Abuso sexual, repetición, pudor y vergüenza

Es frecuente y característico que el abuso sexual realizado con niños y preadolescentes ocurra en el interior del ámbito familiar del abusado y que el hecho no se reduzca a una única experiencia. Se constata, con mucha frecuencia, una repetición y continuidad de ese tipo de experiencia.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2061

Cargando...

La omisión de los adultos, un “no querer saber” de la situación, así como la culpa que el propio niño o niña pueden sentir con relación a alguna satisfacción erótica experimentada, podrían situar los motivos causadores de dicha repetición. Pero lo que sin ninguna duda ocurre en estos casos es el atravesamiento de un límite referido a la satisfacción erótica sexual. Ocurre una transposición de barreras de contención y la culpa, que podría servir a esa finalidad en el niño y en el adulto, simplemente deja de operar. Esto nos lleva a indagar sobre qué es lo que permitiría esa repetición, esa en la cual la culpa no opera en su debido lugar y función restrictiva de un exceso de goce que se muestra en el abuso sexual.

Frente al abuso sexual conviene distinguir culpa de vergüenza. En la “vergüenza”, lo que seguramente opera es esa dimensión del ser visto (hecho flagrante) en una situación de una cierta desnudez expuesta ante el Otro. Algo que la articula directamente a la cuestión del sentimiento del “pudor”. El punto es que si se pierde la vergüenza, el dique-pudor que le es correlato no funciona y puede ocurrir entonces la repetición desenfrenada y sin culpa o vergüenza del abusador que desnuda su goce más íntimo en puro despudor.

Por otro lado, lo que el abusado siente no se resume a culpabilidad. Siente vergüenza, pero una que, ultrapasada en su relación al pudor, lo deja indefenso y aún más expuesto a la repetición de lo mismo.

¿Porqué el abusado repite y “acepta” continuar en un vínculo sádico?

Es que una vez que el impudor del otro actúa (en general resguardado por el enlace familiar) es suficiente para lograr la violación del pudor del sujeto. Esto demuestra nuestra dependencia estructural del Otro, siendo ella constitutiva y esencial a la constitución del sujeto del deseo y su posibilidad de contar con el límite del pudor. No se puede prescindir del Otro en una función de referencia reguladora de lo sexual. Si ese lugar de Otro en familia no cumple esa función de sustentar eso que situamos como vergüenza-pudor, la violencia impide al niño contar con una defensa ante el abuso del Otro, restándole entonces solo la compulsión repetitiva del acto. La vergüenza es un límite que señala como lo hace un dedo algo en nosotros que no deseamos ver. Es la respuesta ante el ser sorprendido en acciones que rebaja una imagen. En el campo intersubjetivo de la vergüenza sentimos que somos deficientes en comparación con otros; sentimos que tenemos fallos ante nuestros ojos y de los otros; nos sentimos tan expuestos al escrutinio crítico de nuestra desesperada miseria que queremos volvernos invisibles. En este sentido la vergüenza posibilita la sociabilización. El abuso violenta la vergüenza estructural y socializante.

Con relación a la culpa, se puede afirmar que ella ocurre cuando algo se transgrede, y esto indica una posición de un sujeto que desea. En el caso del sujeto abusado, se puede decir que el propio sujeto del deseo es violentado, atropellado, por un acto que lo deja sin soportes de regulación de sus propias fantasías deseantes. Es así colocado en un puro lugar de objeto útil para el goce en condiciones de indignidad y fuera de algún campo de honra que la vergüenza sustenta. Siendo entonces la repetición, la expresión de ese no poder salir o pasar de ese lugar de desvalor subjetivo.

La clínica del abusado es una clínica que nos enseña sobre la importancia del pudor en su función reguladora. Y la impudicia del sistema de nuestro tiempo, visible hoy en la inseguridad vivencial, nos indica una existencia donde el pudor está tocado en su función reguladora de los pasajes al acto de la violencia. Esa proliferación de lo violento que tan francamente se vienen mostrando en nuestros días.

(*) Psicólogo Clínico-Psicoanalista.

genaroriera@tigo.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...