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Amurallada la autoridad ministerial en su laberinto burocrático, otros miles de estudiantes –que se negaron asistir a clases mientras sus peticiones sigan ignoradas– no tuvieron óbice en sumarse a la patriada.
En realidad, una trabajosa acción juvenil demandando una mejor educación históricamente ignorada por los mayores.
Caldo de cultivo
El caos ministerial, pródigo en funcionarios que se debaten en una inane desesperanza, es el propicio caldo de cultivo no para educar sino para aturdir al estudiantado.
Su burocracia, indispensable para justificar los miles de empleos, se encarga de lo demás. La simple distribución anual del material escolar es tan complicada que la invasión a Normandía, para liberar Europa occidental de la Alemania nazi, fue menos traumática.
Ante la emergencia educativa, propiciada por los estudiantes exigiendo mejoras en el sistema educativo y mayor inversión en la infraestructura de colegios (y escuelas), se avizoran cambios.
La renuncia de la ministra fue el primero de ellos.
El Fonacide y Pilatos
El Fonacide, cedido al estilo Pilatos para merienda de los inescrupulosos, podría recibir modificaciones ya que el actual ministro pidió que su cartera administre sus fondos para el mantenimiento de escuelas.
Mientras, el almuerzo y merienda escolar serían de responsabilidad de los gobiernos municipales y departamentales.
...No obstante
No obstante, cabe la pregunta ¿Cómo fue posible que un pequeño grupo de adolecentes se atreviera a promover un drástico cambio de rumbo en el área más sensible de la política nacional?
La respuesta no es tan complicada como la burocracia educativa. La gente, harta de la corrupción, apoyó sin ambages, con claridad esta causa nacional y no hay gobierno que pueda contra su pueblo.
Con esta enorme fuerza, aplicada concomitantemente en la reivindicación de Itaipú y de Yacyretá para conseguir la plata birlada, es posible en Paraguay una educación con bases democráticas y con respeto a los derechos humanos.
Recordemos a Eligio Ayala
Entonces, con esos elementos a disposición – dinero y educación– es hora de arremeter contra el arraigado axioma del que se nutre la corrupción y no requiere demostración, tan bien referido por don Eligio Ayala:
“Para fabricar salchichas se requieren aptitudes especiales; para ser legislador o ministro en el Paraguay el talento y los conocimientos son superfluos. La preparación, el carácter, la honestidad a veces estorban. Valen más ciertas contorsiones y genuflexiones del cuerpo que veinte años de estudios, que la decencia y la probidad. Los que ocupan los puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para todo, pierden la conciencia de la propia ineptitud”.
Erosiona la confianza
John Kerry, canciller de los Estados Unidos, refiriéndose a la Primera Cumbre Global Anticorrupción de Londres con más de cincuenta naciones, organizaciones multinacionales y sociedad civil, al respecto advirtió:
“La corrupción es un veneno que erosiona la confianza. Ya se ha perdido mucho tiempo por parte de la comunidad internacional para hacer frente a la corrupción con la seriedad y atención necesaria. Si somos serios respecto en cuanto a la construcción de un mundo más seguro y protegido, entonces debemos tomar en serio la lucha contra la corrupción”.
Es evidente, que la ola de la lucha contra la corrupción se viene con todo. Los numerosos ejemplos diarios avalan el aserto.
Es necesario que los corruptos estatales y sus socios privados terminen en la cárcel al igual que los violadores de los derechos humanos de la época Jimmy Carter.
(*) juanantoniopozzo@gmail.com