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Si uno quisiera hacer un listado de todos los thrillers de suspenso y acción que giran en torno a la venganza, tendría un trabajo largo. Es uno de los más populares y utilizados argumentos básicos en la historia del cine, generalmente centrándose en alguna especie de super-hombre con quien un montón de futuros cadáveres no debieron haberse metido; pagarán con sangre el haber asesinado a su hijo, su novia, su familia o algún otro ser querido.
Estoy seguro de que si lo intenta, puede conjurar sin demasiado esfuerzo la imagen del típico protagonista de este tipo de película -probablemente se parece a Liam Neeson- y algunas de las formas en que lidiará con los pobres infelices que sin saberlo cometieron el peor error de su cada vez más corta vida al causarle problemas.
Blue Ruin, un fime independiente de modestos valores de producción pero gran poder cerebral bajo la superficie, se las arregla para poner en evidencia los clichés en los que suele caer ese tipo de películas, poniendo a un ser humano normal y corriente en el rol habitualmente reservado para la máquina humana de repartir puñetazos y plomo, y mostrando las consecuencias realistas que sus acciones tendrían en algo más parecido al mundo real, sin dejar por esto de ser un filme enormemente entretenido y lleno de suspenso.
Durante todo el filme seguimos a Dwight (Macon Blair), a quien conocemos tomando un baño en una casa que no es la suya, viéndose obligado a huir apresuradamente cuando escucha a los dueños de la vivienda llegar. Vistiendo ropa robada y con una tupida barba pelirroja, Dwight parece vivir en la indigencia, con solo unos libros y algunos otros objetos como posesión, y un destartalado automóvil azul como lugar de residencia. Más allá de su tendencia de robar ropa y meterse a casas ajenas para asearse, parece pacífico e inofensivo.
Eso es, por supuesto, hasta que un día es convocado por una agente de la Policía que lo conoce y le hace un anuncio: la persona condenada por el asesinato de los padres de Dwight cumplió su condena y será liberado de prisión. Al enterarse de esto, Dwight se arma como puede, pone de nuevo en funcionamiento su auto y sale al camino para vengar a sus padres.
Allí, en la premisa básica, terminan las similitudes superficiales entre la historia de Dwight y las que tradicionalmente ocupan el sub-género del “revenge porn”. Con su físico menudo y aspecto de vagabundo, Dwight es lo más lejano imaginable a la imagen que uno asocia con un antihéroe en un sendero de venganza; aunque la historia del cine tiene uno que otro ejemplo de vagabundos vengativos extremadamente peligrosos. Cuando más adelante en la película nuestro protagonista se corta el cabello y se afeita la barba, logra parecer aún menos intimidante.
Eventualmente el guión del director Jeremy Saulnier empieza a prestar elementos comunes en los filmes de este tipo e intencionalmente viste con ellos a su película, como si fuera ropa del tamaño no adecuado, para que el contraste hable por sí solo. La ineptitud de Dwight para el combate sería cómica si los momentos de acción, llenos más de incómoda tensión que de espectáculo y adrenalina, no fueran tan brutales. Los momentos de violencia son repentinos y breves, con el director poniendo un énfasis más grande en la anticipación, la previa de esa violencia.
Como en innumerables películas de acción, en un momento vemos a Dwight comprando elementos médicos para tratar una herida infligida a él en uno de los enfrentamientos, aunque con resultados mucho más realistas. El filme también pone un énfasis enorme en las consecuencias de la violencia o de otro tipo de acciones igualmente dañinas.
Comenzamos sabiendo más bien poco de Dwight, su familia y sus enemigos. Eventualmente la película comienza a dejar caer información a cuentagotas, dejando que el público llene ciertos espacios en blanco. Solo al final el rompecabezas parece completarse totalmente, dejando un casi insoportablemente tenso clímax como el punto final de una oscura historia sobre los pecados de una generación influyendo en la siguiente, y las terribles consecuencias que pueden tener las acciones no del todo bien pensadas.
En el final queremos que Dwight salga victorioso porque las consecuencias del otro resultado serían terribles, pero también serían culpa suya; al final, Dwight no es muy distinto a la persona del otro bando que inició el derramamiento de sangre.
No es que haya nada malo con un thriller de venganza a la antigua; ver a Liam Neeson arrasar por sí solo con toda una red de traficantes de mujeres es genial, y ver a Arnold Schwarzenegger empalar a los secuestradores de su hija nunca va a dejar de ser divertido. Pero algo distinto siempre es bienvenido, y Blue Ruin es, a fin de cuentas, un filme bien digno de la etiqueta de “thriller”.
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BLUE RUIN
Dirigida por Jeremy Saulnier
Escrita por Jeremy Saulnier
Producida por Richard Peete, Vincent Savino y Anish Savjani
Edición por Julia Bloch
Dirección de fotografía por Jeremy Saulnier
Banda sonora compuesta por Brooke Blair y Will Blair
Elenco: Macon Blair, Devin Ratray, Amy Hargreaves, Kevin Kolack, Eve Plumb y David W. Thompson