“Búsqueda Implacable 3”: terremoto

Una historia que ya por mérito propio está gastada se vuelve un despropósito casi insufrible gracias a la insistencia del director de filmar la acción de la forma más incomprensible posible.

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El mundo del entretenimiento puede ser visto, desde cierta perspectiva, como una larga sucesión de ideas genuinamente buenas que ganan popularidad y acaban siendo adoptadas por gente que no las entiende o que directamente piensa aprovecharse de ellas.

En cine, Steven Spielberg plasmó la guerra con un realismo estremecedor sin precedentes en esa inolvidable batalla inicial de Rescatando al Soldado Ryan para que imitadores en cine, televisión y hasta (en especial) videojuegos creyeran que eso lo logró solo por hacer todo gris. Actualmente un montón de estudios están tratando de incorporar el concepto de un universo de filmes compartidos al estilo cómic que Marvel introdujo, independientemente de si ese enfoque encaja o no.

Y en el caso que compete a esta reseña, la técnica de filmar las escenas de acción cámara en mano, como dentro de la propia acción, que Paul Greengrass implementó en la saga Bourne ha sido apropiada por directores que la usan solo para ocultar que sus actores no saben pelear o que no se quieren tomar la molestia de coreografiar y filmar una escena competente.

En la oleada de filmes que hacen pasar sacudidas de cámaras como acción, Búsqueda Implacable 3 probablemente no sea la peor, pero sin duda es un ejemplo doloroso, un filme que sigue arrastrando una saga que probablemente iba a estar mejor si no pasaba de una película, y que arruina cualquier buena voluntad que su mediocre pero aceptable argumento e igualmente pasables actuaciones puedan generar al hacer mal lo único que necesitaba hacer bien.

Al menos el guión co-escrito por Luc Besson se toma la mínima molestia de dar una historia un poco distinta. Esta vez, en vez de mostrar a Liam Neeson cazando criminales en Europa, la película pone a Bryan Mills como el fugitivo, cazado por la policía luego de que alguien asesinara a su exesposa Lennie (Famke Janssen) y lo inculpara a él del crimen.

Las cosas tardan un poco en ponerse en marcha, ya que el guión dedica un buen tiempo al principio – sin excederse - a pintar cómo es la vida de Mills, establecer el drama con Lennie y el declive de su segundo matrimonio, y un drama propio para la hija de ambos, Kim (Maggie Grace). No son nada de otro mundo, pero esas escenas de calma en las que el director Olivier Megaton decide que las tomas pueden durar más de medio segundo y no emular un terremoto son algo que se extraña enormemente cuando comienzan los puñetazos.

En cierta forma es comprensible la necesidad de disfrazar las peleas con tanto movimiento de cámara y edición hiperactiva. Liam Neeson es un hombre de 62 años, no es un prodigio de las artes marciales como Iko Uwais, ni tiene el entrenamiento que, digamos, Keanu Reeves obtuvo para hacer Matrix, y el director tiene la obligación de vender la ilusión de que Mills es una máquina imparable. Pero es difícil tragarse la ilusión si uno no tiene idea de lo que está pasando, y Megaton mueve tan erráticamente la cámara, tan cerca de sus actores y con tantos cortes que la cosa se vuelve un desastre incoherente, como filmado durante un terremoto.

De hecho, gracias a que alguien subió la escena a YouTube – en pésima calidad, pero sirvió para el experimento -, pude a contar la cantidad de cortes que hay en el primer instante de acción del filme, el momento en que dos policías intentan esposar a Mills tras encontrarlo con el cuerpo de Lennie: 18 cortes en siete segundos de pelea con la cámara pegada a los actores y sacudiéndose como si camarógrafo también estuviera recibiendo una paliza. Y esa tendencia se mantiene en casi todas las escenas de acción; cada pelea o persecución está presentada de forma igualmente imposible de procesar bien.

Comparemos esa escena del párrafo anterior con este excelente momento de la reciente John Wick, que también emplea una cámara en mano que se mueve bastante: 28 segundos de acción y seis cortes. No solo la acción es fácil de procesar sino que hay cierto grado de gracia, una belleza cinética en la acción, ya que los directores mantienen la cámara a cierta distancia, dejan que las tomas se alarguen y hacen que la cámara acompañe la acción en vez flotar erráticamente a su alrededor como una mosca. Ya establecimos que Neeson probablemente no esté en el estado físico de un Keanu Reeves, pero notarán que esos 28 segundos específicos no hay acrobacias o algo demasiado complicado, y probablemente al irlandés le puede ser posible filmar algo similar si tiene detrás a un director que sabe lo que hace.

Podría hablar más del argumento del filme, o la actuación, pero la verdad es que me parece innecesario. Una película de acción que falla en el apartado de la acción falló en general. Es lógico que las películas no pueden ser juzgadas todas con los mismos criterios; esperar de Búsqueda Implacable 3, John Wick, The Raid o similares un argumento que rivalice con El Padrino o actuaciones dignas de Daniel Day-Lewis o Laurence Olivier es quizá algo irracional, no es imposible pero es improbable. Todo lo que tenía que hacer esta película era presentar buena acción, con eso todo lo demás podría sobrellevarse.

Búsqueda Implacable 3 falla en la acción, así que falla por completo.

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BÚSQUEDA IMPLACABLE 3 (Taken 3)

Dirigida por Olivier Megaton

Escrita por Luc Besson y Robert Mark Kamen

Producida por Luc Besson

Edición por Audrey Simonaud y Nicolas Trembasiewicz

Dirección de fotografía por Eric Kress

Banda sonora compuesta por Nathaniel Méchaly

Elenco: Liam Neeson, Maggie Grace, Forest Whitaker, Famke Janssen, Dougray Scott, Sam Spruell, Don Harvey, Dylan Bruno, Leland Orser y Jon Gries

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