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Hacer reír y hacer sentir miedo a otros son, en mi opinión, algunas de las metas más difíciles de lograr en el entretenimiento. Particularmente en el caso del miedo, ya que se trata de una de las características más primales, básicas y a la vez complejas de la experiencia humana.
Es fácil sobresaltar a alguien, hacer que su estómago se revuelva y su corazón se acelere con ruidos fuertes y repentinos, pero para dar miedo, para transmitir auténtico terror en el cine, el film debe lograr que en cierto modo el espectador olvide que lo que está viendo son imágenes proyectadas en una pantalla. No basta con presentar tu historia como “basada en un hecho real”, porque el espectador sigue sabiendo que está viendo actores y el trabajo de guionistas, directores de fotografía, editores y un director.
Requiere el esfuerzo colectivo de todas esas partes: un director que sepa presentar visualmente lo que ocurre, unos actores que sepan hacer creíbles a sus personajes -y un guión que les permita hacerlo-, una banda sonora que acentúe los momentos intensos, etcétera. Con la combinación correcta, el espectador puede convencerse, al menos subconscientemente, de que está viendo personas reales en peligro real, o mejor aún, proyectarse a ellos mismos en lo que ocurre en pantalla.
Al final es todo eso lo que separa a “El Conjuro” de la gran cantidad de proyectos similares que tratan de asustar y fallan: este es un film bien pensado, calculado, escrito y actuado que, si bien por momentos abusa del recurso de sobresaltar al público con ruidos fuertes y apariciones repentinas, también sabe tomarse su tiempo y generar un suspenso que hace que los sustos golpeen más fuerte.
La película se basa en el caso de la familia Perron, que en 1971 se mudó a una casa en Rhode Island, Estados Unidos, donde empezaron a producirse extraños y perturbadores fenómenos para normales que llevaron a la familia a pedir ayuda a Ed y Lorraine Warren, una pareja de investigadores de lo paranormal de renombre.
Realmente me gustó la última película del director James Wan, “La Noche del Demonio” (2011), otro film de terror sobrenatural en el que el joven realizador mostraba ser muy habilidoso a la hora de mostrar poco y asustar mucho, empleando nada menos que ingenio, maquillaje, una metodología de “menos es más” y una banda sonora encantadoramente tétrica en su reverencia a las instrumentos de cuerda que películas como “Psicosis” convirtieron en características inmediatamente relacionadas al cine de terror.
Y me alegra reportar que el realizador trae mucho de lo que mostró en aquél film a “El Conjuro”. Hay muchos de esos sustos repentinos y puntuados por fuertes sonidos que generalmente evidencian una falta de imaginación de los realizadores, pero en esta ocasión -al menos en la mayoría de los casos- Wan y compañía se ganan su derecho a usarlos; los sobresaltos no son todo el susto, sino que simplemente son el punto final, y la película se asegura de generar suspenso antes de desatar el estruendo.
Y luego están esas escenas en las que Wan no recurre a esa trampa. Hay algo extremadamente inquietante en la forma en que el director pone a las apariciones a simple vista, pero a los personajes -y al público- les toma un segundo o dos percatarse de ellas; es un recurso que sabiamente emplea solo una o dos veces, pero que logra aumentar la tensión y pone al público a escanear cada fotograma en busca de otra posible cosa que no debería estar ahí, pero que está acechando.
Es una gran forma de apelar a un temor tan universal como el de estar siendo observado y potencialmente amenazado por algo que no podemos ver; hay una escena que involucra a la madre de la familia Perron (la actriz Lily Taylor), un sótano totalmente a oscuras y una caja de fósforos que golpea particularmente fuerte.
Es interesante la forma en que el film justifica el por qué de la tortura psicológica a la familia Perron por parte de las entidades que los atormentan; sin entrar en demasiados detalles, en cierta forma me recordó a los juegos de "Pokémon", una analogía bizarra pero que le prometo tendrá sentido cuando vea la película, si está familiarizado con los juegos. De todos modos, es bueno que todos esos sustos tengan razón de ser dentro de la historia, y no existan solo porque es una película de terror y eso es lo que las películas de terror hacen.
En general el elenco es correcto en sus actuaciones, aunque la mayor parte del peso de la película cae sobre los hombros de la ya mencionada Taylor y Vera Farmiga, quien interpreta a la investigadora clarividente Lorraine Warren, aunque la actriz que en mi opinión se roba el film es la joven de 14 años Joey King, quien interpreta a Christine, una de las hijas de los Perron; King -cuya voz los cinéfilos atentos podrán reconocer como la de la niña de porcelana de “Oz el Poderoso”- tiene un par de momentos en los que da una interpretación desgarradora.
Farmiga y Taylor brillan particularmente en el intenso clímax del film, una escena en la que Wan aumenta la dosis de acción -predecible pero bien aplicada- y deja entrever de manera más bien explícita lo mucho que evidentemente incluencia Alfred Hicthcock a su trabajo con una referencia clara a una de sus películas más famosas.
“El Conjuro” es una muy buena película de terror, tan efectiva que hasta los momentos que sobran en ella -como una totalmente innecesaria sub-trama que involucra a la hija de los Warren- se justifican con fuertes dosis de suspenso y miedo.
Si lo que busca es pasar un rato de terror en una sala oscura de cine, esta película es absolutamente recomendable.
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EL CONJURO (The Conjuring)
Dirigida por James Wan
Escrita por Chad Hayes y Carey Hayes
Producida por Rob Cowan, Tony DeRosa-Grund y Peter Safran
Edición por Kirk M. Morri
Dirección de fotografía por John R. Leonetti
Banda sonora compuesta por Joseph Bishara
Elenco: Vera Farmiga, Lily Taylor, Patrick Wilson, Ron Livingston, Joey King, Shanley Caswell, Hayley McFarland, Mackenzie Foy, Kyla Deaver, Shannon Kook, John Brotherton, Marion Guyot y Sterling Jerins