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Es un libro compacto. El primer relato, “Déjà Vui[dú]”, es uno de los más fantásticos de la obra. Lo más interesante es que este cuento abre una puerta a la magia africana. Es inquietante para el narrador-protagonista y para el lector al mismo tiempo. Aquí el autor está dibujando el “tablero mental” (como él llama a la mentalidad de una persona) de lo que va a venir a continuación: el choque entre las costumbres y el pensamiento autóctono de países africanos con la mentalidad establecida por Occidente.
Los personajes son emigrantes a algún país africano. Del choque de mentalidades suele proceder cada conflicto planteado. Ello se manifiesta también en el lenguaje variopinto y la variedad de registros empleados. El cuento “La lista”, ubicado en Kinshasa, está escrito con un lenguaje colonial latinoamericano, argentino en concreto. La magia de “Sepultando a Kweku Mensah” es vivida por un emigrante paraguayo en Ghana, con ese doble entierro que alcanza tintes grotescos. “Primera semana” combina distintos procedimientos de la escritura de las redes sociales, como Twitter, el correo electrónico o el chat, para describir las experiencias personales del narrador, y al final quedar puesto en evidencia su racismo visceral. Viveros no es ajeno a los problemas recientes de África, como el conflicto de Ruanda, en “Ruándicas”, un cuento con una vigorosa segunda persona para desdoblar el pensamiento del personaje, y el remordimiento ante las matanzas padecidas por los tutsis. Esta variedad formal, la variedad de estilos, le da viveza a la obra, sobre todo por la elegante conjunción entre lenguaje culto y coloquial.
En ocasiones, el espacio africano queda desplazado por la mentalidad occidental. En “Un pecado capital” se denuncia el poder económico del candidato republicano estadounidense, cuyos negocios con el coltán le han aupado a la conquista del poder. La culpabilización es ostensible: existe una raíz económica occidental en muchos conflictos africanos, es lo que nos pretende señalar Viveros para concienciarnos de una realidad que ignoramos por pura desidia. Pero de ello no están exentos los propios poderosos africanos. En “Passing shot” adquieren costumbres ajenas, como el tenis: es patente la incapacidad para progresar en un deporte elitista como este. Pero la clase alta llega a lo cursi en su práctica. Tampoco quedan fuera del libro prácticas habituales en África como la usura, llevada a cabo por el prestamista de origen libanés en “Al jefe algo le pasa”.
La mentalidad mágica heredada de lo indígena africano está presente en la mayor parte de estos relatos. En la historia carcelaria de “Fantasmas” se sitúa en un primer plano el significado de un albino para los tanzanos. Las posibilidades del emigrante frente a esas mentalidades se ven en “Una de Nollywood”, un relato sobre la ilusión y la frustración. Esa misma frustración de quien no logra pisar su tierra prometida es el tema de “París-Dakar”.
Estamos ante un libro de cuentos que no cae en la desigualdad, el principal problema de las obras del género. Son relatos muy uniformes, bien estructurados y con unos contenidos muy interesantes. El exotismo es un ingrediente fundamental, pero más aún el choque de mentalidades perceptible en todo momento, porque la universalidad no se consigue sin la presencia de lo local. Javier Viveros ha construido un parque de historias, partiendo de su experiencia, para decirnos que África también existe.
jvpeiro@ono.com