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Si mezclamos el espíritu reggae con el auténtico sabor brasileño, es probable que descubramos esa "mixtura" llamada Natiruts. Que no es reggae ni música brasileña; es todo eso, o más. Es un "roots reggae brasileño" que no busca ponerse a prueba, acaso tampoco impactar. Porque no lo necesita. Porque trasciende solo.
Es lo que los brasileños Alexandre Carlo, Luis Maurício y Juninho, y sus músicos invitados donde resaltó la guitarrista Mónica Agena, demostraron en el concierto del sábado en Costa Mansa.
Con guiños al fútbol paraguayo (no faltaron palabras para Olimpia ni para Cerro) y a la mística de Asunción ("ciudad sin mar, como Brasilia", lanzó, en un fiel portuñol) sirvieron para calentar al público que bailaba, entre arenas y risas, un reggae con sabor brasileño.
El nutrido repertorio recorrió su trayectoria, logrando encantar al público al ritmo de "O carcará e a rosa", "Meu reggae é roots", "Leve com você", "Glamour tropical", "Groove bom" y "Caraiva". Con la luna llena y al ritmo de reggae, el encuentro era fiesta con los pies en la arena.
"A pesar de las diferencias de la vida, todavía sobra un poco de dinero para tomar cerveza", dijo el vocalista, al tiempo de brindar por Asunción (que en realidad era Lambaré pero, claro, se lo perdonamos).
No faltaron "Palmares", "Espero que um dia", "Quero ser feliz", "Beija flor", "Lagrimas do Coração", "Nao chore meu amor" y "Sorri, sou rei", entre otros.
"Los jamaiquinos son auténticos, y los brasileños y paraguayos también", sentenciaba el cantante, mientras tomaba la bandera brasileña antes de presentar la masiva "Liberdade pra dentro da cabeça".
Ya entonces, entre versiones de canciones brasileñas y la explosión de fuegos artificiales, Natiruts cerraba una noche sin más conceptos que la libertad, la alegría y una marcada estética verde. El de la naturaleza y el de la esperanza por la riqueza cultural, que hoy es clave en el país. Al menos, es lo que Carlo dijo: "No importa su dinero, Paraguay tiene una cultura de primer mundo".