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El corresponsal de ABC Color, Pablo Medina, quien desde hace 15 años trabaja para el diario ABC Color en la zona de Curuguaty, departamento de Canindeyú, vivió en carne propia la masacre ocurrida en las tierras de Marina Cué.
De no haber recibido la instrucción táctica de Centro Argentino de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz (Caecopaz), -el único centro reconocido por las Naciones Unidas- recibida en la zona de Campo de Mayo, República Argentina, el comunicador pudo haber sido una de las 17 víctimas fatales del enfrentamiento entre policías y campesinos.
Antes de relatar la historia, Medina hizo una retrospectiva de cómo se formó el grupo que se había atrincherado en las tierras de Marina Cué.
La historia tiene su origen en los primeros días de enero del 2012, cuando se registró una primera invasión que contaba ya con un soporte organizaciones campesinas de dos referentes del PLRA, quienes dicen llamarse dirigentes sin tierras, Leonor Rivas Torres y Marino Gavilán.
Tanto Torres como Gavilán ya utilizaban el predio de la Municipalidad de Curuguaty para reunirse con un grupo de autoproclamados sin tierras. Aproximadamente el 5 de enero se dio la primera invasión.
Tras las denuncias correspondientes, a instancia de los abogados de la firma Campos Morombí, perteneciente al Grupo Riquelme, los fiscales Miguel Ángel Rojas y Ninfa Mercedes Aguilar intervinieron en la zona, provocando la huida de los invasores, antes de la llegada de la comitiva policial.
Días más tarde, recordó el periodista, el 13 de enero, se dio una fuerte incursión otra vez de ese mismo grupo, cuando tomaron por asalto la casa que fue escenario de matanza del 15 de junio. En la vivienda estaba instalada una caseta de los personales de seguridad del establecimiento.
Los campesinos tomaron ese inmueble y despojaron de sus armas a los efectivos. El hecho fue denunciado pero, en vista a que la pretensión de los campesinos de invadir las tierras no prosperó, los mismos fueron a instalarse frente a la Fiscalía de Curuguaty, en son de repudio, solicitando la destitución y el traslado de los fiscales Rojas y Aguilar.
Frente a la sede del Ministerio Público, hubo ya una incursión de la Policía Nacional para resguardar las instalaciones de ese mismo grupo, que por entonces ya contaba con el respaldo logístico exintendente, Ramón Vega Barreto.
“Hay documentos que confirman que Vega Barreto daba respaldo el líder “carpero” José Rodríguez. Él (Rodríguez) vino, se paseo en un vehículo con él (Vega Barreto) y asistían a esta gente”, recordó.
Los periodistas de la zona seguían paso a paso el acontecimiento, por los actos vandálicos que se produjeron frente a la sede fiscal. Eran más de 10 dirigentes los que comandaban al grupo, que actualmente se encuentran procesados, junto al propio exintendente Vega Barreto.
Hasta entonces, Rubén Villalba no aparecía.
Luego de que los 10 dirigentes hayan sido procesados por la justicia, recibieron la imposición de no acercarse a Campos Morombí y de inclusive no tener contacto con grupos afines a la organización.
Al producirse este hecho, el grupo quedó debilitado y desalentado. Muchos de los integrantes del grupo prefirieron allanarse a lo que dispuso el juez, de manera a obtener medidas alternativas menos graves a la prisión.
“¿Qué ocurrió?, el grupo estaba totalmente dividido. El grupo que quería adjudicarse Marina Cué, la finca de casi 2.000 hectáreas, al final de cuentas, quedó totalmente debilitado”, explicó.
Y desde ahí aparece Rubén Villalba quien, como primera medida, decidió contactarse con Avelino Espínola alias “Pindú”, tras la ausencia de Marino Gavilán y Leonor Rivas Torres, quien llevaba toda la documentación referente a los intentos por forzar la adjudicación de la finca de Campos Morombí, a los campesinos.
Allá por el 2007, 2008, recordó el periodista, Villalba anduvo por la zona de la Colonia Pindó, distrito de Yasy Cañy, dirigiendo unas cuatro o cinco invasiones.
“En uno de los procedimientos de la Fiscalía, Villalba con su grupo, tomaron de rehén a la fiscala Filomena Benítez, a los asistentes fiscales, Fidel Antonio Benítez y Juan Marcelino Gonzalez. De los tres, el único que se mantiene es Benítez”, indicó.
Villalba era líder de las invasiones de propiedades de colonos brasileños hasta que tuvo un problema con su organización, en vistas a que se unió en pareja con una mujer, menor de edad, lo que le obligó a salir de Pindó, migrando a Yvy Pyta, para unirse con “Pindú”.
Rubén Villalba es una persona de mentalidad compulsiva, según Medina. Diferente a los otros anteriores dirigentes campesinos que se erigían como principales cabecillas de la lucha por la adjudicación de ese inmueble. La idea de Rubén era victimizar la lucha, según constataban a través de testimonios, los que lo seguían.
Con esa mentalidad, el dirigente campesino se fue agrupando más gente, haciéndose cargo del grupo y, paralelamente, ideando y planificando la invasión de Marina Cué.
Medina recordó que se manejaba que el propio Villalba trajo a dos referentes del grupo autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), en Marina Cue: Óscar Luis Benítez y Alejandro Ramos. Ambos se encargaron del adiestramiento, permaneciendo encapuchados, 15 días antes del procedimiento del 15 de junio.
La incursión de Benítez y Ramos hizo que varios campesinos salieran del grupo, lo que ocasionó el disgusto de Villalba.
“Eso fue lo que en cierto modo involucró mucho más a Rubén. Él era un tipo que, en los inicios del grupo EPP, mantuvo contacto con Magna Meza, Alejandro Ramos. Se dice que Alejandro Ramos es su compadre pero hasta el momento nadie pudo probar esto. Villalba estuvo con los del EPP en Sanguina Cué, San Pedro”, relató.
Villalba salió de la localidad de Sanguina Cue porque a su mujer –quien hoy reside en la ciudad de San Lorenzo- no le gustó que tenga contacto con gente del EPP.
“Unos tres a cuatro días antes, nosotros ya teníamos conocimiento de esa nueva invasión. Se filtraba la información en el Ministerio Público. Yo particularmente tengo personal de la Policía conmigo. Nos fuimos a acompañar el procedimiento”, dijo Medina, recordando que a las 7:00, se realizó la primera formación, en el portón de acceso a la firma Campos Morombí.
Desde allí, en patrullera, se trasladaron a la entrada principal que une Campos Morombí con el lugar donde se realizó el procedimiento: La casa del personal de resguardo.
“Hasta allí llegamos nosotros. A partir de ese momento el helicóptero de la Policía empezó a sobrevolar el área de invasión. Se hablaba de unas 50 personas aproximadamente, según el reporte de Erven Lovera. Él subió al helicóptero y dio ese reporte al entonces, jefe de operaciones, comisario Arnaldo Sanabria, el más antiguo”, rememoró.
Sanabria, con una radio portátil, recibía los informes de Lovera desde el aire. El mismo Lovera ya le había informado al que después iba a ser designado comandante de la Policía que varios de los campesinos estaban armados, pero la cifra no se podía cuantificar ya que formaban un retén, con la presencia de niños y mujeres.
En ese momento ya se dio la orden de los fiscales Ninfa Mercedes Aguilar y Diosnel Giménez, de incursionar en la zona.
El operativo tenía dos frentes, uno, de los efectivos de la Policia Montada, que ingresaron por el sector suroeste de la propiedad y otro grupo de operaciones haría lo propio, desde el noreste.
“Seguía insistentemente el sobrevuelo del helicóptero. Entre los campesinos habían entre ocho a cuatro escopeteros. Entre ellos estaba un comando que vestía todo de negro, él tenía un equipo más sofisticado, una ametralladora. La policía tenía su arma reglamentaria, algunos revolveres, además de la tonfa”, relató.
Medina dijo que él y el colega del diario Última Hora, Dionisio Cáceres, fueron los únicos que acompañaron el procedimiento. Cuando se dieron los primeros disparos, llegando a la altura de un pequeño lago, se escuchó decir a los policías que ya existían los primeros heridos.
“Estábamos a 200 a 300 metros del lugar. Íbamos caminando, teníamos una vista panorámica, seguía el sobrevuelo, había ruido en el aire. Lo que no pudimos definir es quién disparó primero si los policías o los campesinos”, dijo Medina, explicando que ambos bandos atribuyen a sus respectivos contrarios como los iniciadores.
El periodista recordó que, ante los disparos, tuvieron que parapetarse para proseguir. Así, con el cuerpo a tierra, los efectivos policiales y periodistas siguieron con marcha rastreante unos 150 metros más.
“Hubo una quema que también dio mucho ruido. Más la presencia del helicóptero, imposibilitaron oír con nitidez muchas partes de la balacera. Había una mezcla de ruido. Pero sentíamos el cruzamiento de las balas”, relató.
Medina sentenció que, si no tenía el entrenamiento de Caecopaz, quizás no haya contado la historia.
En el suelo, ambos periodistas recibieron la información de que los policías se habían quedado sin proyectiles. “Ya nadie levantaba la cabeza, todos estábamos parapetados allí, a la vera del camino, protegiéndonos”, dijo.
Una de las situaciones que más impresionó a Medina fue enterarse que los tres policías que estaban delante de ellos ya estaban muertos. Uno de los policías exclamó “levántense compañeros, que nuestros camaradas están muertos”.
“Me dio un escalofrío tremendo, no sabíamos. La balacera estaba muy densa”, dijo Medina, recordando que posteriormente, luego de 40 minutos de intercambio de disparos, el enfrentamiento concluyó.
El periodista rememoró que las personas, que estaban delante y detrás de ellos, comenzaron a levantarse. Posteriormente al enfrentamiento, llegaron los fiscales, dejando en evidencia que el procedimiento se realizó sin acompañamiento de los agentes del Ministerio Público, que habían dado la orden.
Tras el enfrentamiento, los periodistas acompañaron a los intervinientes de manera a dar con el paradero de los cuerpos, junto al médico forense y al perito de la Policía Nacional. Con este hecho, el operativo quedó concluido.
A un año de la masacre, el corresponsal dejó sentada su postura. Expresó que no está de acuerdo con la tendencia que le quieren dar “muchos actores de la sociedad”, incluyendo a los políticos y el Gobierno, que no quisieron admitir el error garrafal que se mantuvo, durante más de 30 años, alrededor de la propiedad.
Haciendo énfasis en estas declaraciones. Medina explicó que la propiedad fue donada por la Industrial Paraguaya, poseedora de 1.500.000 hectáreas en los departamentos de Alto Paraná y Canindeyú.
La firma cedió en donación 2.000 hectáreas al Estado paraguayo que admitió la concesión, pero jamás inscribió las tierras en el Registro Público.
“Se estancó esa tramitación en la Escribanía Mayor de Gobierno. Al no existir transferencia, no existe registro de esa propiedad. Jamás perteneció al Estado”, sentenció.
Fue la viveza de los Riquelme que ya empezaron a utilizar las tierras. Es más, desaparecieron 900 hectáreas de zona boscosa que, actualmente, ya no están allí.
Los que se percataron de que esa propiedad no estaba a nombre del Gobierno fueron los Riquelme, que iniciaron el juicio de usucapión, contra la Industrial Paraguaya, que fue favorable a la empresa Campos Morombí.
“El propio juez José Benítez me dijo: ‘Pablo, yo te iba a decir el problema. Es mentira de que sea tierra del Estado. El estado admitió la donación pero jamás la explotó, jamás la inscribió en el Registro Público. No se puede atribuir dominio sobre el inmueble... Ganó porque está dentro de una fracción mayor de Campos Morombí’. Para llegar al lugar, tenés que pasar por una propiedad de Campos Morombí”, dijo Medina.
El criterio expuesto por Benítez ya fue sostenido por su antecesor, el entonces juez de Curuguaty, Silvio Flores Mendoza.
Finalmente, el periodista dijo considerarse una persona preparada para hacer coberturas en cualquier tipo de circunstancia, pero reconoció que le impresionó la matanza ocurrida aquella mañana de junio.
“Si no tuviese el adiestramiento necesario, en el tema de curso que hice, no hubiera contado esta historia. Por el nombre de mi familia, de mis hijos, te digo. Fue terrible. Fue lo más gravitante para mí y para mí carrera. Llevo 15 años en ABC Color y nunca me tocó cubrir eventos delictivos de esta alevosía”, sentenció.
La cruda historia de lo ocurrido en las tierras de Marina Cué es un relato que muchos de nosotros, los que vivimos en localidades alejadas al epicentro del combate, tocamos de oído. Pese a todo, la matanza dejó sus huellas en la sociedad paraguaya. Esta historia, rememorada por sociólogos, periodistas, expertos -y pseudoeruditos- fue escrita con la sangre de 17 personas que nunca podrán dar su versión de lo ocurrido.