Larga condena por matricidio

Un suspendido defensor público fue condenado a 28 años de cárcel luego de ser hallado culpable del asesinato de su madre y del intento de homicidio de su padrastro. El hecho ocurrió en octubre de 2010.

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Luis Edgardo Aguillón nunca se imaginaría lo que le deparaba aquella noche del viernes 8 de octubre de 2010.

Su hijastro, Marcelo Augusto Fúster, abogado que se desempeñaba como defensor público, los había invitado a reunirse para celebrar las 37 semanas de embarazo de su esposa. La cita tendría lugar una vez que él volviera de las clases en la universidad en la que enseñaba.

Como era habitual, don Luis dejó a su esposa, Graciela Edith Fúster, en su casa para luego ir a dictar clases. Eran aproximadamente las 19:30.

Poco tiempo después, Marcelo llamó a su madre a la línea baja. Conversaron durante varios minutos, una vez que colgaron el hombre envió un mensaje a su madre diciéndole que se arreglara; iría a buscarla y saldrían de paseo para hacer hora mientras esperaban que su padrastro volviera de la universidad.

Marcelo no dio el tiempo suficiente para que su madre se cambiara, llegó enseguida y partieron.

Pero en realidad su intención no fue nunca llevar a su madre de paseo al centro comercial como le había dicho. Las intenciones del hombre eran mucho más oscuras.

La llevó a su casa ubicada sobre la avenida Madame Lynch y Primer Presidente. Una vez allí, Marcelo tomó un revólver calibre 22 y apuntó a la mujer, estaba decidido a matarla; pero el arma de fuego le jugó una mala pasada y no disparó cuando apretó el gatillo así que decidió darle un nuevo uso.

Con la culata del arma golpeó en la cabeza a su madre hasta dejarla inconsciente; ese momento fue aprovechado por Fúster García; con un cuchillo de cocina degolló a la mujer que le había dado la vida.

Eran cerca de las 22:00 cuando Luis terminó con sus clases; una vez afuera decidió llamar a su esposa para avisarle que ya podían pasar a buscarlo. Llamó a uno de los números, tras luego de varios intentos infructuosos decidió buscarla en la otra línea.

“Espera que ya vamos a buscarte”, le dijo una voz lacónica. Aguillón relata, en conversación con ABC Color, que en aquel momento comenzó a sentir como que algo raro estaba ocurriendo. Esa no era la voz de su mujer.

Luego de unos 40 minutos de espera llegó Marcelo. Estaba solo en el vehículo. “Vamos a casa”, le dijo Luis, seguro de que su esposa, coqueta como solía ser, había demorado más tiempo para prepararse.

“No, yo ya llevé a mamá a mi casa”, le respondió Marcelo. Entonces decidieron partir rumbo al domicilio del abogado que parecía apurado. “Nos fuimos rápido, hablamos muy poco”, recuerda Aguillón.

En un punto del camino, Fúster dijo querer comprar algunas cervezas para lo que iba a ingresar a una estación de servicio ubicada sobre la Avenida Perú y Juan de Salazar. “Pero ¿para qué vamos a comprar cerveza si vamos a ir a celebrar? No tiene sentido”, le cuestionó su padrastro a lo que él respondió que quería utilizar unos vales. El momento en el que ingresaban y salían quedó registrado por el circuito cerrado del lugar.

Llegaron a la casa minutos después. El lugar estaba oscuro y silencioso. Ahí estaba otra vez esa sensación de que algo raro estaba pasando que invadía Aguillón. “¡Hola!”, dijo una vez adentro del domicilio esperando recibir como contestación la voz de su mujer; algo que no ocurrió. 

Marcelo lo guió hasta la cocina, un lugar en el que habitualmente había una mesa rodeada de varias sillas, pero esta vez había una sola puesta de espalda a las escaleras. Tomó asiento mientras Marcelo subía a buscar a su madre y su esposa arriba.

A Luis le pareció raro que su esposa, por su contextura, hubiera subido las escaleras. “Una sola vez lo hizo y después nunca más”, relata. “Seguramente estará mirando el cuarto del bebé”, se respondió a sí mismo. Si bien todo le parecía muy raro, “uno nunca espera la desgracia”.

Se quedó sentado en la silla. No pasó más de un minuto cuando de pronto sintió una punzada en la espalda. Era la primera herida. Se dio la vuelta y encontró que su atacante era su hijastro, Marcelo. “Estaba con los cuchillos de cocina”, afirma. El atacante lo tomó del cuello a fin de poder realizar su tarea más rápido y mantener el factor sorpresa.

“¿Marcelo por qué me haces esto si yo te quiero tanto?”, fue lo único que consiguió decir en aquel momento.

“Porque ustedes quieren vender la casa”, le respondió.

Luis cayó al suelo ensangrentado, veía su sangre salir a borbotones por todos lados; había recibido un golpe en la cabeza pero seguía consciente. Marcelo lo arrastró hasta el patio trasero, una vez allí le pateó y lo dejó tirado pensando tal vez que ya había muerto o que quizás se tratara simplemente de minutos antes de que dejara de respirar.

Su atacante había vuelto a la casa y Luis sentía, escuchaba, como estaba limpiando la casa.

Aguillón tenía la misma impresión que Marcelo; era cuestión de tiempo. Tirado en el suelo, consciente pero ya sin capacidad de reacción sentía como su corazón latía cada vez más rápido, que la vida se iba.

En ese momento, Fúster García abrió el portón peatonal que tenía en el garaje, salió a la calle para sacar algunas cosas. El portón quedó entreabierto.

Hasta ahora, cuatro años después, no entiende como fue que lo hizo porque intenciones de salir ya no tenía; aún así por un impulso consiguió arrastrarse hasta el portón. Lo empujó y como pudo llego hasta la calle.

Unas personas que pasaban en un auto en ese momento vieron al hombre malherido tendido en el piso y decidieron auxiliarle. Le llevaron hasta Emergencias Médicas, allí tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica para tratar de salvarle la vida y permaneció algunos días en terapia intensiva.

Él no se enteró de la muerte de su esposa sino hasta que salió de terapia intensiva.

Cuando los efectivos policiales llegaron a la escena aquella noche tras una denuncia, se encontraron con que el lugar había sido limpiado y el atacante se había bañado para quitarse los rastros de sangre.

Tras cuatro años, el jueves un tribunal de sentencia declaró culpable al exdefensor público del asesinato de su madre y intento de homicidio de su padrastro.

La Fiscalía, que presentó una serie de testimoniales, videos de la cámara de seguridad de la estación de servicio y pericias forenses que comprobaron la culpabilidad de Marcelo Fúster García del alevoso ataque, solicitó 30 años de prisión y 10 más como medida de seguridad. El Tribunal estableció una pena de prisión de 28.

Luis Edgardo Aguillón dice no estar conforme del todo con la sentencia. “Se merece los 30 años que estipula el código como condena máxima y los 10 años de seguridad porque, según las opiniones del sicólogo, él es una persona que puede volver a repetir su acción ya sea conmigo, con su esposa o con su hijo”, asevera para luego agregar que su abogado piensa apelar para exigir la pena máxima.

Pese al paso del tiempo, el hombre dice seguir sorprendido porque la relación con su hijastro fue siempre muy buena y que aún teme por su vida pues lo que siempre molestó a Marcelo fue que el quedara con vida. “Se las jugó por el crimen perfecto ”, afirma.

“Por mí ya no me preocupo demasiado, sino por su esposa y su hijo. Creo que representa un peligro una persona así que en condiciones de que su personalidad en momentos se pueda transformar”, sentencia.

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