Yo El Supremo: el dictador de la castración

“Tener la pluma o la lapicera alude a esta realidad decimonónica tan frecuente en nuestro país, donde la ley se escribe para hombres que nunca podrán leerla”. Con ustedes, Cristino Bogado.

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Mi primer abordaje de Yo El Supremo fue en los años ochenta, en la biblioteca del CNC, el Colegio Nacional de la Capital; días stronistas… Sin embargo, frecuentaba con más asiduidad a Machado de Assis (por ese aleph que se vislumbra en las Memorias de Bras Cubas), a Chateaubriand (por el arte de decir la verdad resguardado por la muerte en las Memorias de Ultratumba)… A continuación señalo, más que desarrollo en profundidad, los dos temas que me han rondado con más persistencia a lo largo de estos años.

1. El dictador y el copista

Hay una relación simbiótica, de imbricación casi esencial, incluso homo, entre el copista Patiño y el dictador Supremo. El Supremo le dicta la novela a su amanuense Patiño, la voz, el logos-falo-céntrico, escribe sobre el cuerpo de Patiño, dirige el dictado de la mano, masturbante, del copista Patiño. También podríamos pensar que el copista es un analfabeto, como en muchos casos lo eran los copistas medievales. Que copia el dibujo de las letras sin entender su sentido. Patiño como el epítome del «intelectual colaboracionista», o incluso como el representante de la masa, o la massa, damnata, analfabeta, oprimida por la tiranía del Supremo. El dictador que dicta todo el tiempo, órdenes, decretos, arrestos, condenas a muerte, ukases, a su pueblo analfabeto. Tener la pluma o la lapicera alude a esta realidad decimonónica muy frecuente en nuestro país, donde la ley se escribe para hombres que nunca podrán leerla. Mata con, mediante, la letra, el dictador.

2. Emasculación (de la libido del guaraní y de los flujos deseantes del jopara) de lenguas

Yo El Supremo suprime las ideas políticas que no encajan en su idea de gobierno, arbitrario, caprichoso, humoral, nacionalista, españófilo, laicista, ultraestatal… Pero más grave es la operación que realiza subrepticiamente el narrador de El Supremo: suprime las raíces lingüísticas del Paraguay. Obliterados el guaraní y el jopara, solo resta un libro de formato internacional, como un no lugar injertable en cualquier geografía, fácil de traducir al italiano o al franchute, fácil de leer en España, en México y en Buenos Aires... El jopara, ese nadsat tan arraigado entre nuestros compatriotas, es puesto entre paréntesis, sometido a una epojé súbitamente. O apenas sobrevive en los recovecos de una nota a pie de página, como una antigualla exótica, como un artículo freak, merecedor de que se lo señale pero no de que se pierda demasiado tiempo en él. En Paraguay, la lengua estatal, oficial, áulica, cortesana, protocolar, leguleya, constitucional, es, desde luego, el español. El guaraní aflora en el terere jere, en el tataypýpe, en la canchita del amor doméstico, en el juego, en la maldición, en la poesía coloquial, etc.: en suma, ¡en la vida!

POSDATA

-El lenguaje de Yo El Supremo es artificioso, solipsista, literario, escriturario. Es una isla de palabras en un mar de realidades irrepresentables. Contradice la evidencia empírica –que en muchos casos tenemos o hemos tenido– de nuestros dictadores, dictadores que conforman una traditio de tavyrones, de tavýchos partida, si no de analfabetoite luego, monolingües, apenas con el jopara como recurso para hacerse entender en sus ínfulas de fuerza bruta y arbitrariedad sin cuento, como Stroessner tosiendo en guaraní y alemán, como Lino O en papiamento y jopara. O el Mariscal de marika por las sendas salvajes del guaraní. El español barroquizante del Supremo es falso, por ende.

-Hay más guaraní en El rubio que en esta novela del lenguaje. El guaraní, que, al decir de Meliá, fue la única lengua hablada, y aun escrita, en Paraguay casi hasta la Guerra del 70, es decir, hasta esa época en la que comienza esa argentinización, esa sarmientización por la penetración forzada del español, que es tardía en Paraguay. Las únicas imprentas eran las jesuitas, es decir que parían ediciones en guaraní.

*Sobre el autor: Cristino Bogado (Asunción, 1967) es poeta, narrador y editor. Ha publicado La copa de Satana (Ediciones de la Ura, 2002), Dandy ante el vértigo (Jakembó, 2004), Contra el fútbol y otros nihilpoemas (Okara Japu, 2013), entre otros libros, colabora con varias revistas internacionales y figura en antologías como Los chongos de Roa Bastos: Nueva Narrativa Paraguaya (Santiago Arcos, Buenos Aires, 2011), la primera antología argentina de narrativa paraguaya contemporánea.

kurubeta@gmail.com

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