Cargando...
“Ha…aime pora (y…estoy bien)”. Al otro lado del teléfono, la voz de doña Obdulia Florenciano intenta mantener su firmeza habitual ante la tentación de flaquear y sucumbir ante el dolor y la angustia. La respuesta surge casi automática, al igual que la cuasi protocolar pregunta: “¿Cómo está usted doña Obdulia?”.
“Demasiado tiempo ya pasó, ojalá esa gente le libere ya a mi hijo”, señala doña Obdulia al recordar que este martes su hijo, el suboficial Edelio Morínigo Florenciano, cumple dos años como secuestrado y en manos del grupo criminal autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
Dos años que debían haber sido apenas unas horas…
****
Apenas un día antes, Edelio Morínigo había ido a visitar la casa de sus padres, el humilde hogar ubicado en el distrito de Arroyito, departamento de Concepción. Era el viernes 4 de julio de 2014 y antes de irse a su domicilio, prometió a su madre, doña Obdulia, que volvería el domingo para almorzar con ellos antes de volver al trabajo.
- “Mamá, mañana voy a venir porque quiero comer gallina casera. El martes tengo que entrar otra vez a mi trabajo”, le dijo a su madre poco antes de saludarla con un abrazo y partir. No se imaginaría la familia que esa sería una de las últimas veces que lo verían.
Las imágenes se mezclaban en la mente de doña Obdulia mientras uno de los hermanos de Edelio le contaba lo que había ocurrido. Unos minutos antes, la esposa del joven suboficial de Policía, Elisa Ledesma, se había comunicado con sus cuñados para avisarles: Edelio había desaparecido mientras estaba de cacería con un grupo de amigos.
En la tarde del sábado 5 de julio de 2014, el suboficial había decidido ir a cazar junto a un grupo de amigos. Mientras se encontraban en las espesuras de un monte de la estancia Macchi Cue de la localidad de Arroyo de Oro, distrito de Horqueta, se toparon con unos desconocidos fuertemente armados: Eran los miembros del primer anillo del grupo criminal EPP, la banda que por aquel entonces mantenía en vilo a todo el país con el secuestro del adolescente Arlan Fick Bremm, el primero que perpetraban en cinco años.
Edelio y sus amigos fueron llevados a uno de los campamentos del grupo y, tras unas horas, decidieron liberar a todos, salvo al joven suboficial de Policía. Cuando dejaron ir a quienes acompañaban al efectivo policial, les dijeron que no debían contar nada y que él les alcanzaría en algunas horas más tarde. Como pasó todo un día sin que volviera, decidieron dar aviso a las autoridades, que volvieron a esperar otro día antes de iniciar las incursiones.
Han pasado exactamente dos años desde aquel día. 24 meses, 104 semanas, 731 días, 17.544 horas sin que el joven suboficial pueda regresar a su casa, a besar a su esposa o abrazar a sus padres.
Con el plagio de Edelio, el grupo criminal EPP abría una nueva etapa en la era de terror que extiende en la zona norte del país desde hace casi una década y media. Se trata del primer efectivo de la Policía que es secuestrado por la banda y era el primer plagio doble que perpetraban.
“No son amigos, fueron sus enemigos porque por eso le llevaron a entregar a mi hijo”, afirma doña Obdulia, endureciendo el tono de voz. La madre del suboficial dice no tener duda alguna de que quienes acompañaban a su hijo en la expedición de caza, en realidad tenían como finalidad entregarlo a los criminales.
“Sin ninguna duda”, asevera.
Todavía recuerda muy bien el momento en el que uno de sus hijos le entregó la noticia, luego de que la esposa de Edelio, Elisa, les informara. Bueno, en realidad recuerda la confusión que se apoderó de ella.
“No te puedo decir cómo me sentía o en qué estaba pensando, porque me quedé muy shockeada. No entendía ni dónde estaba ni quién era yo. Estaba muy mal, eso es lo que te puedo decir”, relata en conversación con ABC Color y ABC Cardinal.
Los días iban pasando sin que se tuvieran noticias sobre las condiciones en las que se encontraba Edelio en poder de sus captores. Hasta que a finales de setiembre, poco antes de cumplir tres meses en cautiverio, el grupo criminal dejara una nota que sería encontrada por los vecinos de la familia y en la que planteaban usar al secuestrado como moneda de cambio: Su vida y liberación a cambio de la libertad de miembros de la banda condenados por la justicia por crímenes como secuestro y asesinatos.
El EPP daba así un nuevo paso en el seguimiento de las instrucciones de su manual, el mismo que fuera encontrado años atrás y en el que se hablaba de una etapa en la que los secuestros pasarían de ser meramente “de recaudación” a extorsiones para conseguir “canjes” por sus miembros detenidos.
Después de aquel día, otra vez el silencio. Un silencio que se extendería hasta octubre de 2014. Dos días después del asesinato del periodista de ABC Color Pablo Medina, y mientras se hablaban de los vínculos entre narcotráfico y política, el EPP decidía reaparecer y dejar la única prueba de vida de Edelio Morínigo y Arlan Fick: Un video en el que ambos leen comunicados redactados por sus captores y en los que se los ve rodeados por hombres fuertemente armados y explosivos de diferentes tipos.
En el video, el grupo criminal volvía a plantear un canje, utilizando al suboficial como moneda de cambio. Esta vez hablaban en términos mucho más duro y ponían como fecha tope el 1 de noviembre de aquel año para que el gobierno aceptara, caso contrario Edelio sería asesinado.
Otra vez, el dolor laceraba a los Morínigo.
“La rabia, la impotencia”, recuera doña Obdulia del día en el que vieron el video. “Sus hermanos estaban mal, nerviosos”, agrega. Ella, ni siquiera pudo ver el video porque no aguantaba ver a su hijo en esas condiciones y siendo utilizado como un objeto para el trueque.
“Todos sus hermanos estaban así también, estaban impotentes, con mucho nerviosismo, casi se pelearon con los investigadores al ver cómo estaba su hermano”, manifiesta la madre.
“Nosotros sabíamos que no se podía, que el gobierno no va a pensar en hacer una negociación. Eso duele mucho, sentimos hasta ahora ese dolor. Es una cosa tremendamente dura para nosotros”, acota.
Después de eso, la incertidumbre fue total, debido a que nunca se supo con certeza si el EPP cumplió o no con la amenaza que había lanzado. Algo de calma llegó con la liberación de Arlan Fick, quien poco después le informaría a la familia de Edelio que hasta días antes de volver a casa había compartido el cautiverio con el suboficial…es decir, al menos seguía con vida.
Uno tras otro pasaron días festivos, Navidad, Año Nuevo, cumpleaños, días del padre y de la madre, cumpleaños. El grupo criminal siguió perpetrando atentados, intentó raptar al ganadero Robert Natto y su esposa Érika Reiser de Natto, pareja de ciudadanos alemanes que perdieron la vida en un confuso enfrentamiento con la EPP; volvió a secuestrar a otra persona, un colono menonita de nombre Abrahán Fehr Banman, quien lleva ya también casi un año en cautiverio.
En medio del dolor y la desesperación, la familia destaca el acompañamiento de al menos una parte de la sociedad en estos dos años. “La gente siempre nos acompaña en oración, desde lejos, muchos, pero eso sentimos para seguir con la fuerza y continuar con la lucha constante. No me puedo quejar porque mucha gente está a mi lado desde el día en que fue secuestrado mi hijo. Estamos acompañados por la gente, no todos, pero siempre hay gente que nos acompaña”, asegura doña Obdulia.
La cuestión si ha sido bastante diferente por parte de las autoridades del gobierno central, que muy poco han atendido a la familia en este tiempo y las veces que lo hizo fue a fuerza de protestas y críticas generalizadas. “Desde el primer momento fue así, pero yo como mamá reclamé a las autoridades y desde allí empezaron a apoyarnos un poco”, reconoce la madre de Edelio, aunque no quiere dejar de resaltar el apoyo que le ha dado la Policía, la institución en la que servía su hijo mientras estaba en libertad.
“Me cuidaron bien. No nos podemos quejar de ellos, porque siempre nos dan su apoyo”, puntualiza.
Edelio, el quinto de los doce hijos de doña Obdulia, era el encargado de sostener económicamente a sus padres, debido a que era el único que contaba con un ingreso mensual fijo. Se hacía cargo del tratamiento médico de su padre, don Apolonio, quien desde hace años sufre problemas en la cadera y que se negó durante varios meses a operarse, porque no quería ser sometido a la cirugía hasta antes de que pudiera ver de regreso a su hijo.
En las cercanías de la casa de Edelio, el silencio es ley impuesta por el terror del EPP. “Hay mucho miedo, acá la gente vive atemorizada, nadie dice nada, parece como si no pasara nada porque la gente vive atemorizada, vive con miedo porque sabemos qué clase de personas son los que están detrás de todo”, cuenta doña Obdulia.
“Ojalá que esa gente que tiene a mi hijo en cautiverio tenga un corazón de familia y le libere a mi hijo. Ya es suficiente, ya le pueden dar a Edelio su libertad”, implora doña Obdulia. “Como familia pedimos que le den ya su libertad, ya pasó demasiado tiempo. Pedimos que le suelten a Edelio, que vuelva junto a nosotros, ya es mucho tiempo”, sentencia.
En medio del dolor, uno de los hermanos menores del suboficial decidió ingresar a la carrera militar, pensando en poder ayudar en traer de vuelta a Edelio.
Las esperanzas se reducen cada día que pasa, aunque la llama se sigue manteniendo con vida en la casa de los Morínigo. Cada tarde, mientras el sol cae, doña Obdulia se queda con la mirada fija en el camino de tierra que lleva a su hogar en Arroyito, casi deseando que la insistencia con la que mira haga posible ver caminando a Edelio de regreso a sus brazos.
juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano
Infografía: Rodrigo Pujol (rodrigo.vergara@abc.com.py - @PujolRodrigo)