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Itaipú, cuyo costo de servicio debe ser igual a su costo de producción, se agencia sin embargo, mediante una costosa propaganda, para encubrir su oneroso funcionamiento, que raya con la ilegalidad y la deshonestidad.
La central hidroeléctrica, desde el 2002, vende energía y no potencia. Desde el 2005, de motu proprio, cambió de misión para dar un contenido más social a la comercialización de la energía adicional a la garantizada, generadora de jugosos dividendos sin control estatal.
En el 2016, vendiendo fuera de la tarifa oficial la potencia contratada, admitía documentadamente su doble contabilidad. Todo ello, avalado por su Consejo de Administración, la mitad de ellos paraguayos.
Los pecados de los órganos de administración de Itaipú son numerosos y la prensa, para encubrirlos, es su mejor aliada. No queda en la zaga la numerosa clientela política, los funcionarios de sesenta Hertz y los diversos convenios universitarios que, por migajas, lava el cerebro de los más ilustrados.
Casi todos los auspicios publicitarios son de Itaipú o de Yacyretá, el otro monumento a la corrupción. Contados son los periodistas que se esmeran en conocer un poco más de estas principales riquezas industriales del país. El resto, el mayoritario, se siente mucho más cómodo con el discurso oficial que les provee trabajo y a sus círculos afectivos, puestos bien remunerados.
No miran la procedencia de la plata, ligada con la corrupción, sostenida a costa del usuario que paga una electricidad desmedidamente cara.
El nazi Joseph Goebbels ya decía, que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuando más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Cabe agregar lo dicho por Humberto Rubín, parafraseando al rico dueño y fundador de la red O Globo Roberto Marinho, “Más beneficios recibí por lo que no dije que por lo que dije”.
Mientras, el Paraguay debe lidiar con sus socios condóminos –con la complicidad de los nuestros– que le sustraen casi la totalidad de la producción de sus hidroeléctricas.
Es preciso recordar, que las personas que no aman a su patria y hacen cosas que son perjudiciales para ella son antipatriotas.
Es más, los que quieren eliminar el concepto de patria, como referente jurídico y político, alegan que el concepto de patria solo divide a las personas. No obstante, estos olvidadizos desconocen que su significado salvó al Paraguay en dos cruentas guerras internacionales.
Estamos ligados a nuestra patria afectivamente. Independientemente de que hayamos o no nacido en ella, la patria es la tierra natal o adoptiva al que nos vinculamos por los afectos, la cultura y su historia.
Es la tierra que nos va cobijar por toda la eternidad.
Pocos
Pocos periodistas se esmeran por conocer un poco más de estas riquezas del país. El resto se siente mucho más cómodo con el discurso oficial.
juanantoniopozzo@gmail.com