Cargando...
Polvo y lodo, estas son dos características que pueden resumir a Bahía Negra, cuya población urbana es de apenas 1.500 personas. Tanto la ciudad como sus comunidades indígenas se asientan sobre la ribera del río Paraguay, cuya riqueza - a esa altura del mapa - no permite que pasen hambre.
Por su ubicación, posee una biodiversidad rica y exótica. A veces puede resultar ensordecedor el canto de los loros en sus nidos comunitarios en los árboles. Vuelan en todas las direcciones en busca de ramitas, para agrandar aún más sus guaridas.
Las garzas engalanan el horizonte, los mbiguá pescan. Más de una vez un carpincho puede sorprenderte y por las noches el borde del río se enciende con el resplandor de los ojos de los yacarés mientras los murciélagos salen en busca de insectos nocturnos.
Hace apenas 12 años esta ciudad se convirtió en distrito. Su población es de alrededor de 5.000 personas, 1.500 de ellas viven en el casco urbano de la ciudad. También cuenta con cinco comunidades indígenas Ishir ybytoso (chamacoco) asentadas en Puerto Diana, Puerto Pollo, Puerto 14 de Mayo, Puerto Esperanza y Puerto Caballo, la comunidad más pequeña de todas.
La vida de la gente en la ciudad es parsimoniosa. Como si no tuvieran prisa nunca, todo parece transcurrir en cámara lenta. En las siestas solo las aves parecen tener licencia para permanecer activos, los loros no cesan su tarea de buscar materiales de construcción. El sol rebota con fuerza en la tierra clara y el polvo se deja arrastrar por la brisa.
El panorama desértico contrasta con el azul del río y con el verde de su abundante vegetación, pero basta un aguacero para que el paisaje urbano cambie drásticamente. Las gotas de lluvia oscurecen la tierra y pronto la llenan de charcos. El barro pegajoso forma una simbiosis con las botas, con las zapatillas, las ruedas de las motocicletas, las salas de las casas, la rejilla del baño.
Una lluvia más significativa hace que los caminos que conducen a la ciudad, todos de tierra, sean clausurados al tránsito vehicular. La única pista de aterrizaje que recibe un vuelo semanal, los viernes, también queda inutilizable. La ciudad así queda prácticamente aislada.
“Entre 20 y 25 milímetros de agua caída y ya no se puede caminar”, advierte Mabel Ortiz, una de las meteorólogas locales. El 13 de setiembre se inició una serie de lluvias que los pobladores creían que solo iba a ser un aguacero, pero terminaron por causar el cierre de los caminos por varios días y la clausura de la pista por más de una semana.
A pesar de la lluvia, que cataloga como inusual a esa altura del año, la especialista en predicción de tiempo asegura que la zona de Bahía Negra se caracteriza por ser muy calurosa. “El clima es muy cambiante y hace mucho calor. En febrero del año pasado la temperatura alcanzó los 50 grados. En los días más leves, alcanza los 42 o 40 grados en verano”.
La estación de Meteorología que encabeza Mabel Ortiz envía reportes a Asunción cada tres horas.
“Por precaución se clausuran los caminos para que se mantengan estables. Cuesta mucho mantener este tipo de rutas. Pasa una camioneta y los destruye”, dice Bernardino Suárez, secretario General de la comuna local.
Observando las nubes grises que cubre a la ciudad, afirma que cuando no hay caminos, el río es la única salvación. En los casos de urgencias, las instituciones se echan la mano, cuenta. Especialmente en casos en caso de urgencias, la Marina pone una lancha o se usa la que tiene el Centro de Salud - IPS local (que funcionan en el mismo edificio), mientras la Municipalidad aporta el combustible y así todos colaboran.
La necesidad que resuena al unísono entre los pobladores es atendida lentamente. En la actualidad la comuna local trabaja de forma interinstitucional con la Gobernación de Alto Paraguay, el comando de Ingeniería de las Fuerzas Armadas y la Comisión de Caminos para levantar una ruta y así impedir que la localidad quede anegada con cada precipitación.
Además está en proceso - aunque actualmente paralizada - la pavimentación de parte de la avenida principal de la ciudad, J. J. Sánchez, que actualmente llega hasta la comunidad indígena más cercana, Puerto Diana. Un pedido de la ciudadanía de agregarle un paseo central está en estudio.
La zona céntrica de la ciudad, ubicada sobre la avenida principal, cuenta con varias despensas y bodegas, aunque los precios entre las mismas no varían mucho y son relativamente más elevados que en otras ciudades, salvo en los comercios de mayor envergadura, donde el sobrecosto se percibe menos.
“Acá todos los productos son más caros. Todo cuesta el doble y con todo eso no hay pobreza ni miseria. A pesar de los costos excesivos, la gente vive bien”, refiere Bernardino Suárez, quien al momento de esta nota estaba al frente de la Municipalidad en ausencia del intendente, Joao Roberto Ferreira, quien por mediados de setiembre se encontraba en Asunción.
Pero las despensas no son la única vía para conseguir alimentos en la pequeña ciudad. “Es un privilegio tener el río. Uno no pasa necesidad, el río te surte de alimentos. Otras personas se valen de la cacería, como venados, palomas, jabalíes. Nunca falta comida”, relata.
Los indígenas también recurren a la pesca, producen miel y muchos practican la ganadería, en pequeña y mediana escala. “Bahía negra está viva por los recursos naturales”, exclama Leticia Rosales, presidenta de la junta municipal local. Sostiene que si bien muchas personas ejercen la pesca para vivir, “en épocas difíciles, cuando tenemos pescados en abundancia, no hay caminos y se pierden. Tenemos varios factores negativos pero vamos superando”.
Como muchos otros pobladores, Rosales recuerda que la mejor época de Bahía Negra se desarrolló en tiempos de la dictadura, cuando aún formaba parte de Fuerte Olimpo. En aquellos años - cuenta - había hasta tres vuelos semanales y llegaba a la ciudad un barco de la Flota Mercante del Estado Paraguayo.
El aislamiento que sufre la ciudad hace casi imposible que se pueda desarrollar el turismo, dice Rosales. "No tenemos caminos, no tenemos hoteles, los vuelos no son seguros, no tenemos un servicio que ofrecer al turista a causa del aislamiento y el olvido del Gobierno Central”, refiere.
Actualmente existe un programa de reordenamiento territorial de la ciudad, financiado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), ante la inminencia de la declaración como patrimonio mundial del Pantanal Paraguayo.
El trabajo de campo está encabezado por profesionales en urbanismo franceses, quienes ya han visitado en varias oportunidades la ciudad y las comunidades, desde el 2016.
“Este plan no quiere ser rígido, pretende ser un plan que involucre a la ciudadanía; estamos terminado la primera parte del plan, de cartografía, que nos permite conocer la manera en que funciona la ciudad y analizar las realidades de las comunidades”, afirma Kevin Goetz, uno de los proyectistas.
Por su parte, Colin Gache, especialista de origen francés, expone que indirectamente el plan contribuye a mejorar la economía local, “porque ordenado el casco urbano, el lugar es más lindo, la gente va venir, más turistas, más consumo. En este sentido es un mejoramiento de la economía con el ordenamiento territorial”.
Hasta setiembre del 2019 se prevé trabajar con la comunidad para luego empezar a elaborar el programa de reordenamiento, que tendrá fuerte arraigo con la cultura y las costumbres locales.
A pesar de todas sus limitaciones, Bahía Negra es una ciudad que todo paraguayo debe conocer alguna vez. Su paisaje de pueblo y su rica fauna de pantanal la convierten en una experiencia que conecta los sentidos con la naturaleza y con un viaje al pasado.
Por aire, a través de Setam, que tiene un vuelo semanal a la ciudad los miércoles, si las condiciones climáticas son óptimas. El vuelo parte del Grupo Aerotáctico, ciudad de Luque. Tel: (021) 645 885.
Por agua, a través del barco Aquidabán, que parte de Concepción y llega a Bahía Negra los viernes. Teléfono (+595 331) 242 435
Por tierra, con la empresa Stel Turismo que tiene viajes dos veces por semana. Teléfono (021) 558 051