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Voy a dar el veredicto final al principio: en los términos más simples, Frozen es excelente. Es un nuevo clásico instantáneo para añadir a una filmografía abundante en clásicos como la de Disney, un filme que reafirma el maravilloso momento creativo por el que viene pasando el estudio de animación de la casa creada por Walt Disney. Recomendada sin el más mínimo atisbo de duda. Si otorgara calificaciones con estrellas, le estaría dando cinco.
Tuve la oportunidad de ver Frozen en su avant premiére en Asunción hace ya más de dos semanas y, desde entonces, la película se plantó firmemente en mi cabeza negándose a salir. Hay un cierto tipo de magia muy especial en el cine que en películas como esta sale a relucir de forma particularmente notable, literalmente capturando la imaginación de su público.
En ese tipo de magia, lógicamente, Disney se especializó desde su triunfal institución del largometraje animado como medio artístico válido y fuerza importante en la taquilla con Blancanieves y los Siete Enanitos en 1937, brindando espectáculos de fantasía que sin duda marcaron millones de infancias.
En los últimos años, desde Encantada en 2006 y Enredados en 2010, Disney ha estado mirando hacia su pasado, abrazando su tradición de filmes de fantasía y cuentos de hadas con películas que funcionan a la vez como sinceros homenajes y afectivas parodias que toman las convenciones y los clichés de aquellos filmes y les dan giros interesantes.
Dentro de ese movimiento, Frozen representa la cúspide de los esfuerzos de Disney, al menos hasta ahora. Va a encontrarse con un filme rico en números musicales, objetos inanimados con vida, comedia física, poderes mágicos y no una sino dos mujeres que al simple vista parecen coincidir con el perfil clásico de las típicas “princesas Disney”, pero que prueban ser personajes increíblemente únicos y complejos dentro de una historia igualmente bien pensada.
La historia transcurre en el reino de Arendelle, hogar de la princesa Elsa (Idina Menzel) y su hermana menor Anna (Kristen Bell). Desde pequeña, Elsa manifestó poderes que le permiten crear y controlar hielo, y el miedo de herir a alguien la llevó a pasar la mayor parte de su vida encerrada en el castillo, aislada de su hermana y el resto del mundo. Sin embargo, un incidente en el día de su coronación como reina no solo expone sus poderes, sino que acaba sumiendo al reino en un invierno eterno. Elsa huye, y Anna sale en su búsqueda.
La película hace un increíble acto de malabarismo manejando comedia y drama de forma perfectamente balanceada, y saltando de secuencias hilarantes a impresionantes espectáculos de efectos especiales y fuertes momentos emocionales -a veces dentro de una misma canción- de forma perfecta. Mucho se ha comparado ya a esta película con El Rey León, y pensándolo con cuidado no puedo recordar otra obra de Disney que se sintiera tan completa y balanceada en la brecha de tiempo entre la aventura de Simba y la odisea de Elsa y Anna.
Elsa es sencillamente uno de los personajes más interesantes del cine animado en los últimos años, el centro de una historia enormemente conmovedora. Su momento cumbre, la canción Let it go (en español Libre soy) resulta ser no solo el momento más espectacular y memorable de toda la película, sino también es un reflejo perfecto del personaje en sí, una canción que logra al mismo momento ser triunfante y épica, y bastante triste. Si algo le falta a Elsa es, quizá, un poco más de tiempo en pantalla.
Anna, por otro lado, constituye no solo un ejemplo de una heroína más tradicional, aventurera y optimista, sino también el medio por el cual los guionistas subvierten ingeniosamente la tradicional interacción entre príncipes y princesas en las películas clásicas de Disney. Frozen emula el estilo de aquellos filmes y los realizadores evidentemente les tienen un enorme aprecio, pero esta es una película actual y se nota. La consigna es crecer y adaptarse a los tiempos cambiantes, pero sin envejecer y perder ese espíritu imaginativo que puso a Disney en la cima originalmente.
Los números musicales son diversos y absolutamente ninguno está de más. Poderosas melodías orquestales en los momentos cumbre de la película conviven con bellas baladas y alguna que otra canción de corte ligeramente más moderno. La ya mencionada “Let it go” es la primera que viene a la mente y probablemente la que se quedará en la cabeza de no pocos, pero Bell y Menzel comparten dos excelentes versiones de una misma canción, For the first time in forever (Finalmente y como nunca), y el hombre de nieve Olaf (Josh Gad) hace una hilarante oda al verano que es con facilidad el momento más gracioso del filme.
No hay falta de acción para complementar a los números musicales, y en especial el clímax de la película tiene una desesperante sensación de tensión que acaba con un desenlace que puede resultar a primera vista decepcionante y poco trabajado -trajo recuerdos del final de Pokémon: La Película, curiosamente-, pero que con unos pocos segundos de análisis resulta tener perfecto sentido.
Si hay algo qué reprochar a los guionistas es que el giro “sorpresa” de la película es increíblemente obvio y se puede ver venir desde muy temprano en el filme. Llevo dos semanas pensando en la película y no le encuentro otra falla. El doblaje en español del filme es de muy buen nivel y mantiene el espíritu de las canciones más bien intacto, aunque sólo por escuchar la interpretación de Menzel vale la pena buscar una función subtitulada.
Frozen es fácilmente lo mejor que Disney hizo en terreno de la animación -independientemente de Pixar- en los últimos diez años.
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FROZEN
Dirigida por Chris Buck y Jennifer Lee
Escrita por Jennifer Lee (basada en un cuento de Hans Christian Andersen)
Producida por Peter Del Vecho
Edición por Jeff Draheim
Banda sonora compuesta por Christophe Beck
Canciones originales por Robert López y Kristen Anderson-López
Elenco: Kristen Bell, Idina Menzel, Jonathan Groff, Josh Gad, Santino Fontana, Alan Tudyk y Ciarán Hinds