La enfermedad del siglo

Más allá de ser un mero trastorno que afecta a lo estético, la obesidad ataca no solo a lo físico sino también a la emoción. Su gran expansión ha llevado a denominar esta patología como la enfermedad del siglo.

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Mirarse fijamente al espejo para encontrarse con una figura que para nada cumple con los parámetros de la sociedad de lo considerado atractivo. Enfrentar la dificultad de encontrar ropa a la medida o tener que soportar las bromas y apodos que ponen familiares y amigos.

Son tan solo algunas de las dificultades por las que atraviesan las personas con sobrepeso u obesidad.

La obesidad, explicó a ABC Color la nutricionista Carolina Sosky, es una enfermedad “multifactorial” pues no afecta solamente a lo estético –como muchos creerían– sino que conlleva muchas complicaciones mayores.

Según se puede leer en la página web de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El sobrepeso y la obesidad se definen como “una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”.

Sosky indicó que para poder determinar si una persona es obesa o no se recurre al cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC), que se determina dividiendo el peso sobre el talle (en metros) al cuadrado. Valores iguales o mayores a 25 implican sobrepeso; con valores de 30 o mayores se habla de obesidad.

Según estimaciones, en nuestro país más del 50 por ciento de la población sufre de obesidad. Hasta el 2008, una de cada diez personas en el mundo sufría de esta enfermedad.

La profesional expresó que muchas personas creen que por más de sufrir de sobrepeso u obesidad siguen siendo sanas y que esto es un error.

“La obesidad expone a nuestro organismo a tantas enfermedades y a tantas patologías relacionadas como problemas cardiovasculares, hipertensión, diabetes, problemas articulares, dolores en la rodilla, trastornos del sueño, conocidos como apnea del sueño”, dijo.

“Son apenas algunos ejemplos. Todo el cuerpo funciona ya de una manera no adecuada”, sentenció.

La nutricionista explicó que uno de los principales factores que podrían producir es la genética, pues muchas de las situaciones que se pueden dar a lo largo de la vida de un individuo tienen su inicio en los genes.

“La genética puede ser mala, pero si nuestro estilo de vida es adecuado nunca vamos a disparar estos genes de la obesidad por ejemplo”, puntualizó dando así a conocer otro de los factores que podrían generar esta enfermedad: los estilos de vida.

El tercer y no menos importante factor es el de la alimentación.

“Cada vez nos alimentamos peor. Buscamos las famosas comidas rápidas porque tenemos poco tiempo, le dedicamos muy poco tiempo a la hora de la comida, comemos rápido, mal y por supuesto seleccionamos mal nuestros alimentos”, relató.

Aseveró que actualmente se consumen muchas calorías vacías, es decir alimentos que aportan muchas calorías pero nada de nutrientes.

El Dr. Francisco Oliveira, sicólogo manifestó a ABC, que la obesidad es inducida muchas veces por disturbios sicológicos como la angustia, la ansiedad o alguna carencia del tipo afecto o sexual.

Desde temprano en la vida, agregó, el alimento ha sido utilizado como un elemento tranquilizador por la raza humana.

Durante la infancia, el pecho materno o el biberón se le dan a la criatura cuando está llorando. Podría estar llorando por miedo, porque ensució su pañal o por la picadura de algún insecto. Luego de atender al niño, enseguida se lo alimenta.

“Entonces en el cerebro se crea una especie de asociación entre ansiedad y comida”, manifestó Oliveira.

Esta asociación sigue vigente en la edad adulta y cuando surge un problema, le persona tiende a buscar automáticamente algún alimento para aliviar la situación. La acción es inconsciente, no es que se pretende utilizar el alimento para “ahogar” las penas, a diferencia del alcoholismo o la drogadicción.

El alimento es entonces utilizado como un suplantador para tratar de cubrir algunas falencias, siendo este el factor que hace muy difícil el cumplimiento cabal de una dieta mientras no se consiga romper la asociación.

“Comienza haciendo bien la dieta pero no puede seguir porque necesita darse cuenta de sus carencias y cómo podría llenarlas. Sin eso, no va a haber caso de que por la sola fuerza de voluntad consiga suprimir el alimento”, enfatizó.

Oliveira indicó que la obesidad, más aún la conocida como “mórbida” produce un impacto muy violento sobre las personas que sufren esa enfermedad.

La autoestima golpeada, aseveró, es otro elemento que genera ansiedad. A partir de ahí se forma un circulo vicioso.

“Porque estoy ansioso, como, al comer engordo; cuando engordo me pongo ansioso, entonces como, entonces gordo. Es un círculo vicioso entre obesidad, ansiedad y comida que se repite una y otra vez”, expresó.

En este sentido es que destacó que el tratamiento contra la obesidad no puede ser encarado solamente a través de alguna cirugía sin el debido acompañamiento sicológico, de lo contrario los esfuerzos serían vanos.

Además señaló que las personas obesas se sienten como rechazadas, como discriminadas y en ocasiones pueden tener problemas con la familia y con las relaciones sociales.

Muchas veces, en un intento desesperado por bajar algunos kilogramos demás, las personas se someten a dietas restrictivas que parecerían tener un rápido efecto, sin embargo en lugar de favorecer la salud se podría estar produciendo efectos negativos.

“El problema de estas dietas de hambre, como se les llama, es que no son sostenibles a largo plazo. Es como tratar de meterse bajo el agua, uno tiene que aguantar pero llega un momento en el que tiene que salir para poder respirar”, expresó la Lic. Carolina Sosky.

“Son dietas de emergencias, de urgencias, para por un tiempo bajar algunos kilos que después se recuperan rápidamente”, agregó.

“Hasta hoy día no se ha encontrado la “solución mágica”, porque tanto se promocionan un montón de cosas para bajar de peso pero hasta hoy no hay un método comprobado de verdadero éxito”, expresó Sosky.

Hasta el momento cientos de laboratorios se dedican a la búsqueda de alguna solución para la denominada “epidemia del siglo XXI”.

Mientras tanto, finaliza Sosky, el único método comprobado es el cambio del estilo de vida y de la alimentación.

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