El túnel sin luz al final

Los agresores de 40 de los 121 feminicidios registrados entre enero de 2017 y mayo de 2019 tuvieron algún tipo de antecedente de violencia antes del hecho. Un total de 22 se suicidaron. ¿Pudieron haberse prevenido? ¿Van sumando los casos con más difusión?

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En Homeland, una exitosa serie estadounidense de espías modernos, la agente de inteligencia Carrie Mathison se culpa casi todos los días por no haber prestado atención a los detalles que resultaron en el ataque terrorista a las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001.

Después de ese hecho, Mathison aprendió que en los detalles está la clave de la perfección de las planificaciones. Toda la trama de esta serie de ficción gira en torno a esa premisa. Y lo que podría tomarse con ficción, hoy se extrapola con la posibilidad de poder haber prevenido varios casos de feminicidio.

Son 121 los asesinatos de mujeres — en algunos casos de madres e hijas — en un periodo de dos años y medio, desde que está vigente la Ley a finales de 2016. El Ministerio de la Mujer, a través del Observatorio de la Mujer, lleva la cuenta desde el 2 de enero de 2017 y, hasta ahora, del último, el pasado 15 de mayo, Día de la Madre.

Y si la prevención está en los detalles o el Estado no actuó, o las fuerzas de seguridad son muy flojas. De los 50 feminicidios de 2017, hubo antecedentes de violencia previa en 12 casos.

En 2018, el total de feminicidios fue de 54, pero hubo 21 «luces rojas» previas con agresores potencialmente violentos o con antecedentes de violencia familiar. De los 18 feminicidios de 2019, existió algún tipo de «señal» en 7.

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Raquel Iglesias, del Observatorio de la Mujer, contó que muchos de los casos de feminicidios se dan tras una planificación de parte del agresor, como una suerte de premeditación.

De aquí se desprenden dos temas: el primero tiene que ver con la forma en el que el Estado debe hacer un estudio científico para determinar las causas o motivaciones del agresor en los casos de feminicidios o la segunda con el hecho de que se cuentan con pocos datos porque un alto porcentaje de los asesinos de suicida tras el hecho en lo que se tipifica como «feminicidio — suicidio».

Lo que está costando hacer ese ese estudio que permita conocer las motivaciones de los agresores. Y las fuentes de consulta podrían ser los familiares de las víctimas, el círculo más íntimo, porque muchos de los agresores están prófugos o, como se mencionó, muertos.

«Nosotros no pudimos iniciar todavía ese proceso de llegar hasta los familiares. En esos casos (fallecimiento del agresor) nuestras fuentes de investigación van a ser los familiares que se queden: los hijos, los vecinos, etc. Esa parte no pudimos hacer todavía porque eso significa un costo y organizar con profesionales», dijo Iglesias.

En la mayoría de los casos en donde hubo señal de alerta existió violencia familiar, un caso de desfiguración previa del rostro de la víctima, agresores con antecedentes por alcoholismo, homicidas, personas con antecedentes por maltratos y con órdenes judiciales de alejamiento. Sistemáticamente son los esposos, exesposos, suegros, padres, novios o parejas de las mujeres asesinadas.

En Paraguay no hay estudios para decir a ciencia cierta que los incrementos de feminicidios ocurren por tal o cual motivo. Iglesias menciona que hay estudios internacionales que hablan de que estos asesinatos podrían tener una relación con su difusión. Es decir, cuanto más ocurren más agresores se «animan» a cometer feminicidio.

La difusión mediática de estos casos crea así un arma de doble filo: si bien muchas más personas denuncian los casos de violencia del varón, otras son asesinadas por estas motivaciones previas que se activan en el agresor.

«(Los feminicidios - suicidios) no serían casos o decisiones que se dan de forma intempestiva sino que forma parte de un proceso de pensamiento, de una situación, y llegado el momento se llega a la acción (...)”, refirió.

En ese sentido, añadió que «Los estudios hablan de que (podría ser premeditado). Eso conectamos además con lo que las investigaciones hablan de que, en la medida en que estos casos se detallan por medios de las informaciones, se convierten en disparadores para otros que tienen esa circunstancias hagan lo mismo si es que tienen una duda. Es lo que se denomina, en estos casos, copia o imitación de los victimarios”.

Esto podría estar relacionado, como se mencionó, al incremento de los casos: 50 en 2017, 54 en 2018 y 18 en lo que va del 2019. Son pocos años en los que se llevan las estadísticas de feminicidio como tal, pero ayudan a establecer una curva de comportamiento. Y eso que en los datos no están los intentos de feminicidios, que pueden ser muchos más.

«Teniendo una ley con esta figura esto toma mayor fuerza, mayor presencia en los medios y, por un lado, creo que eso trasciende con mucha rapidez. Pero, al mismo tiempo no se puede negar, pero — no quiero usar este término — pero hay un aparente incremento de la violencia», sostuvo Iglesias.

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«(La difusión) puede hacer que mayores casos ocurran y hay investigaciones que hablan que esto hace que personas que no tienen el mecanismo para administrar el estrés, solucionar sus problemas. Esto sería como la vía rápida para solucionar un conflicto, pero en los casos en donde terminan con sus parejas y con su propia vida, eso cierra el círculo», indicó.

Frente a todo esto, la directora del Observatorio de la Mujer pide un poco más de tiempo para colectar evidencias más claras cuya colección puede implicar un considerable periodo. Hoy, se muestra optimista porque las mujeres denuncian.

«Cuando los casos se hacen públicos nos ayudan a que esto no quede en el olvido y que esto no ocurra sin que la mujer sea auxiliada (...) Ya no hay tolerancia, pero hoy cuando ocurre, la gente se indigna y utiliza todos los mecanismos para denunciar ya sean las instituciones o los medios masivos», dijo Iglesias.

Y, finalmente, insistida sobre el por qué de los feminicidios respondió: «es como un túnel que no deja luz al final».

 

 

 

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