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No queremos enfrentar las huellas que deja el paso de los años en nuestro cuerpo, tapamos canas y nos ponemos cremas para evitar las arrugas. En las empresas, tenemos miedo al cambio de procesos o a un nuevo software, tratando de justificar que como “siempre hicimos algo de una manera”, estaba bien. Entonces, sin importar el área de nuestra vida que analicemos, el cambio siempre está allí y no piensa dejarnos en paz.
¿De qué sirve?
Lo nuevo existe para dejar de lado a lo viejo, para renovar lo que hacemos y principalmente el cómo lo hacemos. El cambio no produce algo bueno o malo por sí mismo, los resultados obtenidos serán consecuencia de nuestras acciones ante esos cambios. Así, hay cambios generados voluntariamente y otros recibidos por imposición.
Usualmente nos referimos al cambio como algo positivo, pero ante cualquier variación a nuestro statu quo (zona de confort) sentimos una incomodidad directamente proporcional al nivel de confort en el que nos encontrábamos.
Esa relación es la misma que existe entre el riesgo y la adaptación al cambio, en otras palabras, cuando mayor sea el aprendizaje requerido, mayor será la resistencia al cambio y por lo tanto también será mayor el peligro de rechazo para aquellos que lideran el cambio.
Cada nuevo candidato a ocupar cualquier cargo directivo, sea Presidente de la República o miembro del comité de una cooperativa, utiliza en su eslogan la promesa de que él será el cambio que se necesita. Quienes los votan esperan el cambio, pero solo quieren que cambie lo que a ellos no les afecta, siempre y cuando no le quiten sus beneficios ni les muevan de su zona de confort.
Nos resistimos a los cambios generalmente por miedo a lo desconocido, por factores históricos y culturales, por falta de información o mala comunicación, por amenazas al poder actual, porque no se perciben claramente los beneficios que traerá, por resistencia a experimentar y, principalmente, por miedo al fracaso.
Por ello, resulta fundamental entender que los cambios no solo deben implementarse cuando haya problemas, al contrario, el mejor momento para introducir cambios es cuando todo marcha bien, de forma a potenciar los resultados positivos de las acciones que realizamos. Cuando no hay problemas, es cuando las condiciones son óptimas para realizar mejoras.
Sin embargo, cuando todo se percibe como correcto, encontramos la manera de conformarnos y evitamos realizar cambios que definitivamente serían beneficiosos (ver gráfica) ocasionando, a largo plazo, enormes problemas de eficiencia que incluso podrían ocasionar una pérdida de competitividad.
Analizando de esta manera el cambio, podríamos asumir que nosotros, las personas, podemos también vivir en un permanente cambio, ir renovándonos, mejorar nuestros procesos internos y ofrecer resultados superando las expectativas. En este caso, estaríamos ante lo que se conoce como la mejora continua personal y profesional, reinventándonos.
Cuando trabajamos en equipo, las velocidades de aceptación al cambio de las demás personas nos pueden afectar. Recuerda que nadie puede cambiar a otro, solo yo puedo cambiarme a mí misma, lo que sí puedo hacer es influir en los demás con mi ejemplo.
Evita las frases homicidas de cambios
Las formas en las que nos resistimos constantemente al cambio no siempre son sutiles y, muchas veces, con nuestra actitud y nuestras expresiones demostramos no aceptar cambios de paradigmas o de situaciones que simplemente son una nueva realidad.
Suelo escuchar frases que delatan esas situaciones, normalmente disfrazadas en generalizaciones como: ¡Seguro que es porque soy mujer! “Si es chino seguro que es de mala calidad”, “Los informáticos nunca cumplen con el tiempo establecido”, “Aquí luego no se va a hacer bien”, “Los paraguayos somos luego kaigue”; “Así son todos los jóvenes”... Y muchas otras joyas de nuestra jerga doméstica.
Por otro lado, tenemos que cuidar la utilización de frases asesinas de ideas ajenas, como por ejemplo: “Eso no va luego a funcionar”, “Siempre se hizo así”, “Nunca se había hecho de esa manera”, “Sí, pero…”, etc.
Hay quienes tienen constantemente ideas suicidas, antes de pronunciarlas encuentran su fin en la mente de su propio creador. Seguramente las reconoces: “Para qué voy a decir lo que pienso si yo no soy experto en eso”, “No creo que funcione y después yo seré el culpable”, “Van a creer que estoy loco”, “Seguro se van a reír de mí”, “A mí no me van a hacer caso”, entre otras.
Por culpa y responsabilidad de estas tres categorías de frases homicidas de cambios, los mismos no se realizan o encuentran resistencia en quienes los deben implementar. Sin embargo, el mundo cambia en cada microsegundo porque cambiar es lo más natural, la vida nos cambia aunque no queramos, por eso quienes se oponen al cambio y a la acción, pasan de moda.
Recuerda que tu manera de analizar, de ver y de percibir el mundo y tu entorno es algo individual y depende 100% de vos, por ello, si todo cambia y vos no cambiás, nada cambia; pero si vos cambiás, todo cambia. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.
Correcto
Cuando todo se percibe como correcto, encontramos la manera de conformarnos y evitamos realizar cambios que serían beneficiosos.
Nuevo
Lo nuevo existe para dejar de lado lo viejo, para renovar lo que hacemos y cómo lo hacemos. El cambio no produce algo bueno o malo por sí mismo.
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