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Ya se echaban en falta los conciertos en el Jockey Club, ya que desde el pasado mes de mayo no se celebraba ningún evento musical en el hipódromo capitalino que, a estas alturas, ya es un lugar especial para aquellos que tuvieron la fortuna de presenciar allí las históricas presentaciones de bandas como Guns ‘N Roses o Aerosmith.
El encargado de devolver la música al hipódromo no fue otro que Romeo Santos -cuyo verdadero nombre es Anthony-, uno de los principales exponentes de la bachata -un género musical proveniente de la República Dominicana que toma prestado mucho del bolero, ritmos africanos, merengue y otros estilos, y ha sido popularizado por artistas como Juan Luis Guerra- e integrante del popular grupo Aventura, que actualmente se halla en una pausa.
Es así que Santos llegaba como solista a Paraguay, luego de poco más de dos años de su última actuación en el país, cuando en mayo de 2010 había venido como miembro de Aventura.
Hacia las 20:00 del miércoles ya se podía ver en los alrededores del Jockey Club un panorama familiar: un caos de automóviles y filas interminables de personas esperando ingresar al hipódromo. Unos 15 minutos después, el público ya ingresaba de manera mayormente fluida al recinto, y no mucho después comenzó a tocar en el escenario el popular grupo musical paraguayo Los Verduleros, quienes amenizaron por un breve período de tiempo la espera con canciones como “Estoy de fiesta”, “Vamos a portarnos mal” y su exitosa “Soltero”.
Desde entonces, hasta pasadas las 21:30, aproximadamente, la espera siguió, hasta que las luces del escenario comenzaron a prenderse y apagarse sugestivamente, y la emoción del público crecía. Su entusiasmo se disparó cuando el potente sistema de sonido del escenario comenzó a emitir sonidos eléctricos, y el escenario fue cubierto por humo, luces azules y violetas, y flashes.
Al disiparse el humo, ya todos los músicos y cantantes de apoyo se hallaban en sus posiciones y el trono que estaba en el centro del escenario fue presentado en plano central en las pantallas gigantes; el asiento comenzó a girar para revelar que en él se hallaba sentado Romeo Santos.
Sin mediar palabras, el artista dio inicio a la música, abriendo su show con “You”, uno de los más exitosos temas de su disco solista “Fórmula, Vol.1”. Acompañado de las voces de sus cantantes y cada tanto lanzando arengas bilingües al público -en español e inglés-, Santos sentó las bases de lo que sería el resto del show, enérgico y lleno de carisma; incluso echó mano de una guitarra para anotarse un buen solo. “El rey sigue siendo el rey”, exclamó.
“¿Dónde están mis diablas esta noche?”, preguntó Santos al emocionado público antes de interpretar “La diabla”, también de su disco solista; en los minutos que duró esta segunda canción, Santos constantemente pidió manos arriba a “todos en Paraguay”, mientras el juego de luces ganaba en espectacularidad. También de este disco más reciente era el tema que le siguió, “Malevo”, con un ritmo que recuerda por momentos a la música mediterránea, que el cantante aprovechó para seguir desplegando gran carisma, pidiendo palmas a un público encantado de cumplir con el pedido y bailando al ritmo de la música.
Posteriormente, la primera canción de Aventura hacía su aparición en el repertorio, el tema “Por un segundo”, que se inició con Santos arrancando fuertes gritos al público -en especial al público femenino- bailando sugestivamente. “¡Que lindo Paraguay!”, exclamó para luego dirigir los gritos de la gente como un director de orquesta, pidiendo gritar a las personas a la izquierda, la derecha y el fondo por turnos.
Santos volvió a su repertorio de solista con una canción “dedicada a quienes no les importa lo que los demás digan” que volvió a arrancar chillidos ensordecedores y palmas de los miles de presentes en el Jockey Club, “Que se mueran”. Luego de una dedicatoria a las “mujeres venenosas” -mientras más venenosas, más las amamos, dijo Santos-, el cante continuó con el show interpretando “Su veneno”, que vino bien cargada de habilidosos solos de guitarra acústica, mientras el cantante no paraba de pedir al público que lo “ayude”.
Un potente coro de miles de voces acompañaría a Santos en la siguiente canción, rescatada de la discografía de Aventura: la icónica “Mi corazoncito”, que fue cantada por casi todas las almas presentes en el hipódromo mientras el cantante no paraba de interactuar con su público, mandándoles apasionados besos.
Acto seguido, Santos comentó que cada vez que interpretaba la canción que seguiría en Paraguay sentía como que el público buscara descargarse, por lo que dedujo que había “muchos infieles”. Ciertamente, la canción que siguió no era otra que el tema de Aventura “Infieles”, antes del cual Santos aclaró que sólo aprueba la infidelidad “cuando es por amor”.
Santos constantemente hizo juegos junto al público, fingiendo apostar con sus músicos cuál de los lados de la multitud gritaba con más energía -lo que se puede decir que acabó como un empate-, e hizo chistes sobre, por ejemplo, cómo su público era predominantemente femenino, además de hacer “ladrar” a sus espectadores varones y “maullar” a las mujeres.
Siguió “Noche de sexo”, aquella canción que Aventura había grabado originalmente con Wisin y Yandel, y que vira por lo tanto más al reguetón que a la bachata, pero que supuso una verdadera inyección de energía que puso a bailar a todo el hipódromo, incluyendo al propio Santos, quien volvió a enloquecer al público con sugerentes movimientos pélvicos,
Para su siguiente tema, “Debate de cuatro”, el cantante montó otro de sus juegos: específicamente, uno de karaoke, en el que invitaría a personas -exclusivamente hombres, con la condición de que supieran la letra de la canción- de la audiencia para participar. Si bien unos siete jóvenes subieron al escenario, el cantante se decidió por tres; uno llamado Fernando, de quien el artista dijo “se parece a Juanes” en apariencia y quien cantó con una muy buena voz; Néstor -apodado “Toto”, lo que Santos rápidamente indicó que en su país significa “vagina”-, cuyas habilidades musicales vocales dejan bastante qué desear, y Mauricio, a quien Santos directamente acusó de ser un “profesional” de la música. El ganador recibiría allí mismo nada menos que 200 dólares en efectivo.
Finalmente, Santos y sus tres elegidos comenzaron a cantar, y Mauricio, quien se llevó los aplausos más largos de la noche, fue quien acabó llevándose el premio.
Luego -ya sin los cantantes amateur- vino “Dile al amor”, que desde sus primeras notas ya tuvo al público a los gritos. Bajo un cielo parcialmente nublado y con fríos vientos soplando en el hipódromo, la música continuó sin alterarse demasiado con “Magia negra” -una canción más propia de una discoteca, con ritmos electrónicos entremezclados con música africana.
“Soberbio” -otro de los temas de solista de Santos- y “Llévame contigo” continuaron con la tendencia de coros del público y constantes exhibiciones de carisma por parte del artista, quien dedicó la canción siguiente, “El perdedor”, a “todos los hombres que han perdido un gran amor”.
Sentándose en su trono, Santos continuó el recital con la sentimental “Cuando se pierde un amor”, invitando a las parejas presentes a abrazarse y besarse en ese momento. Luego Santos interpretó “Enséñame a olvidar” y “Todavía me amas”, durante la cual incluso tomó una cámara de vídeo para enfocar al público, lo que apareció en las pantallas gigantes.
Otro éxito de Aventura, “Obsesión”, fue fuertemente coreado y de nuevo acompañado por los sugerentes movimientos rítmicos de Santos, quien continuó cantando luego “Vale la pena el placer”, “Rival” y “Soy hombre”, cada una de ellas con un potente acompañamiento del público.
Llegaba el momento de otro juego con el público: “Rétenme”, pidió Santos al público, asegurando que no quería ser como esos artistas que no interpretaban jamás las canciones favoritas de sus ídolos. Santos requirió al público que le digan qué canciones quería que interprete, con la particularidad de que no debían ser canciones populares y que hayan tenido un videoclip, sino canciones para las que él no estuviera preparado.
Gracias a los pedidos, Santos interpretó partes de canciones menos conocidas de su carrera como “Mi hermanita”, la picante “Te invito”, “La boda” -coreada con persistencia por el público, que nunca dejó pasar mucho tiempo sin entonar una de las canciones-, “La tormenta”, “No lo perdona Dios” -los músicos no recordaban las notas, por lo que Santos interpretó la canción “a capella”-, “Tu jueguito”, “Lágrimas” -acompañada de un coro de cantantes y piano- y “Amor de madre”.
Dejando de lado los pedidos, Santos siguió el show con “Peligro”, la enérgica “El malo” y la aclamada “Mi santa”, que causó delirio en los fans del artistas.
Ya entonces Santos anunció que aunque no quería irse, el concierto ya estaba cerca de su final, pero que no podía concluirlo sin antes cumplir con una de sus tradiciones, aunque con una variación. Normalmente en sus conciertos invita a subir al escenario a una “gordita”, pero en esta ocasión invitó a una curvilínea mujer a la que levantó en brazos y besó ante el delirio del público. Sin embargo, Santos finalmente también acabó invitando al escenario a una mujer de más robustas medidas para quien realizó un bastantemente explícito baile erótico.
Tras besar a ambas mujeres, Santos finalmente interpretó el “hit” de Aventura “Sólo por un beso”, uno de los temás más icónicos de la banda, que hizo explotar el hipódromo. Ya con el Jockey hecho una fiesta y tras un amago de terminar el show, Santos cerró de verdad la presentación con “Promise”, la exitosa canción de su nuevo disco, que en su versión original canta con el estadounidense Usher.
Eran ya las 00:40, casi exactamente tres horas después del inicio del show, cuando el concierto de Romeo Santos, su primero como solista en Paraguay, terminó.