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Igual que en la fatídica noche en que Scorpions debìa hacer su primer show en Paraguay, concierto que nunca se dio, de nuevo amenazadoras nubes de lluvia se cernían sobre Asunción, aunque esta vez los fans acudieron sin temor alguno de que eso arruine su noche, ya que de manera providencial la locación del evento había sido movida por los organizadores del Estadio “Alfonso Colmán” de Fernando de la Mora al Gran Teatro del Banco Central del Paraguay (BCP), en Asunción.
Con cierto retraso respecto a la hora anunciada para el inicio del acceso al público -originalmente programado para las 20:00, pero que no se dio sino hasta alrededor de las 20:30-, los fans del metal comenzaron a colmar las localidades del lujoso teatro, mientras la banda local de metal sinfónico Muireadach comenzaba a preparar a los asistentes para el plato fuerte de la noche.
Una de las más curiosas y definitivamente bienvenidas novedades de la escena musical -aunque la banda fue formada ya en 2005, pero ahora está comenzando a hacer cada vez más ruido con shows como este y su participación en el evento encabezado por Sepultura-, Muireadach es evidencia de que el metal paraguayo necesitaba una banda con voces femeninas.
Si a la melodiosa y por ratos agresiva voz se suma la amalgama entre las influencias de la banda -citadas por ellos mismos, entre otros, compositores clásicos como Bach, Mozart y Beethoven, además de músicos actuales como el compositor alemán Hans Zimmer, y bandas de metal como Iron Maiden o Helloween-, lo que resulta es el sonido fresco y sólido que llenó el Teatro desde poco después de las 20:30, y el público recompensó con entusiasmados aplausos y pedidos de más canciones.
La espera tras la presentación de Muireadach no fue larga, y luego de un rato amenizado por metal y la creciente anticipación, las luces comenzaron a apagarse hasta dejar en penumbras el teatro, causando que el público explote emocionado ante lo que obviamente eso significaba. Gracias a la increíble acústica del recinto, las poco más de mil personas sonaban como diez mil. El público coreaba el nombre de la banda holandesa en la total oscuridad, lo que continuó por un par de minutos en los que el grupo parecía querer jugar con la anticipación palpable en el público.
Finalmente, un estallido púrpura de luces y el sonido del teclado de Coen Janssen anunciaban el inicio del show, y uno a uno los integrantes de Epica salieron al escenario a encontrarse por primera vez con un público paraguayo. El baterista Ariën van Weesenbeck, el guitarrista Isaac Delahaye, el bajista Rob van der Loo y el guitarrista y co-fundador de la banda, Mark Jansen, y por último la pelirroja mezzo soprano Simone Simmons desataron el absoluto delirio en la audiencia, y no se hicieron esperar sus primeras notas de la noche.
El grupo abrió su primer concierto en Paraguay con “Monopoly of truth”, un perfecto ejemplo del estilo característico de la banda: el contraste entre la sobrecogedoramente melodiosa voz de una Simmons envuelta en la luz blanca que la impresionante lumínica proyectaba, y las violentamente guturales entonaciones de Jansen, acompañadas de la energía de las guitarras y bajo características de la música metal y el teclado dándole ese extra de epicidad -valga la redundancia- que separa a Epica del resto.
“Estamos muy felices de estar aquí por primera vez, con tanta gente que vino a vernos”, exclamó Simmons para el delirio de sus fans.
Ese “leitmotiv” del contraste entre Simmons y Jansen acompañaría casi todas las canciones de la noche, que continuó con temas como “Unleashed”, una poderosa mezcla entre balada lírica e himno de rock que iba ganando en “peso” con la intervención de apocalípticos “riffs” de Jansen y Delahaye; y “Martyr of the free world”, una canción más tradicionalmente metalera con las frenéticas guitarras como motor principal.
Una cautivadora introducción del teclado de Janssen abrió “Serenade of self-destruction”, cuya relajada intro aderezada por una celestial Simmons se convierte en un impactante metal en el que de nuevo chocan la delicadeza y la rudeza, la luz y la oscuridad, como la representación musical de un duelo verbal entre un ángel y un demonio.
Simmons aprovechó para devolver los constantes “te amo” que recibía de la audiencia, respondiendo en inglés y, por su puesto, en guaraní, aunque luego se disculpó entre risas por su pronunciación de la palabra “rohayhu”, asegurando que hizo lo mejor que pudo.
El público mismo se unió con fuerza al mencionado duelo de la mezzo soprano y su compañero en voces en “Cry for the moon”, una canción en la que el nombre de la banda queda establecido y representado de manera indiscutible, un himno de notas majestuosas y reverenciales que, fiel al estilo de Epica, se transforma en un golpe de energía eléctrica que pone al público a hacer retumbar el local. Solamente la aparición de una bandera paraguaya en el escenario podría haber hecho subir aún más el volumen de los vítores, y fue exactamente eso lo que apareció sobre el teclado. El apoteósico espectáculo de la última canción culminó con un solo de batería para el lucimiento de van Weesenbeck.
Luego de una potente y muy celebrada versión de “Storm the sorrow”, Simmons hizo el anuncio de que elegirían a la persona que sacudiera la cabeza de forma más llamativa y sensual durante la siguiente canción para subir al escenario durante otro tema. La canción “ideal para prepararse” y elegir a la persona afortunada fue “The obsessive devotion”, tras la cual Jansen anunció como ganadora a una joven mujer que se unió emocionada a sus ídolos en el escenario para “Sancta Terra”, durante la cual los artistas y su invitada bailaron, cantaron y sacudieron la cabeza con energía.
Siguieron “Quietus” y “The phantom agony”, tras las cuales los músicos se retiraron del escenario solamente para volver al cabo de minutos. Jansen se acercó al micrófono y ensayó un “mba'eichapa” para luego confesar que no tenía idea de lo que acababa de decir.
“¿Saben cuál es el jodido problema aquí? ¡Que no vinimos antes!”, exclamó el cantante, asegurando que iban a contar a todas sus otras bandas conocidas sobre su experiencia en Paraguay y a decirles que tienen que venir a actuar aquí
Con esa promesa abrió el “encore”, consitente en la hipnorizante y acústica “Delirium”, la enérgica y rockera “Blank infinity” y la majestuosa “Consign to oblivion”.
Así llegó a su fin el imponente espectáculo de Epica. El final del show se vio algo empañado por el hecho de que varios fans lograron treparse al escenario al finalizar la última canción, y uno de ellos incluso logró llegar hasta Simmons e intentar sacarse una fotografía con ella antes de ser retirado por los guardias. A pesar de esto, los artistas pronto se juntaron para tomarse una foto con el público a sus espaldas.
Simmons dijo que Epica volvería pronto a Paraguay. Sus fans ya se hallan esperando.