Dictado dos mil dieciséis

Los cambios en las formas de aprendizaje están modificando la configuración del sistema de manera rampante. Una solapada revolución tecnológica hace que los niños vayan desprendiéndose del arte motriz de escribir para dar paso al teclado virtual.

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Se suele vincular el progreso al hecho de que muchas computadoras se apilen en una escuela o colegio. Mejor aún, que estén conectados a internet. Es más, hubo todo un proyecto a nivel local para fomentar la apropiación de una computadora por cada niño. Eso ocurrió en Cordillera.

Cabe, después de experimentar el auge de los teléfonos inteligentes y el escandaloso ascenso de la conectividad a través de los mismos, preguntarse cómo aprenden a escribir los niños. Si bien en varias zonas del país, bastante pobres, ni siquiera hay lápices y cuadernos, muchos sitios ya casi olvidaron aquello que significa escribir en un papel, como función motriz cognitiva. Hay una realidad innegable: muchos niños paraguayos aprenden a escribir – si es que puede decirse así – con los teclados de los smartphones o del computador de casa y no en las aulas. Muchos de ellos ni siquiera las pisan por diversas razones. Eso, a la larga, trae consigo una desconfiguración del lenguaje con las reglas sugeridas por la Real Academia Española que últimamente, contrario a lo que dice que leyenda, ni limpia, ni fija, ni da ya esplendor con un español que dio tantas formas y mutó tantas veces que no está lejos de aquel discurso “Botella al mar para el dios de las palabras” que García Márquez escribió en 1997.

Pero no son los cambios ortográficos o gramaticales los que buscan ser la esencia de este artículo. Como casi todo lo que es importante en el mundo, las opiniones están divididas sobre si la educación en la actualidad debe basarse ya solamente con el teclado de los teléfonos o si es conveniente que se enseñe todavía a escribir sobre el papel como aquellos dictados de antaño que nuestras maestras nos hacían repetir y repetir, como si no hubiera un mañana.

Un doctor que se llama Perri Klass – estadounidense él – publicó un artículo hace unos días en el New York Times en donde cita estudios científicos que pretenden demostrar que escribir a mano ayuda al proceso de aprender a escribir. Parece una frase estúpida, pero dista de serlo. Son los cambios de la tecnología de los cuales tal vez ni nos percatamos los que, además de extirparnos la conversación cara a cara como lo hacemos como el WhatsApp, modifican la estructura cerebral de aprendizaje y alfabetización.

Klass cita un artículo de una revista científica llamada Journal of Learning Disabilities en donde la atención y la capacidad de planificación en niños de cuarto a noveno grado (es el mismo sistema en los EE.UU. que en Paraguay, no el mismo programa) están directamente relacionadas con cómo los niños manejan el lenguaje oral y escrito. Es decir la capacidad de desarrollo cognitivo está directamente vinculado a cómo se comunican.

El pediatra citó a Laura Dinehart, una profesora especializada en educación de la infancia de la Universidad Internacional de Florida, quien afirmó en otro artículo científico que la buena caligrafía ayuda a conseguir mejores notas en la escuela porque los profesores encuentran más agradable leer los trabajos de esos niños. “Los niños con buena caligrafía pueden sacar mejores calificaciones porque su trabajo es más agradable de leer para los maestros; los niños que tienen dificultades para escribir se dan cuenta de que deben concentrarse demasiado para producir las letras, así que el contenido del curso se ve perjudicado”, escribió Klass.

“Este mito de que la escritura es solo una habilidad motora está absolutamente mal. Usamos las partes motoras de nuestro cerebro: la planificación y el control motor, pero tiene mucha importancia, es una región de nuestro cerebro donde el lenguaje y lo visual se unen, el giro fusiforme, donde los estímulos visuales se convierten en letras y palabras escritas”, manifestó Virginia Berninger, profesora de psicología educativa de la Universidad de Washington, citada por Klass en el New York Times.

Para demostrar esto, se hicieron estudios en el cerebro de escolares y de adultos. El resultado fue que varias áreas del cerebro se “encienden” cuando uno lee y realiza movimientos. La misma zona presenta diferente tipo de actividad con niños que tienen problemas para aprender a escribir. Por ende, los científicos entienden que el vínculo entre la función motriz de escribir, es decir, escribir “a mano”, en mayúsculas o minúsculas, está directamente relacionado a la capacidad cognitiva de un niño.

El problema en todo el mundo es, como se mencionó al inicio, que los niños aprenden a escribir primero con el teclado del teléfono. “Teclear no parece activar el cerebro de la misma manera. Desde luego que al crecer, la mayoría de nosotros cambiamos al teclado, aunque, como muchos que enseñan a alumnos universitarios, he batallado con la cuestión de permitir computadoras en el aula, más porque me preocupa que los alumnos se distraigan que por querer promover la escritura a mano. Estudios sobre la toma de apuntes han sugerido que ‘es menos probable que los estudiantes universitarios que escriben en un teclado se acuerden y les vaya bien con el contenido que a los que escriben a mano’”, indicó la doctora Laura Dinehart.

La educación en Finlandia ocupó hasta el 2014 el primer lugar en el mundo de acuerdo a casi todos los indicadores mundiales. Si bien sigue siendo pionera (estaba entre los cinco sistemas más importantes del mundo hasta 2015), fue desplazada por Corea del Sur y Singapur. El año pasado el Ministerio de Educación de ese país decidió sacar de su malla curricular la escritura a mano, según el periódico inglés The Independent.

La escritora María Konnikova dijo en un artículo periodístico que no mucho se pierde al abandonar la escritura tradicional. Sin embargo, citó a psicólogos y neurocientíficos diciendo que “era muy temprano para decir que la escritura a mano era una reliquia del pasado”. María Konnikova citó a Stanislas Dehaene, un psicólogo del Collège de France de París quien afirmó que los niños que aprenden a escribir mejor a mano aprenden a leer más rápidamente. La estimulación cerebral cuando uno va dibujando las letras es notoria.

El periódico inglés The Guardian cita un estudio realizado por una empresa de impresiones y courrier llamada Docmail en donde fueron encuestadas 2.000 personas. El resultado fue que uno de cada tres sujetos no escribió nada a mano en los últimos seis meses. Pero esto no es raro – dicen los ingleses – citando los casos de las tablas sumerias o el alfabeto fenicio, o la invención del papel en China, o la imprenta. Todo fue una evolución en los modos de generación de información y escritura.

La diferencia, se insiste, se genera en los procesos cognitivos – entiéndase de aprendizaje – que se genera al escribir a mano. “A los niños les toma varios años dominar el ejercicio motor preciso: es necesario sostener la herramienta de secuencias de comandos con firmeza mientras una persona se mueve de manera tal como para dejar una marca diferente para cada letra”, opinó Edouard Gentaz, profesor de psicología del desarrollo de la universidad de Ginebra, en Suiza. Este proceso es completamente diferente al tipear en un teléfono o teclado de computadora. Para Gwendolyn Bounds, periodista del influyente Wall Street Journal, no hay dudas: escribir a mano es la clave para aprender, recordar y generar ideas. Para ello cita otros varios estudios científicos.

Para la psicopedagoga Amelia Aguirre, ambas formas de escribir activan diferentes funciones cerebrales. “Solo que para lograr hacer grafemas (letras en papel) se debe tener una mayor destreza motriz. No es lo mismo, por ejemplo, escribir en mayúsculas que en minúsculas. Eso eventualmente ayuda al desenvolvimiento del cerebro. Creo es que escribir solo de una forma te resta habilidades, aunque uno puede desarrollar muchas”, indicó en conversación con ABC Color.

La licenciada Aguirre, quien también es comunicadora, comentó que el proceso de aprendizaje para escribir puede demorar más cuando se hace sobre el papel. “Para las letras a los niños les lleva por lo menos dos años aprender. Las letras en minúsculas, las redondas, requieren de mayor destreza motriz fina y varios detalles más. En un teclado aprenden a reconocer aquello les ayuda a resolver. Si le decís a una niño de 5 años ‘pulsá’ la ‘p’ sin mostrarle, puede que no reconozca; pero si le mostrás en el teclado ya no se olvida. No porque sepa enseguida que la ‘p’ es ‘p’, sino porque asocia todavía con algo que le soluciona el problema en ese momento. Más adelante sabrá que es la ‘p’ es ‘p’ de forma abstracta. Es un proceso neuropsicológico”, explicó.

La respuesta se dará solo en el futuro. Pero ojala no ocurra lo que profetizó el politólogo italiano Giovanni Sartori: que se pase del homo videns – el hombre visual – al homo cretinus – el hombre cretino – por no pensar en los cambios tecnológicos.

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