A falta de pan, buenas son las tortas

I.- La defensa nacional, actividad prioritaria del Estado para proteger de amenazas el escenario donde la nación construye su destino, se sustenta sobre dos pilares: la capacidad operativa de la fuerza militar y la gestión diplomática para resolver los conflictos.

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Sin embargo a falta del uno, el otro, relacionado con el Derecho Internacional, se conforta con el poder de la razón.

“Sobre el poder de la razón” el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer (1900-2002), en el XIV Congreso de Filosofía de Viena (1968), explicaba que es parte de la convicción básica de toda la Ilustración: la fe en la razón y en su victorioso poder. En la filosofía se consuma tal movimiento.

También, afirmaba: “si la filosofía fuese realmente pura ciencia de la razón, o la razón de la ciencia, no habría entonces duda alguna de que la razón en forma de filosofía ocupa hoy ciertamente en la vida humana el verdadero lugar dominante del que gozó en otros tiempos como reina de las ciencias”.

Para Gadamer, la razón se manifiesta impotente ante todas las experiencias de la humanidad: la pasión, la violencia, la guerra, el abuso de la ciencia (energía atómica), etc.

No obstante, el que piensa conserva la esperanza y la confianza de que al final la razón vencerá.

II.- Así lo entendió con mucha anticipación don Manuel Gondra (1871-1927). El brillante jurista, en el incierto ámbito de las relaciones entre países, logró coronar con éxito su magistral doctrina en representación de Paraguay en la V Conferencia Panamericana de Santiago de Chile, en 1924.

Aprobada por unanimidad, la “Convención Gondra”, sin una sola enmienda, instaló como método para dirimir los conflictos el arbitraje obligatorio entre las naciones americanas. En realidad, un instrumento jurídico sustentado en la razón para eliminar del continente los peligros de una guerra.

Sus conceptos se hicieron famosos: “En un conflicto entre Estados puede el débil ser justo; puede serlo el fuerte” “…Por eso, no pudiendo hacer que el justo sea siempre fuerte, nos hemos empeñado porque el fuerte sea siempre justo”.

No obstante, las recomendaciones de Gadamer y de Gondra no cuajaron en nuestra vecindad regional y, cayeron en saco roto.

La sostenida invasión boliviana del siglo pasado para apropiarse del Chaco paraguayo y la apropiación indebida por Brasil y de Argentina de las binacionales hidroeléctricas son consecuencia de ello.

Entonces, cuando el horizonte se nubla viene a cuento las tortas. Una especie de pan seco, sin levadura, de aguante, mucho más barato que el pan. No son tan sabrosas como el pan, pero a falta de pan bueno son las tortas. Y … también, buenas razones.

La frase, que tiene muchos años recorridos, induce a conformarse con las tortas. La enseñanza que deja este refrán es que en ocasiones, con los medios disponibles, hay que encontrar las soluciones capaces de reivindicar los derechos conculcados del pueblo.

III.- En el caso que nos ocupa, es la prioritaria recuperación de nuestra soberanía energética en Itaipú y en Yacyretá. Solo queda al Paraguay su pilar diplomático, como defensa nacional, para satisfacer el fin deseado. Tal como se hizo en Panamá, en Bolivia, en Uruguay o en Palestina.

Nuestro servicio exterior, oneroso por donde se lo mire, solo sirve para dar apariencias de una discutible representación soberana más distraída en la promoción país que ignora lo obvio: la soberanía nacional. La relación con el parcialmente reconocido Taiwán es una clara muestra.

Sus funcionarios, entre brindis y brindis, pierden la noción de la realidad. Mientras, nuestros socios condóminos hidroeléctricos, con el robo diario de nuestra hidroelectricidad, nos precipita hacia la pobreza extrema.

Lamentablemente, son contados son los agentes diplomáticos nacionales interesados en socializar esta problemática con sus impostergables reivindicaciones.

¿Alguna charla, alguna conferencia, alguna cátedra en algún foro académico propusieron alguna vez como parte de sus gestiones? ¿Algún estudio conocido?

Solo se conforman en figurar en alguna actividad considerada importante en ciertos ambientes que no acaban de distinguir la diferencia entre un bono soberano, que compromete irresponsablemente a generaciones futuras, y el precio justo de nuestra electricidad, que redituará en un sólido bienestar del estoico pueblo paraguayo.

juanantoniopozzo@gmail.com

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