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LA BÚSQUEDA DE ANDRÉS DENEGRI
El cineasta, docente y curador argentino Andrés Denegri (Buenos Aires, 1975), premio Golden Impakt Award, Gran Premio Mamba / Fundación Telefónica a las Artes y Nuevas Tecnologías 2009 y Premio Itaú a las Artes Visuales 2013, entre otros, lleva adelante su producción en el campo del cine experimental, el vídeo y la instalación audiovisual huyendo voluntariamente del más leve vislumbre de convencionalismo narrativo y protagonizando en el proceso una tenaz búsqueda de renovación en su lenguaje visual.
La instalación Éramos esperados (Súper 8) consiste en dos proyectores de 8 mm enfrentados, con una pantalla traslucida de por medio; las cintas fílmicas, a través de carreteles extra, pasan de un proyector al otro, proporcionando la ilusión de una proyección infinita; en la pantalla se ven imágenes fundacionales: Trabajadores Saliendo de la Fábrica Lumière en Lyon, de los hermanos Lumière, y la Bandera argentina en la Plaza de Mayo, de Eugenio Py. La primera data de 1895, y la segunda, de 1897. Muchas son las lecturas posibles; una constancia del arribo de la modernidad europea, un contraposición entre la «patria» y sus defensores con la clase obrera, o incluso un disertación visual sobre la siempre postergada industrialización argentina. En todo caso, Denegri deja a cargo del espectador asumir una interpretación, o no tener ninguna.
Esta técnica se profundiza material y discursivamente en Éramos esperados (hierro y tierra); aquí, tres proyectores de 8 mm son colocados ante una pantalla translúcida, a un solo lado, no enfrentados. Nuevamente, carreteles extra proporcionan, o simbolizan, quizás, un ciclo visual interminable. En la pantalla, la imagen se divide en tres: en uno de los flancos, en rápida sucesión, se ven fotografías del denominado «Grito de Alcorta», la rebelión protagonizada por arrendatarios y aparceros agrícolas contra la explotación a que eran sometidos por la oligarquía terrateniente en las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y la Pampa en el año 1912. En el otro flanco, los fotogramas pertenecen a la «Semana Trágica», de enero de 1919, cuando la huelga en una metalúrgica de Buenos Aires, que reclamaba jornada de ocho horas, salubridad laboral y descanso dominical, desembocó en una escalada violenta finalmente sofocada por el ejército con ayuda de paramilitares «nacionalistas», la Liga Patriótica Argentina; el saldo: centenares de muertos. En medio de la pantalla: la Bandera argentina flameando, de Eugenio Py. También aquí son múltiples las interpretaciones: lo ilusorio de la disyuntiva industria / campo (hierro y tierra), siempre presente en las usinas discursivas del país vecino, lo perenne de la explotación económica, así como de la rebelión contra ella, el nada inocente protagonismo de los defensores de la «patria» y la «nación» en la custodia del statu quo económico y social, etc. Como dijimos más arriba, corresponde al espectador descifrar la propuesta.
Los cortometrajes del realizador argentino dan testimonio del camino recorrido en pos de una narrativa propia. En Uyumí, las áridas imágenes de un pueblucho minero, tal vez boliviano, se complementan con un dueto de voces de tipo literario, como de relato corto, entre hombre y mujer. El resultado es atractivo, y al respecto dice Denegri: «Pude hacer varios cortos como Uyumí, seguramente con el favor del público; preferí salir de ese confortable lugar y buscar nuevos lenguajes». Los fotogramas de aves en vuelo conjugados con el sonido ambiente que parece registrar un viaje en auto o en tren constituyen el interesante corto Sobre Belgrado. Pero para el firmante de este artículo es El grito el cortometraje a destacar: imágenes del archivo familiar del realizador, la boda de sus padres, cumpleaños infantiles, fotos de militares uniformados, todo se funde en un remolino visual acompañado de un ruido desgarrador; el grito de una generación testigo y víctima en plena niñez del terrorismo de estado, la pérdida y la ausencia.
EL PAISAJE Y LA FOTOGRAFÍA EN EL CINE: LOIS PATIÑO
El cineasta gallego Lois Patiño (Vigo, 1983), premio del festival Oberhaussen (Alemania), premio del Festival de Clermont-Ferrand (Francia) y premio al mejor director emergente en Locarno, Italia, en el 2013, por el largometraje Costa da Morte, entre otros, tiene como referentes creativos a Peter Hutton, James Benning, Sharon Lockhart, Aleksandr Sókurov y Artazavad Peleshyan, por mencionar algunos. Fragmentos de obras de estos, seleccionados por Patiño, se exhibieron en sus charlas. La composición de imagen estática, prácticamente quieta, utilizando a fondo los matices, sombras, luces, ángulos diversos de filmación y la captación en imágenes del poderío visual del contorno paisajístico surgen como ejes de sus creaciones, donde la fotografía, imagen quieta, detenida, y, en oposición, la imagen dinámica del cine, se alternan e imbrican en la extensión de una profunda mirada.
Entre las piezas seleccionadas por el realizador gallego cabe señalar Río Paraguay, segundo movimiento, de Paz Encina, fechada en el 2010, sobre fotografía y cuadro de Guido Boggiani datados en 1897. En la fotografía, en un recodo del río dos niños están metidos en el agua hasta las rodillas, aproximadamente, y uno de ellos señala con el brazo el barranco arbolado cercano. Posteriormente, el mismo lugar es pintado por Boggiani, pero su cuadro excluye la presencia humana. Al respecto, dice la cineasta: «Me pareció importante reintegrar la presencia humana en el paisaje, en un lugar similar del río, no en el mismo pintado por Boggiani». En el corto, desde lejos, vemos a dos niños nadando en las aguas del río Paraguay, mientras suena la ancestral música perteneciente a la cosmofonía Mbya, recopilada por Mito Sequera, Vaka Para’i.
Pese a su juventud, o precisamente por ella, la finitud de lo existente y la existencia interesan a Patiño; su instalación La muerte trabajando (english below) propone retratos audiovisuales: un rostro mirándose al espejo, siendo alterado, borrado y acechado por la oscuridad. En English below, estratos de imagen, una sombra humana obscura y diminuta enfrenta una catarata de colores que la achica, la reduce y la mengua.
Su otra instalación exhibida, Ecos del rostro, consiste en la proyección, en sucesivos cristales coloreados, de imágenes en negativo de un rostro, en un cuarto obscuro y envolvente, adquiriendo por este artificio algo tan cotidiano como el rostro de una persona una dimensión espectral, fugaz: una posible alegoría de nuestra existencia.
En su corto Noche sin distancia, Patiño deja constancia de la persistencia del devenir humano en un lugar determinado. El eco de la histórica actividad contrabandista en los puntos fronterizos entre Galicia y Portugal. Las imágenes son negativos coloreados digitalmente con un resultado sugerente y colorido. En «La imagen arde», imágenes ralentizadas de llamas contra un fondo de obscuridad profunda buscan la atención absorta del espectador; la imagen busca elevarse a símbolo, a icono; contra el fuego luchan sombras humanas, otorgando un carácter épico al cortometraje.
Uno de los puntos altos de «Memoria: Ecos y Espera» fue sin duda la proyección del largometraje Costa da Morte. Cuando al cabo de doscientos años de lucha los romanos dominaron al fin toda la península ibérica, llamaron Finisterre (finis terrae, fin de la tierra) al punto más occidental de la costa de lo que hoy es Galicia; mil quinientos años después, la accidentada costa era lugar de frecuentes naufragios, aprovechados por los lugareños para el pillaje de las naves atrapadas en peligrosas corrientes o encalladas en sus numerosas rocas costeras. Así, desde esa época se denominó Costa de la Muerte, Costa da Morte, en gallego, al cabo y sus aledaños. Esta historia es tomada por Lois Patiño para mostrarnos en planos lejanos la cotidiana actividad de la población del lugar y sus bosques cercanos. Tomas distantes capturan el colorido del paisaje, las profundas riadas, la furia de las aguas; imágenes a distancia sintetizadas por el sonido cercano que captura ocasionales conversaciones y ruidos cotidianos. En todo el filme se perciben influencias pictóricas que incluso se remontan a los más célebres maestros de la pintura paisajista: Caspar David Friedrich (1770-1840) y Joseph Mallord William Turner (1775-1851). No obstante esto, se equivoca gravemente quien ve en Costa da Morte una idílica oda a la belleza de la costa gallega, a la sencillez y laboriosidad de sus gentes. Por el contrario, el enclave geográfico, último punto habitable antes de la inmensidad del «océano tenebroso» de los antiguos, nos brinda tal vez una clave para interpretar una película donde humanos y paisaje conforman un todo, un cosmos con un único e inexorable destino: la muerte.
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