Thomas Kuhn y las anomalías en el descubrimiento. El impacto de sus ideas en la teoría y práctica de la ciencia.

Observar la actividad de los científicos, escuchar la historia en el proceso de la formación del conocimiento, teorizar sobre los procesos epistemológicos, criticar los métodos o maneras en que los científicos pretenden arribar a sus verdades, descifrar la hermenéutica de la investigación, no son suficientes para comprender el porqué y, sobre todo, el cómo se produce el descubrimiento.

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Ciencia normal, anomalías, crisis y cambio

El científico de todos los días explora de manera predeterminada, dentro de los parámetros de la ciencia conocida, sin violar el paradigma existente, pretendiendo agregar conocimiento al anterior conocido respetando las visiones ya aceptadas por la comunidad de científicos. Por eso designa sus instrumentos y dirige sus pensamientos de acuerdo y dentro de esta visión. El descubrimiento aparecerá solamente cuando sus expectativas de resolver problemas de esa manera prueban que está equivocado. Paradójicamente, el nuevo descubrimiento emerge solamente en la medida en que sus anticipaciones sobre el estado de la naturaleza y sus instrumentos no son los esperados. La similitud es con Popper, pero se diferencia en que, para este, el científico directamente y deliberadamente plantea o procura falsificar su propia idea (falsacionismo) antes que otro lo haga, mientras que el científico kuhniano de la ciencia normal no planifica su equivocación, que aparece como una sorpresa. Es aquí donde esta anomalía, esta recepción de lo no esperado, se entronca con el concepto de la serendipia, es decir, del juego de la suerte y del azar, donde de manera impensada y sin aviso previo se presenta (se revela) para el científico alerta la solución de un gran problema.

La mayoría de los científicos buscan conformar con los paradigmas existentes; su objetivo es estar de acuerdo con ellos, expandirlos, como las piezas de un gran rompecabezas ir completando las partes. Cuando una pieza no encaja, cuando se presenta una anomalía en lo esperado, es entonces que este tipo de científicos se desespera y entra en crisis esperando que otro lo resuelva. Más comúnmente lo deshecha como un artefacto inesperado no relacionado con el proceso que está evaluando, pretendiendo algún error técnico o haber utilizado los métodos sin el rigor requerido. Dentro de este contexto y criterio, la mayoría de las hipótesis serían tautológicas porque en ellas ya está en cierta medida contenida la respuesta, porque al preguntar de inicio ya intuimos el final del camino. Será cuestión simple de rigor analítico y deductivo, de demostrar coherencia entre las partes, un cuasi determinismo causal sometido luego al test de la comprobación observacional o experimental. Pero cuando se presentan las anomalías, los hallazgos inesperados, estos son tercos y duros y muy resistentes a desaparecer, y pueden ser los indicadores precoces de las crisis en el entendimiento del proceso de formación del conocimiento. Entonces es que aparecen aquellos científicos que, en lugar de desechar las anomalías como artefactos no relacionados con el problema central, empecinadamente tratan de explicar lo que parece un error, algo fuera de lugar, y estas personas son quienes están más dotadas para lograr la ciencia revolucionaria, que no es otra cosa –y usando los términos de Kuhn– que alcanzar la destrucción del paradigma.

Entonces podemos entender el valor de las anomalías que, cuando se acumulan e interfieren con las explicaciones habituales y con el uso de los métodos aceptados, formarían una masa crítica de problemas que inducirían a una etapa de crisis donde el paradigma, a consecuencia de los errores repetitivamente encontrados, es cuestionado de manera fundamental. Estos hechos serán necesarios para el intento de la búsqueda de nuevos paradigmas o la revolución científica. Esta revolución emergerá no solamente en presencia de esta crisis en la capacidad de resolver problemas, sino que requerirá de la pérdida de fe de los científicos y de la existencia de una nueva manera de explicar, es decir, un nuevo paradigma que reemplazaría al anterior.

Relativismo de las verdades científicas

Crucial para Kuhn y para entender el relativismo en el que los posmodernistas, a pesar suyo, lo han clasificado; es que para él todo paradigma en un momento de su existencia se enfrenta con alguna anomalía no vista previamente, que una vez identificada persiste y se niega a desparecer. Se inicia de esa manera una duda de la certeza del paradigma anterior, minando la fe hasta su desaparición y estableciendo la durabilidad temporal de esa idea tenida por cierta durante a veces siglos. Es decir, no hay verdades absolutas en el tiempo, las verdades son provisorias y están sometidas a la competición darwiniana con otras ideas que pueden ser mejores. Pero este relativismo se refiere preferentemente a la teorización científica, es decir, la capacidad para explicar mediante hipótesis y teorías, modelos construidos ante la imposibilidad de observar o medir precisamente bajo el control de un experimento. El propio Bruno Latour, cuyas credenciales posmodernistas no se pueden discutir, en su irónico y fundamental libro (Laboratory Life, the construction of scientific facts, Princeton University Press, 1986) resultado de su “pasantía antropológica” por el Salk Institute en La Jolla California, se ocupa de este tema. Con la genial fluidez filosófico-literaria, tan cara a la cultura gálica, habla de la era pre y poskuhniana, y esta como el inicio en la visión relativista de la ciencia. Pero igual que Kuhn, que niega ser relativista, el dice literalmente que “no querríamos decir que los hechos, los datos científicos no existen o que no exista tal cosa como la realidad. En este sentido simple, nuestra posición no es relativista, nuestro punto es que la otredad, es decir, lo externo al sujeto, es la consecuencia del trabajo científico y no su causa”. Es que los componentes observacional y experimental de la ciencia son poco refutables, aun por estos intelectuales críticos o celosos del quehacer científico como algo especial. Lo que varía es la interpretación de la teorización, que puede cambiar con las modas, las nuevas técnicas descubiertas o los errores percibidos en la propia observación. Kuhn también lo hace a su manera. Es por eso que hay un lugar para la ciencia acumulativa, que tiende a persistir en contraste con la ciencia revolucionaria, que no deja rastros del paradigma anterior. Un enorme porcentaje de descubrimientos en las ciencias naturales realizados con la observación y descripción en los siglos XVIII al XX perduran con todo su valor y potencia y no han sido reemplazados. Cuando todos los ojos miran algo de la misma manera, o cuando están entrenados para mirar de esa manera, o cuando las ecuaciones matemáticas son estables, entonces el conocimiento perdura. Me aconsejaba el gran profesor Manuel Riveros que cuando creamos haber identificado algo nuevo, una nueva patología, una nueva enfermedad, anotemos exhaustivamente y sin errores los datos de observación. No equivocarse porque esa descripción, si está bien hecha, será definitiva y perdurable, aunque puede variar su interpretación, lo que generalmente ocurre cuando aparecen nuevas técnicas de indagación.

* Director - Instituto de Patología e Investigación

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