“Everest”: para llevar oxígeno

Este efectivo y visualmente imponente thriller de supervivencia se asegura de darnos personajes entrañables y de resaltar su insignificancia ante los caprichos de la naturaleza.

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Everest, basándose en un caso de la vida real, es un filme que de alguna forma se las ingenia para ser al mismo tiempo un drama centrado en personajes por los que es fácil sentir empatía, interesantes sin ser demasiado complejos; y al mismo tiempo resaltar lo insignificantes que son los detalles de las vidas de estos frágiles humanos ante el impasible poder de la montaña titular. Sus personajes son importantes, pero minúsculos.

El filme se basa en el famoso incidente del monte Everest en mayo de 1996, que puede usted ir a investigar en este preciso instante si no le molesta saber el balance final de la película. La película nos presenta a Rob Hall (Jason Clarke, quien suele ser tan bueno que estoy dispuesto a fingir que Terminator Génesis nunca pasó), un pionero de una variedad de “alpinismo turístco” que se especializaba en guiar a expediciones de escaladores amateur a la cima del Everest.

Dejando en casa a su esposa embarazada, Rob va al Everest para una expedición más, en un año particularmente repleto de otras expediciones similares, una de ellas guiada por el norteamericano Scott Fischer (Jake Gyllenhaal).

El director Baltasar Kormákur – cuyo talento es mucho más evidente aquí que en su película anterior, la olvidable película de acción 2 Guns – y los guionistas William Nicholson y Simon Beaufoy se pasan la primera mitad del filme dejándonos conocer a su bastante amplio elenco de personajes y aprovechando que Rob es básicamente un guía turístico extremo para hacer que él y sus socios se encarguen de alimentar exposición al público, ilustrando las dificultades que la hazaña por venir trae consigo.

No será sutil, pero es efectivo, y tanta charla previa sobre falta de oxígeno, peligro de hipotermia o hipoxia y el persistente texto que al comenzar varias escenas nos informa no solo la hora y el lugar, sino también la ridícula altura en la que se encuentran los personajes, sirven para pintar de forma bastante clara la terriblemente peligrosa odisea que los espera, mientras que el tiempo dedicado a simplemente acompañar al grupo mientras sus integrantes discuten sus pasados, sueños y razones para arriesgar la vida en las cumbres heladas hacen que, para cuando la escalada comienza, genuinamente nos importen sus destinos.

Y una vez que el filme va más alto, eventualmente parece cambiar de registro. Kormákur sigue siempre centrado en los humanos de su elenco, pero en el prolongado clímax de la película la propia montaña pasa a ser un personaje más, una fuerza inmisericorde que tiene para los diminutos humanos no malicia, sino una indiferencia casi digna de una indescifrable deidad lovecraftiana. A la naturaleza no le importa quién está a punto de ser un padre o quién está a punto de marcar un récord histórico.

Esta noción implícita de pequeñez humana ante el vasto poder natural es reforzado por las masivas y espectaculares tomas con las que Kormákur retrata al Everest, la altura imposible y la desolación terrible; por momentos, los protagonistas bien podrían estar caminando por otro planeta. Además, Everest se une al extremadamente exclusivo club de películas que en realidad justifican verse en 3D, ya que el recurso se presta para momentos de vértigo y para variar sí logra que la inmersión sea mayor; en un momento dado, una ventisca golpea a los protagonistas y a la pantalla de una forma que genuinamente me hizo sobresaltar en mi asiento, como si la nieve y el frío insoportable fueran a golpearme dentro de esa sala de cine.

En su elenco, el filme es un derroche casi innecesariamente opulento de actores y actrices talentosos, con grandes como Josh Brolin, John Hawkes y Keira Knightley haciendo un sólido trabajo, y es muy satisfactorio ver a intérpretes que no solemos ver mucho en el cine en papeles protagónicos como Michael Kelly, Robin Wright y la siempre maravillosa Emily Watson. Sin embargo, esta opulencia de actores es tanto una virtud como un defecto, ya que lógicamente la película tiene un tiempo limitado para acomodar a tantos personajes. El peor perjudicado probablemente es Gyllenhaal, cuyo personaje al final acaba sobrando, ya que nunca llegamos a conocerlo tan bien como al personaje de Clarke.

Con eso dicho, Everest es un robusto thriller de supervivencia capaz de hacer sentir al espectador el frío extremo y la falta de oxígeno que agobian a sus protagonistas.

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EVEREST

Dirigida por Baltasar Kormákur

Escrita por William Nicholson y Simon Beaufoy

Producida por Nicky Kentish Barnes, Tim Bevan, Liza Chasin, Eric Fellner, Evan Hayes, Brian Oliver y Tyler Thompson

Edición por Mick Audsley

Dirección de fotografía por Salvatore Totino

Banda sonora compuesta por Dario Marianelli

Elenco: Jason Clarke, Jake Gyllenhaal, Josh Brolin, John Hawkes, Keira Knightley, Emily Watson, Sam Worthington, Michael Kelly, Martin Henderson, Robin Wright, Naoko Mori, Ang Phula Sherpa y Ingvar Eggert Sigurðsson

Enlance copiado
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