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Desde 2012, cuando apareciera en las salas de cine locales como la carretillera Liz de “7 Cajas” (Maneglia-Schémbori), nadie la olvida. Desde ese momento, su encantamiento con el cine la llevó a seguir un camino cinematográfico con los proyectos “Lectura según Justino” (Arnaldo André), la colombiana “Fábula de conspiración” (Carlos Varela) y la argentina “La otra orilla” (Daniel Gagliano). En el medio, y aún en plan de rodaje, la película de Mangoré dirigida por el chileno Luis Vera, bajo la producción de Leo Rubín.
En “Luna de cigarras” –la película de Jorge Bedoya cuyo estreno se prevé para setiembre próximo–, Lali se convierte en Mabel, una muchacha que se gana la vida como prostituta en el microcentro de Asunción. Entre los desafíos del personaje: abandonar su imagen aniñada para cambiar su color de pelo oscuro por un rubio platinado e iniciar una dieta estricta para bajar algunos kilos.
“La ventaja de ser actriz es que uno puede vivir experiencias o situaciones que yo –como Lali, en la vida real– jamás me teñiría de rubio… jamás. No hay ninguna posibilidad”, reconoce Lali González, luego de volver a su color original, tras la filmación de la película.
“Con Andrea Quattrocchi (su compañera en las escenas) estábamos con una dieta muy estricta y estábamos bien flacas… necesitábamos estar seguras, porque cuando vos trabajás tenés que olvidarte de todo, y yo creo que lo conseguimos con Andrea”, señala.
-¿Cómo llegaste a “Luna de cigarras”?
-En una charla con el director Jorge Bedoya, el año pasado, cuando llego de Colombia… le comento que los colombianos estaban como muy curiosos sobre la producción de “Luna de cigarras”, porque yo les muestro el 'teaser'. Le hice el contacto con la producción en Colombia y en una de esas charlas hablamos de la posibilidad de que yo pueda participar como actriz invitada en la película. Yo venía haciendo cine en Argentina, en Colombia, y también le había comentado que yo tenía ganas de seguir haciendo cine en mi país, que me encantaría… entonces me dijo: '¿Por qué no vemos el papel de una de las prostitutas?'. ‘Dale’, yo le digo. ‘Buenísimo, proponeme, después vemos más adelante el guión, cómo se va desarrollando’… y nos empezamos a juntar.
-¿Qué te pareció el personaje?
-Me gustó el desafío porque yo venía haciendo personajes de mi edad –o mucho menores que yo–. El cine te da de repente esa posibilidad de poder jugar con matices de la caracterización del personaje, y estaba bueno poder enfocarme y ver otra faceta mía.
Hicimos un casting cerrado, ya con la escena, y después de casi dos semanas me informan que, finalmente, quedé para el papel.
-¿Dudaste en algún momento aceptar el papel?
-Sí, totalmente. Dudé porque me dio miedo y, además, fueron como 17 días de algo muy fuerte: venía muy cargada del teatro y de funciones y de ensayos… no podía concentrarme. Fue la primera vez que se me cruzó que tenía que hacer fines de semana teatro y entre semana cine. Primera vez. Yo no podía creer porque, de alguna manera, ese es el sueño del actor: poder trabajar de lo que uno ama, y más en cine y en teatro.
-¿Cómo llegó la propuesta de cambiarte al rubio?
-El estilista Edi Romero, mucho antes, me había propuesto que quería verme totalmente diferente a los otros personajes con los que él trabajó conmigo.
Fue una sugerencia de él, luego de Irma (su personaje en “Lectura según Justino”), donde tenía que parecer más nenita, como más tierna, me dijo: “Esta es la tercera película en que trabajamos juntos, yo te quiero ver totalmente diferente y le voy a proponer a Jorge (Bedoya)”. Y es ahí donde me dice: 'Vamos a ir a un rubio platinado, y Andrea va a ir a un negro poderoso'. Y yo le digo: '¡Uff… bueno!'.
-¿Sentís que volver a tu color original tan rápido fue una manera de abandonar el personaje?
-Sí. Cuando yo me tiño de rubio me doy cuenta cómo el rubio le llama la atención a los hombres. Entonces yo me pongo a investigar qué tiene el rubio que al paraguayo, o al hombre en general, le llama la atención. Tiene una carga erótica históricamente, como en la película de Marilyn (Monroe) “Los caballeros las prefieren rubias”.
Si bien las mujeres morenas hoy tienen otro tipo de poder que antes no tenían, yo creo que las rubias tienen ese símbolo erótico asociado, entonces verme rubia de alguna manera me dejaba mayor –o la edad que yo tengo, porque a veces parezco menor de 27 años– y fue toda una investigación que hizo que mi cabeza vuele con cambiarme el color de pelo.
-¿Cómo llevaste adelante el personaje?
-Siento que no cae en lo dramático ni tampoco en un personaje muy fuerte ni denso; sigue manteniendo la esencia de ser una chica de la calle con mucha inocencia y como una aprendiz. Me basé un poco en lo que me daba el ‘Physique du role’ que me marcaba el estilista. Trabajamos en base a eso: que sea una aprendiz de la calle, entonces yo le sigo a Andrea (Quattrocchi) sus pasos y jugamos un poco con ese humor negro que la película tiene todo el tiempo, durante toda la película.
-¿Tuviste en algún momento el temor de quedarte encasillada en el personaje de Liz en “7 Cajas”?
-Liz es un regalo de la vida. Decía el actor colombiano Andrés Parra (El Patrón del Mal) que el personaje de tu vida te llega en un momento, como le llega a un hombre el casamiento. Te llega el momento y, en teoría, te llega una sola vez y no te queda otra que disfrutar de ese único momento. Liz, para mí, fue un regalo que me dio la oportunidad de que mi carrera fluya y siga de una manera continua.
Hasta ahora, a veces, me dicen Liz y me doy la vuelta, ¡porque mucho tiempo me llamaban Liz! Después creo que le di la chance al público que vea que soy actriz desde hace tiempo ya, y con el éxito de ‘Recién casados’ la gente se quedaba mucho con Paty…
El trabajo como actriz también es desencasillarse, pero no desenamorarle al público con lo que vos le diste, y si fue algo fuerte, es imposible sacarlo.
Van a ir apareciendo otros papeles, pero Liz siempre va a estar como mi primera comunión o como mi bautismo a nivel de figura pública.
Lejos de las cámaras y de los escenarios, Lali González ingresó al Poder Judicial en 2005, un año después de terminar el colegio. “Como estaba trabajando en el Poder Judicial, me dice mi jefa: ‘¿Por qué no seguís la carrera de Derecho y te formás como abogada, ya que estás trabajando con nosotros?'”. Fue así como dejó atrás su deseo inicial de estudiar Hotelería y Turismo en Brasil, para iniciar la carrera de Derecho y recibirse de abogada.
Entre códigos y leyes, realiza un taller de actuación con Alicia Guerra y toma cursos en el instituto de Agustín Núñez. “Uno, cuando no está muy seguro de lo que quiere hacer, lo hace como hobby. Pero, a medida que pasaban los años, me iba comprometiendo más con la carrera”, reflexiona hoy.
Después de abandonar un año la carrera de actuación (“Creí que no era buena para esto”, reconoce), finalmente retomó los estudios y el crecimiento fue imparable: protagonizó un capítulo de “La herencia de Caín”, de Núñez, y quedó seleccionada para “7 Cajas”.
A pesar del éxito nacional del filme de Maneglia y Schémbori, Lali confiesa que en los transitados pasillos del Poder Judicial no la reconocían. “Porque me iba como abogada, con traje o con un rodete. Sí, me acuerdo que una vez un muchacho me dice: ‘Vos sos igualita a esa estrella de cine Lali González’, y yo le digo: ‘Si yo era ella no iba a estar en este ascensor’.
Finalmente, en 2013, Lali se dejó llevar por la intuición. Dejó atrás los trajecitos de las mañanas por esa pasión de encarnar personajes. “Me decidí y dije: ‘Tengo que ser fiel a mi corazón y fiel a lo que amo. Soy fiel a la teoría de que si uno hace lo que ama es imposible fracasar”.