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El sistema tributario del país necesita ser reformado en varios de sus componentes. La implementación del impuesto a la exportación de materia prima agrícola es un paso importante en esa dirección, pero no el único que debe darse. Será necesario en el futuro abordar otros frentes, como la reforma del impuesto inmobiliario, que hoy alienta la concentración de la tierra y el latifundio, y debe transformarse en el futuro en un estímulo a la producción y un desaliento a la especulación inmobiliaria. Hoy, el modelo productivo paraguayo está centrado en la especulación, principalmente inmobiliaria y financiera. Es importante la aprobación del tributo a la exportación de soja, trigo y girasol por las siguientes razones:
1- La baja presión tributaria del Paraguay.
El país tiene una presión tributaria cercana al 12 %, la más baja de todo el continente y una de las más bajas del mundo. La de Brasil es 35%, Argentina 27% y Uruguay 38%.
2- Los recursos del Estado son insuficientes para la inversión social.
A consecuencia de la baja presión tributaria, los recursos con que cuenta el gobierno son muy limitados. Por ello, la inversión social en nuestro país (en salud, educación, vivienda, etc.) es la menor de la región, pues apenas supera los 100 dólares per cápita anuales, mientras en Brasil, Argentina, Uruguay y Chile esta cifra está cerca o supera los 1.000 dólares.
3- El sector más rentable de la economía aporta muy pocos tributos.
La agroexportación de soja es la actividad que produce mayores ganancias en el Paraguay. Menos de 10 empresas extranjeras controlan casi toda la exportación del complejo sojero, pagando impuestos muy bajos, pues: el Impuesto a la Renta de las Empresas (IRACIS) en nuestro país es el más bajo del continente, con una tasa de solo el 10%; el Impuesto a la Renta Agropecuaria (Imagro) aporta un monto irrisorio al fisco; y la inexistencia del impuesto a la exportación de materia prima agrícola.
Las 6 mayores exportadoras de soja en el 2008 tuvieron exportaciones por 2.447 millones de dólares, con un margen de ganancia estimado de 30%, que equivale a 734 millones, y solo 51 millones en concepto de los diferentes impuestos que abonaron. En promedio, las agroexportadoras solo tributan un monto equivalente al 2% de sus facturaciones externas. Si estas empresas estuvieran operando bajo el régimen tributario del Brasil o la Argentina, sus aportes serían el doble o triple de lo que son en nuestro país.
4- La exportación de materia prima agrícola genera pocos empleos.
La producción mecanizada de soja y otros cultivos similares es intensiva en capital, incluyendo tractores, agrotóxicos y semillas transgénicas, generando pocos puestos de trabajo. Un solo tractorista puede manejar más de 100 Ha.
Para generar más empleos es necesario industrializar la materia prima antes de exportarla. Según el Censo Agropecuario existen 26 mil productores de soja en el país, sobre una Población Económicamente Activa cercana a los 3 millones de personas, o sea, menos del 1%.
5- El monocultivo de soja tiene consecuencias negativas para el medio ambiente.
La expansión de la frontera agrícola se sigue realizando a expensas del aumento de la deforestación en el país. A esto se suma el uso intensivo de químicos en la producción mecanizada, que se van acumulando en la tierra y pasan a los cauces hídricos, destruyendo progresivamente el medio ambiente. El costo de la destrucción ambiental será pagado por toda la población, principalmente por las generaciones futuras.
6- Las divisas que genera la exportación de soja en gran medida van a países desarrollados.
Las principales exportadoras de la soja son corporaciones transnacionales que remesan sus ganancias por esta actividad a sus casas matrices. Las principales son Cargill, ADM, Bunge, Louis Dreyfus, Noble, Vicentín, entre otras.
7- El Paraguay necesita producir alimentos.
El principal destino de la soja es la producción de balanceados para cerdos en Europa y Asia. Otra parte se destina a los biocombustibles y aceites. Nuestro país requiere de inversión para una mayor producción de alimentos ecológicos, pues el 20% de la población está en la extrema pobreza y no alcanza a cubrir su alimentación básica. Llegamos al absurdo de importar tomates, papas, cebollas, y hasta almidón, entre otros productos fundamentales que la producción local no cubre por falta de recursos. Para esto es necesario invertir en la agricultura familiar campesina.
8- El monocultivo de soja promueve el aumento de la concentración de la tierra.
Al ser la producción mecanizada intensiva en capital, requiere grandes inversiones en maquinarias agrícolas e insumos tecnológicos, por lo que los productores requieren aumentar permanentemente la superficie cultivada para bajar los costos medios, y aumentar su margen de ganancia.
Finalmente, el impuesto en discusión lo deben pagar las empresas exportadoras, no los productores. Si las agroexportadoras trasladan el impuesto a los productores y desalientan la producción de la soja, las primeras perjudicadas serán ellas mismas, pues hoy las principales ganancias del complejo soja las llevan las corporaciones que realizan la exportación. Por tanto, los menos interesados en desalentar a los productores de estas materias primas son las agroexportadoras, las que, aunque se implemente el tributo en cuestión, seguirán teniendo grandes beneficios por esta actividad.