cuerpos mojados dejó de importar un poco.

Es cierto que el elemento de novedad agigantó la fuerza y masividad del show de 2011; sin embargo, la pasión rockera seguía allí, firme en el Jockey.

El incombustible Welcome to the jungle, introducida por la guitarra de DJ Ashba, generó grandes pogos, mientras un Axl inquieto, movedizo, interpretaba temas como It's so easy y Mr. Brownstone.

Con Estranged vino un momento de lucimiento para el guitarrista Ron “Bumblefoot” Thal, mientras que Rose agradeció al público el haber esperado a pesar de la lluvia y el retraso en el show. Luego fue Ashba de nuevo el que se lucía encajando un sorprendente solo en medio de Better, seguido de Richard Fortus en la interpretación del clásico de la banda Rocket queen, que incluyó una larga introducción instrumental, algo que se volvería a ver en repetidas ocasiones en la noche.

Con un ritmo mucho más vertiginoso que el de sus baladas e himnos de hard rock habitual, la banda continuó el show con Nice boys (don't play rock n' roll), seguido de una versión electrificada de Used to love her, que fue acompañada con entusiásticos coros del público.

A continuación Rose cedió el micrófono a su compañero Duff McKagan, bajista original de la banda que hizo su regreso al grupo como reemplazo provisional de Tommy Stinson. McKagan -a quien los paraguayos pudieron ver en vivo recientemente como parte de los “supergrupos” Rock N' Roll All Stars y Kings of Chaos- e interpretó un acelerado “cover” del tema de Misfits, Attitude.

Rose demostró que sus aptitudes vocales –aunque menos poderosas– siguen finas con Shackler's revenge, seguido del muy celebrado My Michelle, que a su vez dio paso a un inspirado tema instrumental liderado por el guitarrista Fortus.

Una explosión de coros y varias de fuego vinieron luego con la ya tradicional versión de Live and let die, una balada en la que Rose se mostró impresionante, acompañado solo por el teclado de Dizzy Reed por un buen tiempo. Fue el propio Reed el que lideró el extraordinario instrumental que siguió.

Tras la balada Catcher in the rye vino otro de los clásicos más exitosos de la banda, You could be mine, que de nuevo llevó al público a descontrolarse. El clima ya parecía haberse estabilizado, aunque algún relámpago ocasional e inoportuno aún iluminaba el cielo, como queriendo añadir espectacularidad a la noche.

Tras un nuevo instrumental de Ashba, llegó el turno de Sweet child o' mine, uno de los himnos por excelencia de Guns N' Roses, que predeciblemente hizo cantar a miles y volvió a impartir cátedras de hard rock.

Vino luego otro instrumental de Thal y Fortus, tras lo cual Rose comenzó a entonar la emblemática balada November rain, para nueva algarabía del público. Luego fue el turno de Thal de tomar el micrófono y dar relevo a Rose, interpretando su propia canción Abnormal.

Uno de los momentos más emotivos de la noche fue sin duda el de la interpretación de Don't cry, otra balada inevitable del repertorio, que de nuevo puso a miles de fans a cantar al límite de sus fuerzas. Siguieron Civil war y otro de los ‘covers’ tradicionales e infaltable de su repertorio, Knockin' on Heaven's door, de Bob Dylan.

El recital se acercaba a las tres horas, pero eso no parecía calar en los artistas, que aún ofrecían largas introducciones instrumentales y mucha energía para las interpretaciones de Nightrain, Patience y la versión del tema de The Who, The seeker.

Como no podía ser de otra forma, la noche se cerró con el infaltable Paradise City, igual que en aquella noche de hace dos años y medio, ocasionando un incendio de energía.

Alejado de sus épocas polémicas y controversiales, Rose se ofreció al público y agradeció hasta el minuto final, mientras las gotas de lluvia volvían a hacer de las suyas… aunque ya con menos intensidad.

Otra noche de rock coronada con gloria. No será el mismo Axl Rose de otros tiempos, y lo sabemos. Con una mayor dosis de carisma y entusiasmo inclusive, el vocalista no dejaba de despedir a un público que se volvió a rendir a sus pies… por segunda vez.

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