Cargando...
Ya no fue –y muy probablemente jamás será– posible ver a Oasis, la legendaria banda de los hermanos Gallagher que en la década de 1990 revolucionó el panorama de la música británica. En 2009, luego de años de conflicto –que no pocas veces llegaron a altercados físicos entre los hermanos Liam y Noel–, este último decidió abandonar el grupo al que, en su faceta de compositor, había dado éxitos como “Don't look back in anger”, “Little by little” o “Wonderwall”.
Sin embargo, hace unos meses se anunciaba que Paraguay recibiría algo cercano a un concierto de la extinta banda en la forma de un recital de Noel Gallagher, con el proyecto solista que engendró luego de abandonar Oasis: High Flying Birds.
En la tarde-noche del martes 8 de mayo, el Jockey Club de Asunción, que fuera escenario de históricos conciertos como los de Guns 'N Roses, Aerosmith, Shakira, Black Eyed Peas o los Rock 'N Roll All Stars, añadiría otro nombre a la creciente lista de artistas de clase mundial cuyos conciertos albergó con éxito.
A medida que pasaban las horas y se acercaba el momento del concierto, el público se acumulaba frente al escenario, donde hacia las 20:30 la joven banda paraguaya Wow amenizó la espera con unas cuantas canciones en una breve presentación.
Finalmente, a las 21:30, el momento en que las luces disminuyen sutilmente su intensidad, presagiando el inminente ingreso del artista al escenario, tuvo lugar en el hipódromo, emocionando al público. Y, efectivamente, pronto aparecían los músicos de High Flying Birds y el mismo Noel Gallagher, armado con una guitarra acústica y vestido con chaqueta negra y jeans, se materializó en el escenario y, sin mediar palabra, dio inicio a la música con “(It's good) to be free”, un cover de Oasis nacido de su puño y letra. El primer músico de Manchester ya estaba tocando en Paraguay.
Desde los momentos de esa primera canción se notaba que Gallagher estaba en ese mundo particular propio al que el músico de Manchester parece ir cada vez que toca en vivo; se lo notaba concentrado pero completamente relajado, templado, por los más de 20 años de carrera que lleva a cuestas; no sería una noche de “Rohayhu” con acento británico, sino una de simples y concisos “Thank you very much” y “Muchas gracias” de parte de un artista a quien cuya carrera ha convertido en alguien que parece capaz de afrontar a un público de más de 10.000 personas con la misma tranquilidad con que afrontaría una audiencia de 25 personas en un pub de Manchester.
Gallagher interpretó después un estreno: “Mucky Fingers”; el artista cambiaba su guitarra acústica por otra eléctrica en una enérgica canción que recuerda al britpop más clásico que hizo grande a la banda de los Gallagher y a otras como sus más acérrimos rivales: el Blur de Damon Albarn.
Sobrio y elegante, como acostumbra presentarse, empezó a encender fuego en su público, rodeado de sus grandes músicos.
Luego, el cantante hizo un salto de vuelta a su presente con “Everybody's On The Run”, de su nuevo disco, en el que se destacaba principalmente el talento del tecladista Mike Rowe; Gallagher seguía sin hacer contacto con el público, y si bien la impresión que daba el músico –fiel a su estilo– era de cierta frialdad, se lo veía bastante animado mientras tocaba. Y si bien las críticas al artista en redes sociales no se han hecho esperar luego de concluido el espectáculo, en el Jockey Club en ese momento a nadie parecía importarle que Gallagher haya omitido el obligatorio saludo en español, ya que cada brevísimo intermedio entre las canciones era musicalizado por un fuerte cántico de “Olé, olé, olé”.
Tras la última canción llegó otra de High Flying Birds, “Dream On”, una canción de sonido optimista y una melodía que en no poco recuerda a algunos de los icónicos éxitos de los primeros años de The Beatles. Por supuesto, hubo lugar para gratos solos de guitarra. Al terminar esa canción, finalmente Gallagher rompería el silencio y saludaría al público.
“Hola, buenas noches, ¿cómo están?”, lanzó el artista, cuyo saludo era respondido de manera entusiasta por el público. “Es genial estar en su maravilloso país”. El saludo fue seguido de otra canción de su último trabajo, la balada “If I Had a Gun”, uno de los títulos más populares del presente de Gallagher, que puso a corear con emoción a los fans.
Otro momento “eléctrico”, tras el hit acústico, fue “The Good Rebel”, otro tema de lo último de Gallagher que fue hacia el camino del rock y en el que expone el espíritu beatle, tan inevitable en su universo musical. El público explotó luego con la enormemente popular “The Death of You and Me”, ese ejemplo contemporáneo de britpop clásico que supo dar vueltas al mundo en su nuevo proyecto solista. El público coreaba el nombre del artista; alguien le arrojó un sostén que aterrizó cerca de los pies del inglés, quien lo levantó y agradeció el regalo con un “Thank you very much”.
“¿Conocen la canción 'Freaky Teeth'?”, preguntó Gallagher como presentación de la siguiente canción, otro rock de corte clásico proveniente de su pasado con Oasis. Luego regresó al mismísimo génesis de la banda con “Supersonic”, en una delicada versión acústica con Noel en la guitarra y acompañado de un piano. Se trataba del recordado primer single de Oasis, que supuestamente Gallagher escribió en la misma cantidad de tiempo que toma interpretar la canción. El coro de las miles de personas que se hallaban en el Jockey Club era tan potente que Gallagher les dejó cantar solos el coro de la canción.
Ya sin la chaqueta negra, Gallagher siguió con “(I Wanna Live a Dream in My) Record Machine”, ante un emocionado público. Con relativamente pocas palabras, a base casi solo de su enorme talento musical, Gallagher ya tenía al público firmemente en el bolsillo.
Luego la noche se inyectó de energía con “AKA...What a life”, otro de sus más grandes éxitos actuales, que arrancó potentes coros mientras las potentes pulsaciones de sonido se sentían con fuerza en los oídos. Por segundos, un desperfecto técnico interrumpió la proyección de imágenes en las pantallas LED.
Las cosas volvieron a ponerse acústicas con la canción de Oasis “Talk Tonight”, que de nuevo tuvo al público cantando mientras de nuevo el tecladista Rowe se lucía. Puras reminiscencias de aquella gigante llamada Oasis.
Gallagher luego trajo al público de vuelta al presente con la enérgica “Soldier Boys and Jesus Freaks”, otra potente nueva representante de aquel britpop que enloqueció a millones en los '90.
“Dedico esta canción a todas las chicas en el público”, dijo Gallagher –para delirio de las mujeres– antes de interpretar “AKA... Broken arrow”, una fuerte balada de rock que produce cierta sensación de “déjà vu”, que uno puede adjudicar al hecho de que se halla en la vena de innumerables canciones similares de tantos artistas evidentemente influenciados por la música que el de Manchester compuso para Oasis, el estilo que los críticos bautizaron como “noelrock”.
Siguiendo la ruta de su camino por la inevitable Oasis, Gallagher puso una interesante versión de “Half The World Away”, con su alegre melodía de tinte romántico. Más tarde –y con la batería a pleno– vino “(Stranded On) The Wrong Beach”, tras la cual el artista y sus músicos abandonaron el escenario, aunque sería por breve tiempo. El brevísimo intermedio puso insistente al público, y para cuando Gallagher regresó –a las 22:39– ya pedían en coro uno de los temas clásicos de Oasis, “Live Forever”.
“¿Quieren escuchar 'Live forever'?”, preguntó el inglés, recibiendo una atronadora afirmación como respuesta. “Tendrá que ser la próxima”, respondió, sin embargo, el músico. “Yo quiero (…), pero ellos no la saben”, ironizó, refiriéndose a sus músicos. “Les tocaré otra en su lugar”, añadió para luego intepretar “Let The Lord Shine a Light On Me”.
El público insistía, ahora probando suerte con otro de los grandes éxitos de la anterior agrupación de Noel.
“¿Quieren escuchar 'Wonderwall'?”, preguntó el artista ante los persistentes coros del público. “Quizá la próxima”, respondió de nuevo, siguiendo el juego. Y aunque ciertamente se notó a cierta gente decepcionada, el eco de esa decepción fue ahogado por el atronador coro que acompañó a “Whatever”, otro clásico de Oasis. El verso “whatever you do, whatever you say” retumbó, con emoción, en todo el hipódromo a 13.000 voces.
Esas mismas 13.000 voces volvieron a ser una en la siguiente canción, la icónica “Little by Little”, que representó uno de los momentos más poderosos de la velada. Una muestra más del talentoso compositor, capaz de llevar al creador en escena y lograr esa atmósfera luminosa del britpop, en el que cada instrumento, cada arreglo fluye en exacto equilibrio.
El público enloqueció, enamorado de un Gallagher que no solo carecía de la calidez con el público a la que nos acostumbró el desfile de grandes de la música que se fue del país practicando palabras en guaraní; un Gallagher que, en otras palabras, estaba siendo fiel a su estilo, pero que aun a pesar de eso conquistó finalmente al público con música impecable.
“Me temo que solo tenemos tiempo para una más”, dijo Gallagher luego de esa canción. “Ha sido un honor estar en su país. Nos veremos otra vez, no sé dónde, no sé cuándo…”.
Con esas palabras dio inicio a “Don't Look Back in Anger”, aquel clásico en el que relevaba a su hermano en el papel de vocalista, y que desembocaba en el Jockey en gritos, abrazos, palmas y más de 10.000 voces despidiendo la noche.
Parecía que el público, compuesto en su mayoría por jóvenes adultos, pero con excepciones que incluían a hombres y mujeres mayores y niños, quería poner todo lo que le quedaba de energía en esa última canción, y descargó todo lo que tenía en un sobrecogedor coro que Gallagher lideraba; sobre los hombros de alguien, cerca del escenario, coreaba a viva voz un niño que no podía estar por encima de los 12 años de edad.
Eran las 23:00, una hora y media luego del comienzo del show, cuando el primer concierto de Noel Gallagher en Paraguay llegaba a su fin, con un repaso por veinte canciones finamente seleccionadas por el hombre de Manchester, que el viernes 11 llegará hasta Lima, Perú, y el domingo 13 hasta Santiago de Chile, poniendo fin a la etapa sudamericana de su gira.
“No, chicos, no vinieron a ver a Oasis, vinieron a verme a mí”, fue lo que quiso decir un Noel Gallagher con 20 años de trayectoria en los escenarios, pero con solo un año como 'frontman' de esta nueva etapa en la que promociona “Noel Gallagher's High Flying Birds”, su primer álbum solista. Sin más efectos en el escenario que su talento para compartir sus creaciones.
Es fácil advertir que el genio detrás de éxitos mundiales como “Wonderwall” y “Stand By Me” llega consigo la bendición y –a la vez– el estigma de haber sido un Oasis, banda a la que él mismo llevó con sus letras a la cúspide del rock internacional. Pero hoy, está claro, la marca es suya. Y eso es visible desde el mismo emblema impregnado en la batería. Después de todo, como él lo dice, siempre es bueno ser libre. Sin demagogia. Como las canciones, como las de Noel… de tan alto vuelo.