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Películas como esta sorpresa modesta en narrativa y en recursos que es Locke son verdaderas pruebas de fuego, tanto para sus directores como para sus actores protagonistas. Confinando la acción a un solo escenario muy reducido y con solo una persona visible en pantalla durante todo el filme, el director debe arreglárselas para mantener el interés del público con recursos visuales extremadamente limitados, y el actor debe ponerse al hombro todo el peso de la película.
Hacer que una película como esta funcione es la marca de un director talentoso y de un actor virtuoso. Locke funciona.
Mientras filmes similarmente minimalistas como la muy bien lograda Enterrado o la mucho menos simplista pero vagamente similar Enlace Mortal ponían a sus protagonistas en situaciones altamente dramáticas, la acción en Locke es mucho más mundana. Nuestro protagonista Ivan Locke no tiene encima a un francotirador que amenaza su vida, ni debe tratar de conseguir ser liberado de un ataúd bajo tierra donde fue puesto por terroristas. A pesar de lo que uno pueda pensar viendo el póster del filme o la carátula en el local de alquiler de películas, no hay una conspiración ni una tensa carrera contra el tiempo, ni personas que buscan acabar con nuestro protagonista.
Locke es simplemente la historia de una noche particularmente mala en la vida de Ivan Locke, un contratista británico que debe enfrentarse a tres grandes crisis -una profesional y dos personales- desde la cabina de su camioneta sin más armas que su teléfono de manos libres, mientras emprende un viaje de una hora y media hasta Londres.
Por un lado debe ayudar a un compañero suyo a prepararse para una masiva entrega de concreto de magnitud histórica (la más grande de la historia de Europa fuera de la construcción militar, según le dice alguien al teléfono), soportando la ira de su jefe por no ser él quien supervise en persona el evento; por otro lado debe lidiar con la emocionalmente frágil mujer con quien una vez fue infiel a su esposa, una relación de una noche que derivó en un embarazo y a quien se dirige a acompañar durante el alumbramiento; y además debe enfrentarse a la idea de confesar su infidelidad a su esposa.
Con la acción confinada exclusivamente al interior y los alrededores inmediatos del BMW de Locke, el director Steven Knight hace un admirable trabajo al mantener el filme emocionante, valiéndose solamente de la presencia en pantalla de Tom Hardy, unos buenos actores de voz y un guión muy bien pensado.
Locke salta de llamada en llamada, en momentos que recuerdan a los brillantes duelos verbales de Frost/Nixon, logrando transmitir tensión en situaciones mundanas. Casi a escondidas, cual ladrón en la noche, el filme va haciendo que el espectador se identifique con Locke o se imagine a sí mismo en su lugar. Ocasionalmente el protagonista se toma una pausa de sus malabares telefónicos para mantener conversaciones imaginarias con su ausente padre muerto, representado por absolutamente nada más allá del asiento trasero vacío en el retrovisor. Estas conversaciones representan breves momentos en los que el filme parece dejarse caer en cierto grado de melodramatismo, pero sirven para un propósito muy importante: explicar indirectamente la forma de actuar de Locke, por qué está haciendo lo que hace en vez de elegir soluciones más fáciles y convenientes aunque menos éticas.
El guión logra generar gran drama con el doblo conflicto de la infidelidad, con la mujer llamando varias veces a Locke y sonando muy inestable -y añadiendo una sensación de urgencia con la inminente llegada del bebé-, mientras que el protagonista intenta mantener su vida familiar en pie. La historia de la construcción sirve para poner un poco de tensión extra e incluso algo de humor.
Sin recurrir a trampas como “flashbacks” para mostrarnos otros personajes o entornos, Knight se limita a jugar con tomas de distintos ángulos de la camioneta mientras recorre las autopistas, ocasionalmente dando protagonismo por un instante al sonido de las sirenas de algunos autos de policía, pero sin desviar nunca su atención del drama dentro del vehículo.
Sin sobreactuar, Tom Hardy -a quien vamos a ver el año que viene conduciendo de forma mucho menos tranquila en la nueva Mad Max- transmite una gran cantidad de emociones de forma sutil, pasando de la desesperación a la determinación, de la tristeza a la ira, de una forma tan fluida que es casi imperceptible. Su personaje se siente real, en otras palabras.
Locke es una película sobre un tipo hablando por teléfono en un auto durante una hora y media, y no solo no es aburrida, sino que es genuinamente emocionante y transmite un tipo muy especial de tensión, una lección en simplicidad y destreza cinematográfica. No puedo darle una recomendación más alta que esa.
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LOCKE
Dirigida por Steven Knight
Escrita por Steven Knight
Producida por Guy Heely y Paul Webster
Edición por Justine Wright
Dirección de fotografía por Haris Zambarloukos
Banda sonora compuesta por Dickon Hinchliffe
Elenco: Tom Hardy, Ruth Wilson, Olivia Colman, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland y Bill Milner