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Casi lo atraparon.
El 22 de diciembre de 2008, la Policía Federal Suiza esposó a Hervé Falciani, de 36 años, un especialista en sistemas del que sospechaban que había robado datos del HSBC Private Bank (Suisse), su empleador, y tratar de venderlos a bancos en El Líbano. Tomaron su computador, registraron su casa en Ginebra y lo interrogaron por horas.
Luego –con la condición de que regresaría al día siguiente por más interrogatorios– lo dejaron ir.
E irse fue lo que hizo. Arrendó un auto, tomó a su esposa e hija y manejó directo hacia Francia. Allí comenzó a descargar una vasta cantidad de datos del HSBC, que había localizado en servidores remotos y que desde entonces han causado un caos para millonarios de todo el mundo que usaban las cuentas de paraísos fiscales para esconder su dinero de los impuestos: los nombres de los clientes y las cuentas de holdings, así como las notas de las conversaciones del banco con ellos.
Ese día marcó un giro en la larga y extraña travesía de Falciani, una llamativa figura que desde entonces se ha movido de país en país, prófugo de las autoridades suizas y posiblemente de elementos criminales que se vieron perjudicados. Se presenta a sí mismo como un “informante” (N. de la T.: en inglés, el término es “whistleblower”, que literalmente se traduce como “soplón”, pero que se usa con la connotación de un informante interno que denuncia las irregularidades de una organización) y ha atraído gran atención de los medios; incluso intentó postularse sin éxito al Parlamento Europeo. Ha sido conocido por usar una identidad falsa, andar de incógnito y aparecer en público con guardaespaldas. Ha sido encarcelado e imputado: en diciembre, el fiscal general suizo formuló a Falciani el cargo de robo de datos del HSBC, diciendo que su intento era “sacar provecho de ellos”.
La información de Falciani sobre el tesoro del HSBC terminó primero en manos de las autoridades en Francia, quienes entonces acusaron a la sucursal del HSBC en Londres de marketing directo ilegal a los franceses, lavado de dinero y facilitar fraude tributario.
Las autoridades francesas compartieron los datos con otros países, incluido Estados Unidos, y han dado origen a investigaciones tributarias e intentos por recuperar impuestos evadidos en todo el mundo. El diario francés Le Monde también accedió a los datos y los compartió con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).
HSBC confirmó que los magistrados franceses estaban investigando “si el banco había actuado apropiadamente entre 2006 y 2007, en relación con ciertos clientes que tenían requerimientos tributarios franceses, así como con el modo en que el banco ofrecía sus servicios en el país”. Además, afirmó que “continuarán cooperando con las autoridades francesas de la manera más completa posible”.
Fiscales criminales en Argentina y Bélgica están investigando la unidad suiza del HBSC, banco basado en Londres y uno de los más grandes del mundo, y a algunos de sus clientes. Sumado a ello, en Grecia el exministro de Finanzas Giorgos Papaconstantinou enfrenta los cargos criminales de violación de confianza, adulterar un documento oficial y negligencia en sus labores, como consecuencia de su presunto fracaso en actuar cuando recibió la lista y la presunta remoción de los nombres de cuatro parientes de ella.
Durante este tiempo, Suiza ha continuado la persecución de Falciani. El fiscal general suizo lo imputó por el cargo de robo de datos de HSBC el 11 de diciembre de 2014, acusándolo en un comunicado de prensa y anunciando la imputación por “recolectar datos e información de los clientes del banco que eran de naturaleza personal y financiera, creando un perfil completo de los clientes con la intención de –es la hipótesis de la Oficina del Fiscal General–, al menos en una fase inicial en El Líbano, obtener ganancias de ellos”.
Sea cual fuere la intención original de Falciani –ya sea vender los datos y enriquecerse o usarlos para exponer delitos–, su timing no pudo ser mejor. Los datos aterrizaron en las manos de oficiales franceses a un año de la Gran Recesión, la más larga y profunda desde la Depresión. Muchas naciones europeas, desesperadas por ingresos, estaban viendo crecer la molestia ciudadana por la evasión de impuestos, práctica que protege las ganancias de los extremadamente ricos y desplaza la carga impositiva hacia los que tienen menos posibilidad de pagar. Mientras algunos países, incluido Estados Unidos, inicialmente hicieron muy poco con los datos, otros los reconocieron como una forma de recuperar dinero para sus arcas.
El origen de esta historia se remonta a 2006, cuando Falciani, que tiene nacionalidad francesa e italiana, fue transferido desde HSBC Mónaco al Banco Privado HSBC en Ginebra. Allí, de acuerdo con su relato de la historia a las autoridades francesas, quería mejorar la supervisión de las actividades del banco y proteger mejor los datos de los clientes. Pero, según contó, encontró resistencia.
Falciani contó que en Mónaco había ayudado a implementar sistemas “que nos permitían descubrir actividades fraudulentas” y que esperaba hacer lo mismo en Suiza. “Yo quería implementar un proyecto IT que nos permitiera verificar mejor las actividades del banco… Trabajé con otras personas en un grupo llamado ‘cambia el banco’, pero éste estaba contra otro grupo que se llamaba ‘corre el banco’, que siempre quería hacer las cosas sin ser monitoreado”, dijo en una declaración en junio de 2013.
“Bancos como HSBC han creado un sistema para enriquecerse a expensas de la sociedad, a través de la asistencia para la evasión de impuestos y lavado de dinero”, dijo en julio de 2013 en una entrevista con Der Spiegel. Dijo que el HSBC tenía una división para ayudar a los clientes a esconder sus identidades y transacciones. “Por ejemplo, un banco puede usar compañías intermediarias, a veces en múltiples niveles, y asegurarse de que los negocios no sean conducidos a través de las cuentas propias del banco”.
También describió cómo el banco reclutaba a sus clientes desde el extranjero. “Esas filiales invitaban a sus clientes a eventos deportivos y culturales, donde se encontraban con intermediarios que les explicaban cómo enviar su dinero a Suiza sin tener que transportarlo físicamente a través de la frontera”.
Falciani contó que alertó a los oficiales del banco de los problemas con los datos, pero una investigación de la policía suiza determinó que esta afirmación no estaba respaldada por nadie del banco ni por ninguna otra evidencia.
“HSBC no tiene registros de que HF haya elevado alguna preocupación a su línea de gerencia, ni de que haya usado la línea telefónica para informantes que estaba disponible al momento del robo”, dijo HSBC en un comunicado al ICIJ. El banco también describió medidas que estableció para “asegurar que el HSBC tenga un robusto programa anti-lavado de dinero y para el cumplimiento de sanciones”.
Falciani además dijo que acudió a las autoridades suizas por los problemas con los datos en 2006, pero sostiene que las autoridades declinaron trabajar con él porque quería mantener su anonimato para protegerse a sí mismo y a su familia. Después de eso, de acuerdo a Falciani, hizo intentos por interesar a las autoridades de otros países acerca de los datos y los delitos que revelaban.
El banco y los oficiales suizos cuentan una historia diferente: que Falciani robó los datos y esperaba obtener beneficios, primero vendiéndolos a bancos en El Líbano y después ofreciéndolos a autoridades fuera de Suiza.
Falciani además afirma que “el contacto oficial fue hecho con las autoridades judiciales americanas desde 2007. Con el IRS (Internal Revenue Service, equivalente en Estados Unidos al SII de Chile o la SET de Paraguay), desde abril de 2008”. Estas declaraciones no han sido corroboradas hasta ahora.
Georgina Mikhael, la supuesta amante de Falciani.
En febrero de 2008, Falciani fue a El Líbano con Georgina Mikhael, con quien había estado trabajando en el HSBC y quien lo había ayudado a crear una compañía ubicada en Hong Kong llamada Palorva. La compañía anunció en su sitio que podía ayudar a los bancos a reclutar millonarios clientes a través de minería de datos. De acuerdo con el reporte de la policía suiza, el nombre de la compañía era un acrónimo para la frase “Project and lay over the risk via ambition”: Proyecta y descansa sobre el riesgo a través de la ambición.
De acuerdo con The Wall Street Journal, el sitio además mostraba esta consigna: “Los negocios son el arte de extraer el dinero del bolsillo de otro hombre sin recurrir a la violencia”.
De acuerdo al reporte de la policía suiza, Mikhael y Falciani, quien estaba casado, tuvieron un romance. Esa relación terminó.
Juntos llamaron a varios bancos que tenían representantes en El Líbano, usando tarjetas de negocios que se referían a Falciani como el ejecutivo de ventas, usando el alias de Ruben Al-Chidiack. El diario, atribuyendo la información a oficiales de los bancos, publicó que la pareja ofrecía vender datos a los bancos pero evadía las preguntas acerca de cómo éstos habían sido obtenidos. Mikhael, quien posteriormente identificó a Falciani ante la policía suiza como la persona que obtenía los datos, también dijo que Falciani estaba tratando de vender los datos.
“Él dijo que la única razón por la que fue a trabajar al HSBC fue para robar una gran suma de dinero”, contó Mikhael a Business Week. Él necesitaba el dinero para un divorcio, aseguró ella.
“Georgina pensó que nos íbamos a instalar en El Líbano”, dijo Falciani en la investigación francesa de 2013. “La dejé pensar que yo tenía la misma idea. Nunca la hice pensar que yo vendería los archivos del HSBC”. Él sostiene que las llamadas de ventas fueron una trampa que “podía crear una alerta que podría llegar a las autoridades suizas… como una alerta acerca de la vulnerabilidad de la privacidad del banco”.
Las llamadas de venta de la pareja desencadenaron la alerta. Un banco publicó en el sitio de la Asociación de Bancarios Suizos que alguien estaba ofreciendo “vender datos de clientes de varios bancos suizos”. La Oficina de la Fiscalía General en Suiza abrió una investigación.
Eso fue en 2008. En su anuncio de cargos contra Falciani, seis años después, el fiscal de la Oficina General dijo que los procedimientos criminales contra otro exempleado de HSBC habían sido reducidos debido a un rol “marginal”. El anuncio no señaló el nombre del otro empleado, pero habló de un “ciudadano franco-libanés” que tenía una relación personal con Falciani y que lo acompañó a El Líbano. Mikhael es franco-libanesa.
Una vez que Falciani y Mikhael regresaron de El Líbano, contactaron a autoridades tributarias europeas y agencias de inteligencia, ofreciéndoles “la lista de clientes de uno de los bancos más acaudalados del mundo”, de acuerdo con el reporte de la policía suiza. “Evasión de impuestos: lista de clientes disponibles”, fue la línea del asunto en los e-mails, de acuerdo a The Wall Street Journal, que además mencionó que los e-mails no pedían dinero.
Falciani fue incluso más lejos con los oficiales franceses: usando el alias de Al-Chidiack, contactó a Jean-Patrick Martini, un oficial de la Directiva Nacional de Investigaciones Tributarias, y le ofreció una lista encriptada que contenía información personal de siete clientes de la sucursal francesa del HSBC, incluyendo el monto de su fortuna en dólares. Hubo algunos tira y afloja sobre los datos antes de que se conocieran en persona.
“En nuestro primer encuentro mantuve la distancia y tuve problemas para ‘seguirlo’”, dijo Martini en una declaración. “La segunda vez fui con un psicólogo y entendí que él tenía información seria. Claramente este hombre, que no daría su nombre, quería saber que podíamos usar esos datos”.
Después de su “mala experiencia” con la policía suiza en las oficinas del HSBC de Ginebra, Falciani reveló su identidad a sus contactos franceses. En la víspera de Navidad de 2008, pocos días después de que Falciani huyó, los llamó de nuevo para contarles de su arribo en Francia, contó Martini. Agregó que él y Falciani se reunieron en Niza unos días después “y él me entregó todo”.
Mientras tanto, las autoridades suizas continuaban avanzando en su investigación. El 20 de enero de 2009, la oficina del fiscal en Niza, respondiendo a un requerimiento de las autoridades suizas, ordenó una investigación en la casa del padre de Falciani, donde se había estado quedando. Falciani le dijo a la policía de Niza que había estado en contacto con Martini y que parte del material que los suizos querían eran “relevantes para Francia”, explicó el fiscal jefe de Niza, Eric de Montgolfier. En una declaración en la corte francesa del caso, el fiscal dijo que decidió que era razón suficiente para decir que no a las autoridades suizas. “Podemos resistirnos a entregar el material de vuelta a Suiza porque contiene elementos que parecen estar contra los intereses nacionales de Francia”, dijo De Montgolfier.
Los franceses entonces empezaron a trabajar en lo que tenían, que era una masa de datos (cerca de 600 archivos con un tamaño de más de 100 GB) que tomó un tiempo poder ordenar y utilizar. Las autoridades tributarias francesas redactaron en un memo que “era necesario reconstruir y reanalizar las relaciones entre clientes y sus archivos usando varias tablas de códigos, que primero debían ser desencriptadas”.
Y, con eso, ellos tenían la ayuda de Falciani, quien desde ese punto podría aparecer en una variedad de disfraces, frecuentemente acompañado por guardaespaldas, resistiendo intentos de las autoridades suizas de extraditarlo, a veces expresando temor por su vida en sus frecuentes entrevistas con periodistas.
Una vez que las autoridades francesas lograron construir bases de datos utilizables, empezaron a compartir con Gran Bretaña, Italia, España, Bélgica y Grecia listas con clientes del HSBC que podían ser contribuyentes de esos países.
Mientras la investigación tributaria avanzaba, Falciani continuó con su odisea. En febrero de 2012, ella incluyó un juego del gato y el ratón con el fiscal de Berna y el fiscal general de Suiza. “Me encontré con ellos en el aeropuerto de Ginebra. Tuve un salvoconducto por varias horas. Si yo me declaraba culpable de varios cargos, ellos me darían una sentencia suspendida”, declaró ante la corte francesa en la investigación en contra del HSBC y sus clientes. El acuerdo nunca se concretó.
Ese mismo año, según una declaración que no ha sido corroborada, Falciani dijo en una entrevista con el diario español El País que había empezado a trabajar con los oficiales del Departamento de Justicia de EE.UU. el 1 de junio de 2012. Ellos le advirtieron, dijo, que el Senado norteamericano “estaría lanzando serias acusaciones contra el HSBC por lavado de dinero negligente y por el control financiero de terroristas, y que el banco podía ser procesado. Me dijeron que desde entonces mi vida podía estar en peligro. Tenía dos alternativas: empezar una nueva vida en Estados Unidos o viajar adonde fuera para ganar tiempo”.
Hubo, de hecho, audiencias en el Congreso estadounidense sobre el reporte del Subcomité de Investigación Permanente en julio de 2012, titulado “Vulnerabilidades de EE.UU. para el lavado de dinero, drogas y financiamiento de terroristas: Historia del caso HSBC”. Sin embargo, de acuerdo a un asistente del subcomité, ninguno de los datos que Falciani tomó del banco fue provisto al comité o usado en la investigación.
Luego de la investigación del Senado, en julio de 2013 el HSBC acordó pagar US$ 1.900 millones para no tener que ir a juicio y evitar la acusación de que había permitido a cárteles latinoamericanos de droga lavar dinero.
De acuerdo con Falciani, los oficiales estadounidenses le dijeron que “el único lugar seguro en Europa podía ser España”. El 1 de julio de 2012 fue detenido en Barcelona, adonde había llegado desde Sète, Francia, y encarcelado por cinco meses y medio bajo una orden de arresto judicial procedente de Suiza. Fue dejado en libertad el 18 de diciembre, mientras Suiza continuaba pidiendo su extradición.
La Corte Nacional Española concedió la libertad condicional a Falciani porque estaba ayudando a naciones europeas en investigaciones tributarias y demostraba una actitud positiva. Pero la corte le prohibió abandonar España y lo sentenció a reportarse regularmente en una estación policial.
El 8 de mayo de 2013, la misma corte negó el requerimiento de Suiza para que Falciani fuera extraditado, argumentando que el cargo de violación a las leyes de privacidad del banco no era un crimen punible en España. La corte señaló que él había entregado los registros a las autoridades competentes y estaba ayudando a las autoridades a perseguir la evasión tributaria. Falciani regresó a Francia desde España y empezó a trabajar con las autoridades tributarias francesas en el ordenamiento de los datos del HSBC, ubicando a los evasores tributarios y aportando a otros países herramientas similares para sus propios usos. Pese a la resolución española, todavía seguía mirando por encima de su hombro.
“Soy débil y estoy solo”, dijo en una entrevista con Canwest News Service, ahora conocido como Postmedia News of Canada, que hizo ver que, mientras lo decía, “guardaespaldas provistos por el gobierno francés lo vigilaban con gran atención”.
En la versión que cuenta Falciani, él es en parte como James Bond, evadiendo peligros, oponentes poderosos y trabajando con agentes de inteligencia de gobierno, y en parte un idealista decepcionado, conmocionado por la realidad que encontró en el banco para el que una vez trabajó.
Es una historia que ha repetido frecuentemente, aunque no sea siempre consistente con los hechos.
La nota publicada por Canwest además mencionó que Mikhael había denunciado por difamación a Falciani en Francia “basándose en su acusación de que fue secuestrado por agentes secretos del Mossad en Ginebra, quienes estaban buscando información del banco acerca de personas ligadas con Hezbolá”, incluyendo a Mikhael, quien dice no tener lazos con Hezbolá y ser cristiana.
El presunto incidente con el Mossad en 2007 ha sido mencionado en artículos de prensa sobre Falciani en los que se afirma que él no tiene dudas sobre las identidades de quienes lo habrían secuestrado. “Él ha sido perseguido por la policía suiza por seis años, demanda haber sido secuestrado por agentes del Mossad y ha iluminado la investigación por la mayor evasión de impuestos en la historia”, escribió el Sunday Times of London.
Pero en una entrevista con Business Week fue más sutil. En la nota, él afirma que estaba caminando en Ginebra “cuando unos hombres saltaron de una van, lo forzaron a subirse y lo llevaron al sótano de un edificio abandonado. Se identificaron como agentes del servicio de inteligencia Mossad de Israel, cuenta, y le preguntaron si podía ayudarlos a asegurarse de que el HSBC ‘no continuara con sus prácticas’. Los hombres no dijeron específicamente sobre qué estaban preocupados, pero Falciani señala que más tarde sospechó que estaban interesados en fuentes ocultas de dinero terrorista. Falciani dice que acordó colaborar, aunque afirma que no tenía forma de verificar si los hombres de verdad trabajaban para el Mossad”.
El artículo consigna que, según Falciani, fueron los agentes del Mossad quienes propusieron el viaje a Beirut, esperando que los bancos libaneses alertaran a los representantes legales de las cuentas de que la privacidad del banco había sido comprometida.
Falciani es firme en su afirmación de que nunca estuvo detrás del dinero. Y al menos un oficial francés declaró en la corte francesa a favor. Falciani “fue claro en que no quería dinero”, dijo Martini, el inspector tributario que se reunió con él para discutir los datos a finales de 2008, antes de que Falciani huyera de Suiza a Francia.
“Él ni siquiera quería hablar acerca de ello”, dijo Martini. “Él no nos pidió nada y dijo que estaba actuando por su deber civil. Dijo que había fraude, que el banco era cómplice de una gran cantidad de irregularidades y eso debía parar. Siempre pensé que estaba actuando por deber cívico”.
Además agregó que sin la ayuda de Falciani habrían tenido muchas dificultades para investigar estos casos. “Él nos ayudó decisivamente”, aseguró.
Hoy, Falciani se presenta a sí mismo como un vocero de todos los “informantes”. En el último año se le vio más relajado, mostrándose en los encuentros en un pequeño scooter plegable, que acomoda bajo su brazo. Por un tiempo fue empleado por el Instituto Francés para la Investigación en Computación, Ciencia y Automatización, una institución nacional de investigación en ciencias en computación y matemáticas aplicadas. Más recientemente, le contó a Le Monde que está desempleado y haciendo trabajos de corta duración.
Además, está involucrado en una organización sin fines de lucro que espera crear una plataforma que hará que para los “informantes” sea más fácil y seguro hablar (el director del ICIJ, Gerard Ryle, es uno de los cinco directores de la organización, que está registrada en Francia).
Cuando Der Spiegel entrevistó a Falciani en julio de 2013, le preguntó por qué se dedicó a la banca. Contó que creció en Mónaco, donde el sector financiero es un gran empleador, y agregó: “Cuando era joven, yo pensaba que los bancos estaban ahí para proteger los activos de las personas que tenían preocupaciones justificadas, por su experiencia bajo el comunismo, por ejemplo. En el HSBC aprendí rápidamente que ellos estaban ahí para una cosa completamente distinta”.
¿Piensa que los bancos cambiarán como han prometido a menudo? “No, no creo. Sólo el hecho de que ellos enfrenten competencia internacional asegura que los bancos continuarán ofreciendo a sus clientes acaudalados formas de evadir a las autoridades tributarias”.
Sus muchas entrevistas claramente no lo han dejado bien con las autoridades suizas. “A veces calificado como héroe en el extranjero, el ciudadano franco-italiano debe responder por sus presuntos crímenes ante la corte suiza”, decía el texto legal en el que se le formulaban cargos. “El Código de Procedimiento Criminal Suizo no excluye la posibilidad de sostener un juicio con la persona acusada in absentia”.
“Estaré condenado, pero daré vuelta la página”, dijo a Le Monde y ICIJ el pasado diciembre. “Voy a pedir un cambio de nombre, desaparecer, tener una vida familiar normal”.
En esa entrevista sonaba a la vez melancólico y orgulloso. “El único momento en que tendré reconocimiento oficial será cuando Suiza me condene”, dijo. “Me hubiera gustado tener un apodo –el informante, el infiltrado– que pudiera ser mi verdadera medalla, un verdadero signo de respeto por todos los riesgos que he corrido. Hoy no tengo nada”.
“No soy un caballero blanco, pero hay algo hermoso y estimulante con respecto a establecer la verdad. Te conduce a través de los malos tiempos”, dijo. “No tengo que preocuparme por una jubilación que no tendré. No tendré el riesgo del mañana. Puedo preocuparme de algo más: somos útiles”.
Fotos: Le Monde - revistavanityfair.es
(Traducción: CIPER Chile)