Una historia poco conocida

La propaganda oficial sigue pregonando que mediante iniciativas del régimen autocrático que gobernó Paraguay fue concebido Itaipú. Nada más alejado de la realidad. La concreción de la obra para beneficiar a Brasil, fue la resultante de gestiones jurídicamente reprochables de gobiernos brasileños.

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En efecto, los gobiernos brasileños, en conocimiento del extraordinario potencial energético de las cataratas del Salto de Guairá, en el río Alto Paraná, inquietos por la demanda de electricidad debido al aumento de su población, asumieron como solución fáctica la maquinización del Salto de Guairá.

No obstante, preexistía un insalvable obstáculo. El nuevo trazado de límites de la región Oriental de Paraguay, que seguía el cauce del río Alto Paraná conforme al Tratado de 1872 (Loizaga-Cotegipe), hacía imposible la cuestión, habida cuenta que las caídas más prominentes del Salto se hallaban en territorio paraguayo.

Años después, para completar el trazado de límites de la Región Occidental del país se acordó en 1927, el Tratado Ibarra-Mangabeira. Decía al respecto el doctor Efraím Cardozo: 

“…el protocolo Moreno-Mangabeira (de 1930), emanado del Tratado Ibarra-Mangabeira, al ser cumplido sobre el terreno, fue ocasión… para que el Brasil tratara de sacar el mayor provecho posible de los errores y omisiones de la caracterización de 1872 a 1874, tanto para consolidar sus adquisiciones como para intentar un nuevo despojo: apoderarse de los Saltos del Guairá. Porque si en la época del Tratado Loizaga-Cotegipe estos no le interesaron, ahora cobraban insospechada importancia, desde que la ciencia y la técnica descubrieron que eran fuente de incalculables riquezas, la reserva de energía más grande del mundo” (del libro Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá, de Efraím Cardozo).

Más adelante, el presidente João Goulart (1961-1964), en enero de 1964, poco antes del golpe militar que produjo su destitución, en una declaración ninguneada por los militares brasileños, había consensuado con el general Stroessner una solución diplomática para hacer posible una explotación conjunta del río Paraná.

Catorce meses después, en junio de 1865, cuatro batallones brasileños tomaron posesión del Salto de Guairá. Desde entonces, Brasil no atendió petitorio alguno de desalojo de sus fuerzas que finalmente fueron expulsadas por el embalse de las aguas de la presa construida sobre el río Paraná.

No fue providencial el empujón del canciller norteamericano Dean Rusk para resolver tan desatinado asunto. Por de pronto, la invasión al Paraguay era incompatible con los intereses regionales de los Estados Unidos. La temeridad brasileña pasaba de la raya.

La presencia de Rusk en el Paraguay, en mayo de 1966, consiguió conciliar los intereses en juego. Los cancilleres de Paraguay y Brasil se reunieron en Foz de Yguazú y en Ciudad Presidente Stroessner, entre el 21 y 22 de junio de 1966, para acordar el Acta Final de Foz de Yguazú.

Brasil conseguía por la vía diplomática su objetivo: el condominio del Salto de Guairá que le permitía expandir sin molestos obstáculos su plan primigenio para la explotación del río Paraná.

Los demás términos del Acta Final, fuera de la posesión compartida del Salto de Guairá, fue una vez más fue ninguneado por Itamaratí en el Tratado de Itaipú de 1973. Es así como se abortó el aprovechamiento conjunto del río Paraná y el justo precio por la energía paraguaya cedida al vecino país sigue siendo una utopía.

juanantoniopozzo@gmail.com

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