Juicio “gatillo fácil”

A todos sorprendió que el suboficial de policía Johnie Orihuela aceptó declarar ante los jueces, pero más ha sorprendido la frialdad y tranquilidad con la que iba contando cómo actuó en aquel procedimiento. Inclusive su abogado defensor, Alberto Irala, desesperado, intentó detenerlo, pero el relato continuó.

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El suboficial Jhonie Orihuela inició su declaración indicando que tomó guardia en horas de la madrugada en compañía de su jefe el comisario Jorge Zárate. “Estaba patrullando, en un momento visualizamos un vehículo sin matrícula delantera que iba en dirección este y nosotros en dirección oeste; como era en una bocacalle, esperamos a mirar la parte posterior del vehículo, y tampoco tenía matrícula, entonces decidimos seguirlo para poder verificar al conductor y las documentaciones del auto. Aparentemente, al percatarse de que le estábamos siguiendo, el conductor aceleró la marcha, empezó en Quinta y Antequera y terminó en 24 Proyectada y Pa’i Pérez, en un callejón sin salida”. El uniformado refirió que se bajó con su arma de fuego en mano y le dijo al conductor, “arriba las manos, alzó las manos, después le dije, al suelo; en ese momento me dio la espalda y le volví a reiterar, no me obedeció, entonces me acerqué, siempre con mi arma de fuego en mano, le agarré de la camiseta tratando de acostarlo, yo no lo conocía a él, no sabía nada de él, en ese momento empezó a forcejear conmigo y se produjo el disparo de forma accidental, no quise, jamás fue mi intención, no quería perjudicar mi vida ni la vida de mi esposa, de mis hijos, yo era el único que tenía arma de fuego, mi jefe no portaba su arma, me asusté bastante, después agarré y le quité su chaqueta, me miró y me dijo por qué me disparaste, como estaba vivo le dije a mi jefe, entonces ahí me dijo que lo llevemos al hospital, rápidamente le alzamos en la patrullera, lo auxiliamos, porque estaba vivo, tratamos de salvaguardar su vida, porque si queríamos matarlo como alegan la fiscalía y la querella íbamos a dejarle ahí o tal vez matarle en la patrullera, teníamos opciones de matarle si es que queríamos hacerlo”. Añadió: “Con respecto al tema de la plantación de marihuana, eso es algo que no recuerdo más, estaba tan asustado, yo sabía que cometí un error en el procedimiento, sabía a qué me exponía, por eso que después el tema de la plantación de la marihuana, no fue nada premeditado antes de ese hecho. En ese momento se me cruzaron mil cosas, cometí un accidente en mi trabajo, traté de defenderme, quería desligarme de esa actuación policial que me salió mal, que ese muchacho se me quede parapléjico en un procedimiento, empecé a pensar, pensé en plantarle un arma de fuego, efectivamente, por eso traté de darle mi arma para que dispare también, armar una película, voy a darle mi arma de fuego, voy a decir que me quitó mi arma, es por eso que traté de darle mi arma de fuego para que haga unos disparos y él se negó. Fui también quien llevó el arma al vehículo de Richar, era uno que estaba tirado en la comisaría, nadie le hacía caso porque era inservible”, concluyó en su declaración.

La noche que cambió su vida

Richar Pereira relató que esa noche fue a la avenida Quinta tras ser llamado por un amigo, y al volver a su casa fue perseguido por una patrullera. No era la primera vez; una semana antes ya lo habían parado efectivos de la misma Comisaría 4ª y pagó unos 400.000 guaraníes para que lo liberaran. Esa noche lo siguieron; él se quedó a cuatro cuadras de su casa, adonde quería llegar. “Salí del vehículo con las manos en alto”, y añadió que Orihuela le dijo en guaraní que se arrodillara. Le agarró de la campera y de un tirón le tiró al suelo. “Ahí siento el disparo. El comisario (Zárate) da la orden para que me subiera a la patrullera: el suboficial me agarra, y le dije que no sentía mis piernas. Me arrastraron aproximadamente tres metros; luego Orihuela y Zárate me alzaron en la patrullera. Me tiran como bolsa de papa en la carrocería”, relató.

Camino al hospital, en la patrullera, el policía le puso su arma en su mano y disparó al aire dos veces. “Prácticamente me pidió que manipulara su arma. Yo no podía creer, en el estado en que estaba. La intención que tenía el suboficial de que manipulara su arma para que me quedara resto de pólvora. Me quisieron arruinar la vida; en vez de socorrerme, me quisieron hundir más. Mi vida es bastante complicada ahora; necesito ayuda para todo”, señala.

Buscaban “tapar” lo ocurrido

Richard Pereira, padre de la víctima, también declaró. “Alrededor de las 5:00 de la mañana vi a mis vecinos frente a casa y me comentaron que le pasó algo a mi hijo a una cuadra de ahí. Fui al lugar, y ya no estaba nadie; lo llevaron en la patrullera al hospital de Barrio Obrero. Fui hasta ahí y al llegar veo a mi hijo en urgencias montado en un camilla. Ese hospital estaba lleno de policías; había varios comisarios. Le pregunté a mi hijo que le pasó. Lo primero que me dijo es que le querían hacerle disparar y que el cerró fuerte la mano, que no pudieron hacerle disparar. Me dijo que no sentía su cuerpo, sus piernas. Trate de calmarlo. Salgo al corredor, y en uno de los pasillos me agarra un policía de menor de rango y me dice: ‘Yo le conozco a estos bandidos que le hicieron esto a tu hijo; llama a la prensa’, me dijo. Posteriormente voy a Emergencias porque lo trasladaron ahí. Hablé con mi hijo; en ese momento llegaron unos policías de Criminalística para tomarle las huellas; uno de ellos me aparta y me dice: ‘Tú hijo esta seguro aquí, anda a la Fiscalía, hacé tu denuncia, porque ya están cocinando lo de tu hijo en la Comisaría’. Gracias a Dios, esa persona apareció. Fui a la Fiscalía; los policías ya se había adelantado y presentaron una denuncia contra Richar”, recordó.

perlasilgueropy@gmail.com

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