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Cuenta una salvaje leyenda de rock que la reconocida como una de las bandas más importantes del mundo llegó hasta un pequeño país de Sudamérica, luego de 41 años de existencia. En busca de nuevas sensaciones, canceló la gira de un país latinoamericano visitado un año atrás, para llegar hasta esa tierra tan pequeña, tal vez perdida y hasta ignorada. Pero, eso sí, verde y tan llena de secretos.
Como en todo viaje de rock, forman parte de este episodio un cúmulo de aventuras, extremos, delirios y heridas de guerra.
La historia cuenta que el líder de la banda, reconocido por sus múltiples virtudes de frontman, sufrió un accidente en un cuarto de hotel. No se conocen muy bien las razones, pero sí las consecuencias: fracturas de dos dientes, y heridas en labios y una ceja. Eso, sumado a problemas gastrointestinales de la visita a un país anterior, pudo suponer cancelaciones y ataques de histeria.
Pero nada de eso ocurrió. Porque el frontman, Steven Tyler, aguerrido en sus años de luchas, caídas y glorias, enfrentó las heridas del camino con la mejor de las curas: dar rock al Paraguay.
Fue un sueño: un año atrás, si alguien hubiera dicho que Paraguay vería un show en vivo de estrellas de la talla de Steven Tyler y Aerosmith, nadie le hubiera creído. Paraguay simplemente no era mercado para los más grandes artistas del mundo, o al menos la creencia general rezaba que no lo era. Grupos históricos como Metallica o AC/DC, o artistas del más momento como Coldplay hacían giras por Sudamérica que obligaban a los paraguayos que se declararan fans suyos a gastar enormes cantidades de dinero, no solo en las entradas, sino también en un viaje de ida y vuelta a Buenos Aires o a Río de Janeiro, entre otras urbes de países vistos con mejores ojos por los organizadores de grandes eventos.
Simplemente no creían que valiera la pena tomar el riesgo financiero que supondría presentar un espectáculo de la envergadura a la que acostumbran los más grandes en un país que tal vez no pudiera reportarles ganancias importantes.
Sin embargo, desde el pasado año algo comenzó a cambiar
El grupo británico Franz Ferdinand y el cantante mexicano Luis Miguel dieron shows que arrojaron cifras sorprendentes, si bien aún nada fuera de este mundo. En marzo de este año, sin embargo, el concierto de la cantante colombiana Shakira en el Jockey Club de Asunción resultó una exhibición de fuerza: 35.000 personas habían hablado, el sueño podía dejar de ser tal.
Los artistas comenzaron a llegar: la cantante estadounidense Miley Cyrus, los grupos del país norteamericano Deftones y Limp Bizkit, el cantante portorriqueño Ricky Martin; 2011 fue el año de los reencuentros y de los primeros conciertos. De a poco dejó de hablarse de miles de personas en los conciertos y comenzó a hablarse de decenas de miles.
Fue una sorprendente revelación: el pasado mes de agosto trajo consigo una sorpresa que llenó de júbilo a los rockeros paraguayos. La productora Garzia Group, responsable de shows como los de Cyrus, Limp Bizkit y Ricky Martin, anunciaba la inminente venida al país del legendario grupo de rock Guns N Roses; aún con todas las interesantes novedades que habían tenido lugar en materia de conciertos en el país, era sorprendente escuchar que un nombre tan grande se daría un paso por el país en el mismo centro de Sudamérica. Pero había más, y el público no lo podía creer.
Axl Rose y los suyos no tendrían el monopolio del mes de octubre. Días después del anuncio del show de Guns N Roses, se confirmaba que unos diez días después tocaría en el país, también por primera vez, nada menos que el histórico grupo estadounidense Aerosmith, considerado por muchos como la mejor banda de rock de todos los tiempos.
Desde ese momento la expectativa subió cada día más; las entradas para el Personal Asunción Rock Festival, el evento que tendría como principales atracciones a los grupos de Rose y Tyler, se vendían a ritmo vertiginoso, cientos e incluso miles derramaban su ansiedad y su entusiasmo en las redes sociales, cualquier noticia sobre el tema era objeto de conversación y debate hasta más no poder, las radios no paraban de pasar éxitos de los repertorios de los grupos.
Finalmente el día 15 de octubre vio lo que muchos de los asistentes consideraron el mejor concierto que jamás tuvo lugar en el país: luego de actuaciones mediocres como la que tuvo en el festival Rock in Río celebrado en Brasil, Axl Rose y sus Guns N Roses dieron un espectáculo de energía rockera inagotable que hizo vibrar a unas 60.000 personas durante unas apoteósicas tres horas. Ni los más optimistas se esperaban un show del nivel del que presentaron los de California; el listón quedaba sorpresivamente alto para los de Boston.
Fue una pesadilla: Aerosmith llegó al país un día antes de su concierto. El ambiente era relajado, Tyler se tomó su tiempo para saludar e incluso para firmar autógrafos a su llegada al aeropuerto Silvio Pettirossi y al hotel Bourbon de Luque. Se esperaba que dedicaran las horas anteriores al concierto de martes 25 de octubre a hacer turismo por la capital, mientras miles ya hacían fila para ingresar al Jockey Club.
Sin embargo, los dos vehículos que salieron del hotel hacia la capital no tenían como destino un lugar turístico, sino el centro médico La Costa. Steven Tyler había sufrido una caída, atribuida a un mareo causado por un problema gastrointestinal, y se había golpeado severamente la cabeza, produciéndose cortes y rompiéndose dientes. El cantante fue atendido y dado de alta esa misma tarde, pero no se hallaba en condiciones de actuar. El concierto se pospuso 24 horas.
Así, el sol salió el miércoles 26. Brilló sobre fans que ya estaban en las afueras del Jockey Club antes del crepúsculo, decididos a ver a sus ídolos. Decenas se convirtieron en cientos, y los cientos pasaron a ser miles. Las horas pasaban, la expectativa llegaba a su máximo punto. ¿Qué tipo de espectáculo nos esperaba? ¿Podría actuar con normalidad Tyler, tras su accidente? ¿Volverían a obviar algunos de sus más grandes éxitos, como hicieron en el primer concierto de su gira en Perú? ¿Asistiría menos gente al show que la que fue a ver a Guns N Roses?
Fue una realidad.
Poco después de las 19:00, el grupo paraguayo Linaje liderado por Miguel Martinez y German Pereira salió a escena para amenizar la espera de las miles de personas que habían resistido el calor y varias otras incomodidades con tal de ver a Tyler, Joe Perry, Joey Kramer, Brad Whitford y Tom Hamilton. Hacia las 19:40 estos daban lugar al grupo The Kilks. El grupo integrado por César González, Guillermo Cristaldo, Cristhian Meza y Édgar Chamorro, hizo cantar y saltar al respetable con covers de clásicos del rock.
"Livin on a prayer" de Bon Jovi, "I was made for lovin you" de Kiss, "Here I go again" de Whitesnake, "El Rebelde" de La Renga y "Highway to Hell" de AC/DC, entre otros, fueron los responsables de algunos de los primeros "pogos" de la esperada velada.
Finalmente, a las 20:45, el grupo Steinkrug, ganador de un concurso realizado por la compañía de telefonía celular Personal para elegir a uno de los grupos teloneros, cerró la previa al show de los de Boston.
Los paraguayos Paul Brakenridge (guitarra), Rafael Thielmann (voz y bajo), Luca Milessi (guitarra) y Andy Thielmann (batería) demostraron energía, fuerza escénica y actitud, con lo que consiguieron dejar más preparado el ambiente para la voz de Tyler, las guitarras de Perry y Whitford, el bajo de Hamilton y la batería de Kramer. Steinkrug dejó el escenario hacia las 21:05.
Cinco minutos después comenzaron los preparativos: trabajadores de la organización corrían de aquí para allá por el escenario y la pasarela que casi cortaba en dos la Zona Aerosmith, preparando y ajustando micrófonos, máquinas de humo y encargándose de la limpieza del suelo del escenario. El entusiasmo del público iba en un sostenido crescendo, sabían que esto representaba la inminencia del show.
No pasó mucho para que comenzaran a probarse y afinarse las guitarras, comenzaran las pruebas con las luces del escenario -incluyendo lasers verdes que salían de la pasarela y hasta de las plateas preferenciales- y cayera sobre el escenario un telón negro semitransparente. Las pantallas del escenario, que eran tres colocadas tras el lugar donde estarían los artistas, y una sobre ese lugar, eran probadas con velocidad.
A las 22:14, todas las luces se apagaban: el inicio era inminente. Un video con imágenes animadas, que terminaban con una especie de señal de ajuste y un fondo gris con imágenes de la banda. Un collage de rostros de los músicos donde, al perderse de nuevo en el gris, se dibujaba lentamente a modo de estandarte el emblema de la banda estadounidense. En medio de un paisaje de atardecer, se divisaba a los integrantes de la icónica banda.
Finalmente fue una realidad. Vestido con un abrigo púrpura, el mismísimo Steven Tyler, el ícono del rock, el demonio del grito, saltaba al escenario al mismo tiempo que se daba una explosión de vítores que salían de decenas de miles de bocas y sonaban las primeras notas de "Draw the Line", tema que da nombre al disco que el grupo lanzó con éxito en 1977.
Como es lógico, todos los ojos se posaron en un principio en Tyler; un impresionante hematoma de apariencia muy dolorosa oscurecía los contornos de su ojo derecho, notándose los puntos que le habían cosido tras su accidente del martes. Pero esas eran las únicas evidencias de que el artista había sido hospitalizado brevemente poco más de 24 horas antes. Tyler era un huracán en el escenario, yendo a un ritmo frenético de aquí para allá, sin dejar de bailar al son de la música de sus compañeros, manteniendo un contacto constante con su público, al que ya tenía ganado, y al que terminó de meterse el bolsillo con el grito de "¡Asunción, Paraguay!"
La fiesta del rock continuó cuando Tyler comenzó a entonar la letra de la canción "Same Old Song and Dance" canción escrita por Tyler, junto a Joe Perry, que el artista interpretó llevando en la mano, o en el cuello, o en la cabeza a modo de pañoleta, la bandera del Paraguay. Era el segundo tema -que se remonta aún más atrás en la historia de los "chicos malos de Boston", al disco de 1974 "Get Your Wings"- y la fiesta ya era total; Tyler no dejaba solos al público ni a sus compañeros, interactuando constantemente con unos y con otros. Con todos.
El "pogo" volvió a hacerse manifiesto cuando el grupo comenzó a interpretar la canción "Mama Kin" escrita por Tyler para "Aerosmith", disco debut de la banda editado en 1973 acompañado de un montaje de momentos históricos de la agrupación en la forma de imágenes de sucesión rápida en las pantallas gigantes del escenario, y un constante coro por parte del público. Tyler no se quedaba quieto un segundo: entre correr, saltar y bailar con su micrófono, el artista parecía hacer todo lo que un médico recomendaría que no hiciera alguien que solo un día antes fue atendido en un hospital (y se había hallado en muy mal estado). "Mama Kin" era la primera variación respecto al "set list" que la banda utilizó en su recital en Lima, Perú, el pasado sábado.
Los coros no se callaron durante la siguiente canción, el clásico "Janies Got a Gun", que bajó un poco las revoluciones en lo que a ritmo se refiere. El público, sin embargo, coreaba con más fuerza. Muchos manifestaban una y otra vez, en voz alta, que no podían creer lo que estaban presenciando: era una realidad que aún parecía un sueño.
Las luces se apagaron casi por completo por unos segundos para dar lugar a una estética brillante y con fuego en las pantallas gigantes, el acompañamiento visual para la canción "Living on the Edge", parte de la cual Tyler cantó con una gorra con los colores de la bandera paraguaya sobre la cabeza.
El frontman aprovechó para coquetear con la gente: tomar una remera que le tiraban desde primera fila, y la volvía a tirar. Tyler jugueteaba con el pelo en la boca, mientras Joe Perry lo acompañaba hasta el frente de la plataforma.
Tyler procedió luego a presentar a su baterista, Joey Kramer, quien asumió el protagonismo para regalar al público un enérgico solo en el que, como hizo en el concierto del sábado en Perú, se valió hasta de sus manos y cabeza para hacer música. Tyler, quien en su primera banda fungió de baterista, se unió a su compañero en un momento de la canción.
Siguió una interpretación de "Rag Doll", que volvió a subir la temperatura y a hacer "poguear" masivamente a los presentes. Tyler en ningún momento dejó de interactuar con su público, que vivió con suprema emoción, gritando incrédulos, cuando sonaron las primeras notas de la balada "Amazing", uno de los más enormes éxitos del grupo. El vocalista de Aerosmith seguía alentando al público: "¡Déjenme escucharlos!", pedía el cantante a su fanaticada paraguaya.
Para su noveno tema de la noche, Aerosmith cambió de nuevo el registro, y no se trató de una simple transición de tema lento a rápido, sino todo un cambio de género, pasándose un poco del rock al blues. El "demonio del grito" cantó a capella una introducción a la canción "What it Takes". Las prendas no solo femeninas comenzaron a volar hacia el escenario, prendas que el artista en ocasiones atrapaba, con gracia, al vuelo mientras el público no paraba de cantar.
El próximo tema del "set list", el clásico "Last Child", fue aprovechado para el lucimiento del guitarrista Brad Whitford, quien encendió la noche con unos inspirados solos. Tom Hamilton, de blanco furioso, desplegaba su riqueza musical desde el bajo.
El guitarrista Joe Perry tomó el micrófono para dirigirse al público, alocución que empezó con el pie izquierdo cuando al músico se le escapó un "¡Buenas noches, Perú!", en español, que al momento corrigió con un "¿Cómo están, Paraguay?", tras lo que anunció que iba a interpretar para los presentes un poco de "blues de Boston". Lo prometido fue cumplido con un "cover" de la canción "Stop Messing Around" originalmente de la banda británica Fleetwood Mac, en el cual Tyler llegó a acompañar ejecutando la armónica.
Uno de los momentos cumbre de la noche fue el que siguió. Aerosmith había dejado a los peruanos con las ganas, pero los paraguayos pudieron disfrutar en vivo de uno de los éxitos más grandes de la historia de la banda: el duodécimo tema que interpretó la banda fue nada menos que "I Dont Wanna Miss a Thing", aquella recordada canción que acompañaba a la taquillera película de 1998 "Armagedón" en cuyo elenco se hallaba la hija de Steven Tyler, Liv-. El cantante lanzaba besos y hacía gestos constantemente a su público, que vociferaba la letra del hit del grupo, una de las canciones más anticipadas de la noche. El público llegaba al éxtasis, y lo agradecía.
Similar fue la fuerza que tuvo la siguiente canción, la poderosa balada "Cryin", que de nuevo representó una oportunidad para que Tyler interactuara con su público el "you" del verso "what you do to me", era acompañado por un gesto de Tyler señalando a la multitud, como queriendo hacer al público partícipe de lo que cuenta la letra de la canción.
El vocalista llevaba unos pétalos de rosa hasta la boca, para tirarlos a sus fanáticos más cercanos.
Tom Hamilton pasó luego al frente para hacer un breve lucimiento de sus habilidades en el manejo del bajo, en una intro que dio lugar nada menos que a otro de los grandes anticipados, la canción "Sweet Emotion". El vocalista de la banda gritaba "¡Cántenlo!" (Sing it!); Tyler incluso llegó a atrapar un sostén rosa que le arrojaron desde la multitud, y que acabó por poner, de manera jocosa, sobre la cámara de uno de los filmadores.
Todo le tiraban, todo lo recogía. Entre los diversos accesorios, un gorro negro, que Tyler miró, y se lo puso sin pensar. Un solo poderoso de Hamilton musicalizaba la noche, en medio de efectos de luces coloridas.
A esto siguió un breve intermedio en que los artistas abandonaron el escenario y un montaje como los de un cine de los Estados Unidos en la década del 60 hizo reír a los presentes con sus recomendaciones de aprovechar la pausa para ir a buscar refrescos. El montaje incluyó además escenas como extractos de entrevistas a Joe Perry y Steven Tyler, intercaladas con programas de animación antiguos. Mientras esto pasaba en pantalla, los trabajadores limpiaban lo más rápido posible de agua el suelo del escenario, al mismo tiempo que otros montaban apresuradamente un piano blanco en la pasarela.
Para el delirio de los fans, Steven Tyler regresó más tarde al escenario, vistiendo la camiseta de la selección paraguaya de fútbol. La casaca tenía el número 10 y contaba con el nombre del cantante encima del número dorsal. Una camiseta igual se puso en ese momento Joe Perry; la de él también tenía su propio nombre, pero el número era el ocho. El público, eufórico, disfrutaba de la impensada imagen.
El grupo regresó a escena con la fuerza contundente de su legendaria canción "Dream On", donde Tyler exhibió todo el extraordinario poder de sus cuerdas vocales, al mismo tiempo que ejecutaba el piano. Siguió con el tema "Love in an Elevator", con un Tyler ya sin la Albirroja, que repentinamente lucía un sombrero blanco, como aparecido de la nada. El momento épico de la noche fue cuando el emblemático músico mostró desde su collar los dos dientes que había perdido.
Los guiños y el humor, sin embargo, seguían. El legendario frontman, mostró con orgullo una creación paraguaya: una remera negra que lo muestra a él, sin sus dos dientes. La obra había recorrido las redes sociales, horas después del accidente que tuvo en Asunción. El músico hacía gestos, se tiraba al suelo, recibía otro sombrero, que el cantante se colocaba, acomodaba y, otra vez, posaba.
El final estaba cerca. Nadie lo sabía, sin embargo, se presentía. La canción elegida para el "encore" fue la misma que cerró el show de Lima, "Walk this Way". Tras minutos de música pasando la mano a fans que estaban junto a la pasarela, Tyler extendió sus brazos hacia un grupo de fans: señaló a una chica parte de la audiencia, a quien invitó a subir al escenario con él, para bailar con la sorprendida joven lo que quedaba de la canción.
Tras la presentación de la banda, Tyler cerraba la noche con un potente "¡Rohayhu Paraguay!" entonado en su tan particular voz. El público, mientras tanto, estallaba en vítores. Sin dudas, una partecita de la historia del rock acababa de escribirse en Paraguay; y si bien los paraguayos se quedaron con las ganas de escuchar en vivo "Crazy", salieron decididamente satisfechos, tras ver algo que alguna vez se consideró imposible.
Un sueño ahora es historia.