¿Sobredosis de tristeza literaria?

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Madame Bovary, de Gustave Flaubert, es una novela realista que se iba publicando por entregas en La Revue de París hasta que tomó forma definitiva de libro.

Ciertamente, no solo es una de las obras más leídas y traducidas en el mundo debido a su enorme peso literario. Debería agregarse que la atmósfera de ese mundo fabricado hábilmente por Flaubert acabó por dejar en cierto estado de decaimiento o tristeza a muchos de sus lectores.

Es que a Emma –la heroína de la narración– el amor le había salido al paso para arrebatarle las ilusiones que cultivó trabajosamente con su imaginación desbordada.

Tan desencantada como aburrida de su marido, Charles Bovary, y sin poder asumir emocionalmente su papel de madre, ella trató de dar un rumbo a su existencia. Mas tomó decisiones precipitadas o desacertadas que, al no tener correspondencia con la realidad, la llevaron a frustraciones que terminaron minando su ánimo.

Se enamoró de hombres que la abandonaron. Cegada por la pasión y buscando retener el interés de León, su amante, contrajo grandes deudas, firmó pagarés y dejó a su familia con elevadas cuentas económicas.

La melancolía, la desazón, la frustración, la abrumaron. Cabe decir que su existencia fue un largo camino de infortunios.

Los problemas de carácter económico y el abandono de que fue víctima por parte de sus amantes hicieron que, en un momento de desesperación, tomara arsénico. Demasiada tristeza y tragedia...

Las tribulaciones del joven Werther, de Goethe, es una obra considerada por los críticos como magistral. Bien hasta ese punto. Mas ha de saber el lector que el protagonista pecaba de romanticismo y sufría de una naturaleza que lo llevaba a la autodestrucción.

Un amor imposible sumado a su ausencia de estabilidad psicológica hicieron que él optara por tomar una decisión trágica para poner fin a sus días.

La aparición de este triste personaje en la escena literaria hizo que en Alemania, durante algún tiempo, se expandiera la llamada Fiebre de Werther.

Identificados –vaya uno a saber por qué razón con esta creación de Goethe–, los jóvenes empezaron a adoptar el estilo de vestimenta de Werther. Se supone que generó suicidios en masa. En fin. Una obra literaria densa, dramática, produce en la mente efectos que llevan a la tristeza, a la melancolía. Deberían los críticos y especialistas de todos los tiempos reivindicar aquellas lecturas capaces de levantar el potencial anímico de los lectores. Muy a propósito de creaciones literarias, cómo no seguir dando un sitio preferencial a la genial novela de Miguel Cervantes de Saavedra.

¡Cuánto motivo para la risa, para la sana recreación se encuentra en las disparatadas andanzas de Don Quijote de la Mancha! Este caballero nacido en algún lugar de la Mancha despierta la capacidad de reír en los lectores. Y la risa es sinónimo de buen humor, un elemento vital para el buen funcionamiento del organismo.

POESÍA PARAGUAYA

Fronteras

Debo cruzar fronteras
para alcanzar tus besos,
tu ardor anticipado.
¿Cuántas ya he cruzado?
Qué importa hacer de ellas
andrajos, banderas
de la falsía.
Fronteras, ¿y qué?
Alzar una mano o mil mordazas
para tapiar nuestros labios,
pero tú y yo, ¡claro que lo sabes!
ya hemos labrado un código,
ademán de nuestros corazones,
léxico de voces infinitas.
Fronteras, vano intento
de apagar nuestras miradas,
ingenuo, torpe ulular
que esta mañana o esta tarde
serán otros tantos
astillados jirones.
Fronteras, ¿y para qué?
¿cuál de ellas cercó una mirada,
cuál apagó un beso
o agostó una sangre enamorada?
¿Fronteras entre tú y yo?
¿Qué serán? Puro aire,
humo negro, hipocresía.
¡Fronteras entre tú y yo!
Si tú y yo ya somos uno,
¿habrán acaso fronteras?

Manuel E. B. Argüello

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