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El pintor danés que tras su muerte cayó en un olvido del cual desde hace unas décadas está siendo rescatado, nació en Copenhague en 1864 y plasmó en sus cuadros la inmovilidad y el misterio de esos interiores en los que el tiempo parece detenido para siempre y en lo familiar asoma lo extraño, das Unheimliche, como diría Freud.
En muchos de sus retratos, la persona a la que pinta está de espaldas y eso aumenta lo íntimo e inquietante, a la vez, de la atmósfera. En una epifanía de las cosas cotidianas, ve la secreta hondura de lo corriente, y por ello sus espacios son domésticos, pero nunca banales. En eso sigue a Vermeer y se anticipa a Edward Hopper. Hammershøi murió en Copenhague, su ciudad natal, en 1916, a los 51 años. Y antes congeló mágicamente el universo en sus cuadros.
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